La ciudad es la casa grande. Los muros, las calles, los sitios màs desconocidos, un lugar eriazo, la luz y la sombra que recorre el paisaje urbano, todo, el espacio pùblico, tiene memoria. Es nuestra biografía en presente, lo que reafirma el futuro, y todo se lo debemos al pasado, porque el tiempo es eso, el continuo río de Heráclito, el ave que migra hacia el verano y sabe que su vuelo es inevitable, aunque sea hacia lo desconocido. Siempre hay un retorno, un reciclaje de la vida y la muerte, así las ciudades crecen, se proyectan, las paredes caen en silencio, las calles se renuevan y se erigen rascacielos que transforman la silueta de una ciudad.
Los arquitectos se reúnen para conversar de proyectos, acciones, iniciativas, obras, políticas, planificar, acerca de la ciudad, como mejorar el nivel de vida de quienes la habitan, porque es el espacio donde todo ocurre, desde una noche de amor hasta una travesía en un bus, cuyo destino muchas veces es incierto. El día en una ciudad es una aventura, somos pasajeros en tránsito.
Las ciudades, desde el siglo XX, con raras excepciones crecen como hongos con mil cabezas hasta llegar al caos, a ser inmanejables, y se transforman en entes deformados, con una personalidad neurótica, los gestos de un ser alienado. La ciudad, si fuera por ella misma, aspira a respirar mejor, a no estar saturada de gases, no ser pisoteada sin sentido, ignorada, arrojada al abandono y fealdad municipal. La ciudad detesta la basura, las bolsas plásticas, botellas, los olores que no la representan, los ruidos y la contaminación publicitaria que no la deja ver, las manos sucias de la irresponsalidad y depredación de su paisaje natural.
El siglo XXI es el el siglo de las ciudades que se saben amenazadas por la nula planificación, saturación de proyectos que no se reconcilian con su entorno, abandonadas a su suerte y olvido, ese enigma indescifrable que es como el Triángulo de las Bermudas urbano, donde todo se esfuma, desaparece, o no se hace.
La ciudad es un sitio construido para proteger a la especie humana, un lugar para compartir la felicidad, el diario vivir, enfrentar los desafíos, trabajar, realizar las tareas cívicas, sociales, educarse, crecer, vivir y morir. Es un espacio irremplazable, aunque se esté viajando a otros mundos desde los tiempos de Julio Verne, literariamente hablando y Ray Bradbury, nos hablara de la conquista de Marte en 1950.
Las ciudades son nuestra historia, la memoria de los cuerpos y las casas que habitamos, nuestros antepasados, los ojos que crecen como espejos, los pasos que avanzan sin puntos cardinales.
Los arquitectos se reunen, saben que las ciudades están estresadas, erigidas en caminos sobre el filo de sus pendientes, a la deriva de sus autopistas, en el desahogo asfixiante de sus circunvalaciones, donde las carreteras son un bosque vehicular con arritmia casi cardiaca.
El Casco Viejo de Panamá, donde los españoles trasladaron la primera ciudad construida en el Pacífico de las Américas, Panamá La Vieja, 1519, que fue arrasada por un incendio en un ataque del célebre Pirata Morgan en 1671, es un sitio emblemático para un Foro sobre la Ciudad, porque es además Patrimonio de la Humanidad. Conservar lo antiguo, es de alguna manera, estar actualizado, creer en el futuro. Este encuentro, intitulado Por una Mejor ciudad, es un punto de inflexión necesaria, de urgencia, en una ciudad que ha crecido de manera vertiginosa en la última década y tiene un severo problema de transporte, carencia de infraestructura vial y requiere de una planificación acorde con los desafíos que demanda el aumento de la población y por ende, de los servicios.
Los arquitectos se reúnen para conversar de proyectos, acciones, iniciativas, obras, políticas, planificar, acerca de la ciudad, como mejorar el nivel de vida de quienes la habitan, porque es el espacio donde todo ocurre, desde una noche de amor hasta una travesía en un bus, cuyo destino muchas veces es incierto. El día en una ciudad es una aventura, somos pasajeros en tránsito.
Las ciudades, desde el siglo XX, con raras excepciones crecen como hongos con mil cabezas hasta llegar al caos, a ser inmanejables, y se transforman en entes deformados, con una personalidad neurótica, los gestos de un ser alienado. La ciudad, si fuera por ella misma, aspira a respirar mejor, a no estar saturada de gases, no ser pisoteada sin sentido, ignorada, arrojada al abandono y fealdad municipal. La ciudad detesta la basura, las bolsas plásticas, botellas, los olores que no la representan, los ruidos y la contaminación publicitaria que no la deja ver, las manos sucias de la irresponsalidad y depredación de su paisaje natural.
El siglo XXI es el el siglo de las ciudades que se saben amenazadas por la nula planificación, saturación de proyectos que no se reconcilian con su entorno, abandonadas a su suerte y olvido, ese enigma indescifrable que es como el Triángulo de las Bermudas urbano, donde todo se esfuma, desaparece, o no se hace.
La ciudad es un sitio construido para proteger a la especie humana, un lugar para compartir la felicidad, el diario vivir, enfrentar los desafíos, trabajar, realizar las tareas cívicas, sociales, educarse, crecer, vivir y morir. Es un espacio irremplazable, aunque se esté viajando a otros mundos desde los tiempos de Julio Verne, literariamente hablando y Ray Bradbury, nos hablara de la conquista de Marte en 1950.
Las ciudades son nuestra historia, la memoria de los cuerpos y las casas que habitamos, nuestros antepasados, los ojos que crecen como espejos, los pasos que avanzan sin puntos cardinales.
Los arquitectos se reunen, saben que las ciudades están estresadas, erigidas en caminos sobre el filo de sus pendientes, a la deriva de sus autopistas, en el desahogo asfixiante de sus circunvalaciones, donde las carreteras son un bosque vehicular con arritmia casi cardiaca.
El Casco Viejo de Panamá, donde los españoles trasladaron la primera ciudad construida en el Pacífico de las Américas, Panamá La Vieja, 1519, que fue arrasada por un incendio en un ataque del célebre Pirata Morgan en 1671, es un sitio emblemático para un Foro sobre la Ciudad, porque es además Patrimonio de la Humanidad. Conservar lo antiguo, es de alguna manera, estar actualizado, creer en el futuro. Este encuentro, intitulado Por una Mejor ciudad, es un punto de inflexión necesaria, de urgencia, en una ciudad que ha crecido de manera vertiginosa en la última década y tiene un severo problema de transporte, carencia de infraestructura vial y requiere de una planificación acorde con los desafíos que demanda el aumento de la población y por ende, de los servicios.
Un espacio esquizofrénico, no es una ciudad, es interesante el nervio, ese motor que mueve el asfalto y conecta uno y otro punto, un poco de caos que rompe la monotonía y desajusta la línea recta del diario vivir. Todo está dentro del principio de las diferencias, de un orden no escrito, de la virtud también de la informalidad, pero la ciudad requiere de un tejido social que la convierta en vivible para ser disfrutada y compartida, como un fruto misterioso y real.
En este siglo, de la tecnología y de los nuevos materiales, de la globalización y del mercado, pareciera que los iconos arquitectónicos hablaran por la ciudad y de alguna manera la vida respondiera a esos imanes de la postmodernidad que son los malls, centros comerciales, avisperos de las nuevas relaciones sociales. Panamá tiene varias ciudades en una y se miran en el espejo de la memoria, sus huellas trazan sus propios caminos y convocan a configurar y conformar, intervenir para hacer posible la Nueva Ciudad dentro de todas las ciudades. En la cultura está el hilo conductor de las ciudades, en su naturaleza y geografía, el sol y la lluvia marcan rumbos, es un paisaje planificado por la belleza.
En este siglo, de la tecnología y de los nuevos materiales, de la globalización y del mercado, pareciera que los iconos arquitectónicos hablaran por la ciudad y de alguna manera la vida respondiera a esos imanes de la postmodernidad que son los malls, centros comerciales, avisperos de las nuevas relaciones sociales. Panamá tiene varias ciudades en una y se miran en el espejo de la memoria, sus huellas trazan sus propios caminos y convocan a configurar y conformar, intervenir para hacer posible la Nueva Ciudad dentro de todas las ciudades. En la cultura está el hilo conductor de las ciudades, en su naturaleza y geografía, el sol y la lluvia marcan rumbos, es un paisaje planificado por la belleza.
Este es el siglo de la arquitectura de grandes proyectos, no sòlo por las grandes intervenciones quirùrgicas que se hacen en algunas ciudades como en China y en Europa y otros continentes, sino porque en Dubai se reinventan ciudades en pleno desierto y en la misma Asia, se erigen enormes poblados, donde sòlo existìa el viento y la estepa.
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