Se ha caído y volado el ángel de la primera bailarina del Bolshoi, la legendaria Marina Semiónova, a la edad de 102 años. La rusa, nacida en la mítica capital del ballet, San Petersburgo, ya es un cisne que renacerá de las cenizas de la memoria de quienes tuvieron el privilegio de ver, compartir y vivir su arte.
Me traslada a la semana que disfruté en Panamá viendo a Alicia Alonso, otra iluminada del aire y los movimientos, en el Teatro Nacional y en su camerino, escribiendo sobre su estadía en el istmo, como si nos dejara sus últimas huellas eternas.
Y más atrás en el tiempo, cuando mis dos hijas practicaban ballet en una antigua casona, esos primeros pasos y movimientos, que se dejan ver cuando el sol comparte los espacios.
Adiós Marina, dejas tu leyenda y el sueño de la magia del ballet que nació para inmortalizar la belleza y compartir la fuerza del silencio. Gracias, prima bailarina, el mundo se siente mejor cuando una bailarina excepcional enciende los corazones, la pasiones, el amor por el arte y la vida.
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