La pàgina en blanco es mì principal punto de apoyo para escribir un poema y unos làpices que parecen pinceles y me permiten dibujar las palabras. No hay tiempo, lugar, ni hora, para la poesìa. La hora de la poesìa es la poesìa misma.
El espacio desolado, puro, albo, descontaminado, desafiante, de la pàgina en blanco me impulsa como el vèrtigo al vacìo.
La poesìa está aparentemente en las palabras, pero emana de las cosas vivas y muertas, de las relaciones del hombre con todo lo que en èl habita y sus fuerzas incontenibles e inefables, hacen posible transformar en amor y belleza, la palabra.
El poema tiene su propio aprendizaje sobre la hoja en blanco y las palabras se asocian, autodestruyen y no todas llegan a la orilla. Hay que saber rescribir y sobre todo, borrar. Si no, preguntèmosle a E. Pound.
De todas maneras no hay fòrmulas, quizàs lo màs importante sea el trabajo diario, repasar la lecciòn una y otra vez, como si nada se hubiese escrito. La palabra se encarga se hacer silencio cuando no encaja en el poema.
El poema tiene su propia mirada y es ùnica. El poeta es un arqueòlogo de su propia palabra y desde un inicio comienza a restaurarla. Cuando la busca, aparece como un diamante en bruto, opaca, sin destellos, y su trabajo es pulirla y tambièn desecharla.El poema y las palabras no son objetos de museo, a no ser que se trate de documentos històricos, ediciones ùnicas, pepeles fascinantes. Màs bien la palabra viva es aquella se conserva mejor en sì misma.
Si tiene que recurrir a un restaurador, que no sea el propio poeta, esa palabra està en problema, duda. Siempre el lector tendrà la ùltima palabra de su versiòn, que pueden ser muchas, infinitas, como personas lean un libro.
Lo importante es presentar un texto para que el Otro pueda disfrutarlo en el placer y la razòn, motivarlo en sus propias experiencias, porque la del poeta no es la ùnica. Todo nace de un monòlogo interior, una voz, un ruido, una obsesiòn, una mirada y la bùsqueda incesante de nombrar las cosas por su nuevo nombre, el de la poesìa. Todo està por hacer frente a la pàgina en blanco y el improvisado pincel que no pinta palabras, sino las inaugura, asocia, desvanece y pretende encontrar las adecuadas, precisas, justas, ùnicas posibles para el texto.
El texto se siente mejor o peor, y eso depende de las palabras. Las palabras deben hablar un lenguaje. Decir, en lo posible, lo que nadie ha dicho. Sè cuan agradecidas se sienten cuando no hablan de lo mismo. Saben que viven dentro de un caracol que escucha el sonido del mar y sus olas, pero estàn para ser decubiertas, incorporadas con toda la intensidad del lenguaje.
La palabra no busca un espejo repetidor, sino el secreto oìdo del caracol.
1 comentario:
Las fotos y el caracol con fondo azul, el escrito que en definitiva dice que el lenguaje no deja nunca de decirse. Y es màs que eso....cuando vì el caracol inmediatamente escuchè el sonido interno, lo acùstico, el significante. Es significado pero tambien es sonido, fonema.
Eso se lo debo al zen, ver un objeto y conectar con su esencia, bordear su interioridad.
Quièn dice silla dice àrbol, dice bosque, dice agua, dice tierra. Procesos y alineaciones para llegar a ser algo. Cuando uno ve a otra persona hace ese viaje tambièn hacia su interioridad.
Cuando vemos "vemos con todo lo que traemos encima"...
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