Los libros aún son la memoria de la humanidad y mientras sigan conmoviendo al hombre con sus conocimientos, historias, sueños, aventuras, realidades y ficciones, formarán parte de nuestra biblioteca, continuarán siendo la palabra escrita que leemos y disfrutamos una y otra vez en la intimidad, en todas las lenguas posibles. Escribo en un Sótano, donde el silencio se encarga de otorgarle continuidad a la noche y a la imaginación. El 2010 pasa en sus tramos finales como el Cometa Haley, deja un destello inolvidable, pero ya no volverá más por el calendario humano. Tiempo sólo tiempo que la noche oscurece y unas largas piernas lo atraviesa como si se volara. Mientras lo hago, estas palabras vuelan bajo la noche tropical de un Sótano y me llega el ruido de las fichas que se desplazan sigilosas en las mesas de los casinos aledaños y de las máquinas tragaperras inocentemente programadas para que gane la casa. Todo ocurre en las proximidades del Sótano, imagino la luz que rebota en los tacones de las mujeres que se desplazan a la entrada de los casinos y en su pasillo interior, cuando la noche se agita como una ruleta que puede detenerse en el rojo o negro. Unas palmas iluninadas, como todas las noches, sugieren el camino del juego, la ruta del casino, el azar de otro día. Al extremo Sur del mundo, leo en una nota en Internet de Silvina Friera de Página 12, en la muy porteña Buenos Aires, a miles de kilómetros, "libreros, lectores y escritores", celebran como una fiesta la palabra en las calles, bares, teatros, centros culturales. La noche de las librerías, en su cuarta versión. El espectáculo de la palabra se ha tomado la mítica calle borgeana de Corrientes y sus alrededores, con la música y la conversación. El libro es el protagonista con su magia inagotable de palabras que fueron escritas para alguien y muchos, sin una geografía determinada. El libro también apela a la imaginación del lector, su complicidad y le convoca de alguna manera a una travesía única y compartida con el autor. Los libros son mi patria, digo,/ la sombra viva de los desparecidos/una historia que cargan las palabras/Ellas nos sobreviven/arrojadas al mar/se reescriben debajo de las llamas/polvo y memoria de la palabra/piedras que ruedan/...
La propuesta es variada y alucinante, se trata de una convocatoria amplia, un re- encuentro entre la gente y la ciudad, volver a esos grandes espacios públicos de la lectura y la música, donde también se da una costumbre olvidada en muchos países, que los libreros orienten con conocimiento y buen tino al lector. La oferta adquiere así fuerza, la vitalidad de lo nuevo y permanente. Cada libro tiene su lector o cada lector tiene una mirada especial, y en ese sentido un librero lector es una ayuda impagable. El lector se encuentra con un amigo personal que compartirá por horas, días y si se descubre un clásico, para toda la vida. Es la fuerza del libro y las palabras. es un momento irrepetible cuando un título es descubierto por un lector o encontrado porque alguien lo refirió o porque rondaba en su memoria desde hace un tiempo. A los libros les llega y toca su hora. Alguien los salva y levanta de un estante, en una ceremonia personal de mutuo reconocimiento. El libro intefgrará una familia si sale de una librería. Alguien lo adopotará.
Comenta Silvina Friera, quien cubre con preguntas a los protagonistas de La Noche de las librerías, que en este tipo de eventos no sólo algunas librerías venden tres veces más que durante el día, sino que los libreros conectan al lector con el libro buscado y muchas veces soñado.
Es un encuentro del lector con el libro bajo las estrellas de una noche porteña con cara de verano. El libro motiva este romance entre el lector y la novela, o la poesía. Las calles y las librerías prestan su escenario, el libro se defiende en medio del empuje feroz de las nuevas tecnologías lideradas por Internet. Resiste el encanto digital. Y vuelve a su medio natural, que no es otro que las manos del lector. Volvemos a abrir sus páginas y marcarlas si es necesario. Es el valor agregado de Una ciudad que no se siente mármol o hierro, respira/ en las palabrasvive/
La propuesta es variada y alucinante, se trata de una convocatoria amplia, un re- encuentro entre la gente y la ciudad, volver a esos grandes espacios públicos de la lectura y la música, donde también se da una costumbre olvidada en muchos países, que los libreros orienten con conocimiento y buen tino al lector. La oferta adquiere así fuerza, la vitalidad de lo nuevo y permanente. Cada libro tiene su lector o cada lector tiene una mirada especial, y en ese sentido un librero lector es una ayuda impagable. El lector se encuentra con un amigo personal que compartirá por horas, días y si se descubre un clásico, para toda la vida. Es la fuerza del libro y las palabras. es un momento irrepetible cuando un título es descubierto por un lector o encontrado porque alguien lo refirió o porque rondaba en su memoria desde hace un tiempo. A los libros les llega y toca su hora. Alguien los salva y levanta de un estante, en una ceremonia personal de mutuo reconocimiento. El libro intefgrará una familia si sale de una librería. Alguien lo adopotará.
Comenta Silvina Friera, quien cubre con preguntas a los protagonistas de La Noche de las librerías, que en este tipo de eventos no sólo algunas librerías venden tres veces más que durante el día, sino que los libreros conectan al lector con el libro buscado y muchas veces soñado.
Es un encuentro del lector con el libro bajo las estrellas de una noche porteña con cara de verano. El libro motiva este romance entre el lector y la novela, o la poesía. Las calles y las librerías prestan su escenario, el libro se defiende en medio del empuje feroz de las nuevas tecnologías lideradas por Internet. Resiste el encanto digital. Y vuelve a su medio natural, que no es otro que las manos del lector. Volvemos a abrir sus páginas y marcarlas si es necesario. Es el valor agregado de Una ciudad que no se siente mármol o hierro, respira/ en las palabrasvive/
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