Ecce Homo: este es el hombre o he aquí el hombre. Cómo se llega a ser lo que se es, en alemàn.
(Wie man wird, was man ist). En Ecce Homo, Federico Nietzche, como Artaud, al borde de la locura, mira con ese ojo penetrante con retrovisor y todo el presente en un futuro que no vaticina, sino siente respirar. Se presenta dionisiaco, màs cerca de un sàtiro que de un santo. El filòsofo alemàn, padre de Zaratustra, asume su condiciòn humana, gatilla en el laberinto de su escopeta y no està en su ètica pasar gato por liebre. No cree en ìdolos de antes ni despuès: todos tienen pies de barro y el hombre, al parecer, disfruta del estièrcol dorado de su poder. Ecce Homo, un recuento del paso, de su obra, del propio Nietzche, puede que estè escrito desde la fe de la "razòn d elo que somos" y Freud llama a no ignorarlo.
Y en Villa Certosa, en Cerdeña, Isla del placer berlusconiano, Ecce Homo se presenta tal cual es, despejado de todo convencionalismo, quizàs lo poco que queda del mundo real sea la pizza y el helado, al que tienen acceso los visitantes. El hombre dinosiaco y no aprisionado por la etiqueta cristiana y de la fe, esa pequeña càrcel que denuncia Nietzche y que ha detenido el crecimiento del hombre. Ser lo que se es y no inventarse piernas para usar muletas. Il Cavaliere, sin embargo, no reconoce su aquelarre de velinas (azafatas de TV), el uso y abuso de aviones fletados por el Estado, la compañías de ex jefes de gobierno que se exhiben desnudos, polìticos, prominentes personajes, que disfrutan de este Happy Hour a la italiana. Què no darìa el genial Fellini por vivir este tiempo de la Dolce Vita y convertir en celuloide la realidad, aunque màs grotezca, porque el clàsico italiano tenìa estilo y viajaba de lo onìrico a lo real como un personaje de las Mil y una noches en su alfombra màgica. No todo va en un mismo saco, ni la vida ni el arte son un mismo juego.
Antonello Zappadou, el fotògrafo que destapò la Pandora de Villa Certosa, ha entrado a la historia de los grandes Paparazzis, con unas imàgines que no requieren una mayor explicaciòn y que màs bien nos adentran en este mundo felliniano en tiempo real, de decorados exhuberantes, algo barrocos quizas, que incorporan al visitante a un escenario que està ahì para el placer, donde todo lo demàs es glosa rutinaria de la faràndula.
Uno de los grandes temas de nuestro tiempo es como sostener la màscara que te pones. No es fàcil para una figura pùblica vivir de-pravado de privado, pero al parecer el sociòlogo italiano Giuseppe De Rita, tiene una explicaciòn sobre lo que el escritor portuguès, Josè Saramago, denomina la cosa Berlusconi, refirièndose al Primer ministro Italiano. Es una manera de acercarse a la cosa y entender la psiquis de la bella e inmortal Italia.
De Rita responde un cuestionario a la periodista de El Mundo de España, Irene Hdez. Velasco, donde la pregunta es por què tienen tanta tolerancia los italianos con las aventuras de Silvio B. que involucran a ninfas y al erario nacional. En la Europa anglosajona, escandinava, germana, hispana o francesa, le hubiese costado el cargo, segùn sus detractores, como ha ocurrido con primeros ministros aficionados a los encajes y las sàbanas extramaritales. Los actos inadecuados de Bill Clinton se hicieron pùblicos, debatieron, y fueron netamente musicales, pirotecnia, simples fuegos artificiales, si los comparamos con las fotos exhibidas por el diario El Paìs de España.
Para De Rita, la receta de Bettino Craxi, es Primer Ministro que terminò envuelto en escàndalos, se aplica a Silvio B. "Bettino Craxi decía que para tener capacidad de decisión era necesario concentrar el poder, que para concentrar el poder había que verticalizarlo, que para verticalizar el poder había que personalizarlo, que para personalizar el poder había que tener poder mediático y que para tener poder mediático había que tener mucho dinero. Craxi falló en lo último porque no tenía dinero, mientras que él lo tiene."
El viejo sociòlogo le asigna un mèrito a la filosofìa que estimula Silvio B. en el pueblo italiano: "La libertad de ser uno mismo" y que segùn De Rita su mensaje es: "¿Quieren ser ricos?, ¿quieren ser internacionales?, ¿quieren ser de los que se van de putas? Pues yo les garantizo la libertad para serlo. Yo personifico eso, yo también soy alguien que quiere ser uno mismo, que no soporta al presidente de la República porque no me deja ser yo mismo, que no soporta al Parlamento porque no me deja ser yo mismo, que no soporta a la magistratura porque tampoco me deja ser yo mismo".
De Rita, para explicar la cuestiòn italiana, este "modo de vida", filosofìa de la pizza y el helado, la fuerte presencia de las velinas de Il Cavalliere, recurre a un fenòmeno cultural antropòlogico por el que atraviesa Italia, dice, hace un largo tiempo. "Berlusconi es fruto de un cambio antropológico. La idea de ser uno mismo empezó en Italia con el 68, cuando los jóvenes no querían ir a la universidad ni someterse a la disciplina de los estudios. Continuó en los años 70, cuando los jòvenes no querían hacer el servicio militar; prosiguió cuando en el 74 llegó el divorcio y muchos se preguntaron por qué tenía que seguir con su esposa en lugar de ser ellos mismos con otra mujer, después vino el aborto... Y así llegamos a una lógica de relativismo que afecta a toda la sociedad italiana, no sólo a Berlusconi. Por eso, hacer un llamamiento a los valores que afecte sólo a Berlusconi hace reír". Aquì el sociòlogo se sube al aquelarre, se va en banda, porque el mundo ha vivido ese mis proceso, ciertamente la frivolidad ybanalidad se ha napoderado del escenario global, ademàs de la corrupciòn, la mentira en los Medios de Comunicaciòn...etc., pero eso no abona en favor de una sociedad y menos de un lìder de un paìs. De Rita avala sus apreciaciones sobre los nuevos tiempos de la sociedad italiana, asignàdole la mayor importancia que es cada dìa màs individualista, aunque la tradiciòn en ese aspecyto es fuerte en Italia. Argumenta que en Italia "el pecado se perdona"Somos el país de los indultos, de las gracias, de las moratorias... En Italia el perdón es condescendencia, es indulgencia".
Y la periodista insiste con su cuestionario: "¿Pero por qué el italiano medio no se escandaliza ante el caso Noemi? R.- El italiano medio considera, y lo digo en términos brutales, que la mayor parte de las chicas de 15 y 16 años son unas pequeñas putillas... Porque se hacen un book con la esperanza de convertirse en modelos, porque se exhiben en las discotecas, porque van por ahí demasiado arregladas y con poca ropa... La idea de que Berlusconi haya podido ir a una fiesta con una chica de 18 años no escandaliza a nadie."
Irene Hdez. vuelve a la carga: "P.- ¿Eso explicaría por qué los italianos tampoco se echan las manos a la cabeza ante los escándalos judiciales de Berlusconi? R.- Sí. De cada 100 personas que entran por la mañana en un Palacio de Justicia, 80 salen enfadadas: porque consideran que el fallo ha sido injusto, porque la próxima vista se ha fijado para dentro de dos años, porque el proceso ha sido reenviado... Entre la gente existe la idea de que la Justicia no es limpia. Y Berlusconi es muy hábil manejando esa situación y presentándose como alguien perseguido por ella. Lo que ocurre es que el italiano medio se ha deslomado desde el punto de vista de la moral pública y privada, de manera que todo lo que hace está bien. Y si Berlusconi hace lo mismo que yo y viceversa, ¿por qué le voy a echar nada en cara?"
Todo una filosofìa de vida desnuda Giusseppe De Rita y me hace recordar la ironìa del semitico italiano, Umberto Eco, que si le recomendara un libro a Berlusconi, este serìa Lolita del ruso-norteamericano, Vladimir Nabokov.
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