Amanecìa en un bar de la ciudad
el espejo era mi doble
y yo su intèrprete aparentemente
Componìamos un monòlogo casi perfecto
como un primer dìa de clases ante el pizarròn
Sin recurrir a ninguna metàfora
me deslizaba en la barra frente a un piano
el bûho y la lechuza ya no tocaban
ni cantaban esas canciones de borrachos
que coreaba en la màs espantosa
absurda soledad
laureado por una madrugada
Sin altares
sabìa, al menos,
que la poesìa siempre serà
una asignatura nueva
y pendiente de la palabra.
rolando gabrielli@2010
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