Lo mejor fue escribir
para nadie,
decir una que otra palabra,
ante ningún inesperado
 auditorium.
Ver como la torpe luz
de una ampolleta titila,
sin ningún fin determinado.
Abandonarse al verbo,
una sola sílaba,
no escribir más.
Rolando Gabrielli©2014

 
 
 
 
 
 
 
 
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