Un siglo, si apenas ayer/el tiempo esa rara memoria/pasa sin pasar/en la palabra. RG
Julio Cortázar nació hace 100 años, no sé si te diste cuenta, pero está vivo. Cualquiera no los cumple en tan buena forma literaria. Qué se trata de libros iniciáticos para jóvenes, era muy político, iluso, una obra que no perdurará más allá de sus adolescentes seguidores. Un escritor para escritores, que la metafísica, que Borges, Cortázar ligtht, Cortázar europeo etc. Pero Cortázar es Cortázar, lo sigue siendo, es un Cronopio que goza de buena salud y visita a quienes están despiertos, con la mente abierta para una aventura real, mágica, sorprendente, lúdica, íntima con el mundo sin fronteras de su literatura.
Yo me lo imagino tocando el saxofón en alguna esquina de la vida, si jazzeando, disfrutando lo ya vivido, porque su pasiòn fue siempre un compromiso con la literatura libre. La palabra no es una estatua que levanta inmóvil una antorcha, sino algo vivo que se alimenta con cada lector que encuentra en el camino. La palabra es un río, me dijiste alguna vez, tal vez cuando te importaban estas cosas de Julio, pero aquí están sus aguas, fluyendo en Buenos Aires, Bruselas, París, Montevideo, el DF, La Habana, Nueva Delhi, Madrid, donde haya un Cronopio respirando, viviendo, gozando, sufriendo, existiendo, mirando y reescribiendo el mundo.
Ahora compro Rayuela en La Habana, año 1969, hago una fila inmensa. Tapas amarillas, prólogo de Lezama Lima. La Habana cortaziana, el Cronopio habanero. Está fresco el libro huele a un nuevo lenguaje. Eran mis únicos dólares y resultaron ser falsos. Horas después me lo informaron y pude comprar Rayuela gracias a una donación. Mi mundo era muy elástico y nadie dijo que Rayuela era fácil. La Maga se nos presentaba de esta manera, con magia y azar frente al malecón habanero. Éramos discípulos del viento y la aventura, jóvenes sin ninguna retórica, ávidos de nuevos mundos.
Dice Lezama, por si no lo sabían, Rayuela, puede ser el crujir de la distancia en su punto ausente, la semejanza y la indistinción frente al suceso, pero prefiere bailar rotando en el tambor que rueda como la manecilla del reloj.
Cortázar y Lezama caminando por La Habana Vieja, fotografiados en el Caimán Barbudo. Historia de dos leyendas. Cortázar va y viene por el mundo en su andar cosmopolita de argentino sin fronteras y comprometido con el subcontinente latinoamericano.
El mismo Julio de los zapatos grandes cruza el Atlántico de dos zancadas y llega a Santiago de Chile y lo veo en el Pedagógico de la Universidad de Chile. No va como escritor, sino a apoyar al gobierno que encabeza el socialista Salvador Allende. Un millar de jóvenes lo escucha con fervor, donde las r francesas arrastran el mundo verbal cortazariano y la esperanza de un mejor futuro era en ese lugar y ahora. Las banderas de la juventud son en tiempo presente, pero suelen seguir flameando en cada época sin barreras.
Yo me lo imagino tocando el saxofón en alguna esquina de la vida, si jazzeando, disfrutando lo ya vivido, porque su pasiòn fue siempre un compromiso con la literatura libre. La palabra no es una estatua que levanta inmóvil una antorcha, sino algo vivo que se alimenta con cada lector que encuentra en el camino. La palabra es un río, me dijiste alguna vez, tal vez cuando te importaban estas cosas de Julio, pero aquí están sus aguas, fluyendo en Buenos Aires, Bruselas, París, Montevideo, el DF, La Habana, Nueva Delhi, Madrid, donde haya un Cronopio respirando, viviendo, gozando, sufriendo, existiendo, mirando y reescribiendo el mundo.
Ahora compro Rayuela en La Habana, año 1969, hago una fila inmensa. Tapas amarillas, prólogo de Lezama Lima. La Habana cortaziana, el Cronopio habanero. Está fresco el libro huele a un nuevo lenguaje. Eran mis únicos dólares y resultaron ser falsos. Horas después me lo informaron y pude comprar Rayuela gracias a una donación. Mi mundo era muy elástico y nadie dijo que Rayuela era fácil. La Maga se nos presentaba de esta manera, con magia y azar frente al malecón habanero. Éramos discípulos del viento y la aventura, jóvenes sin ninguna retórica, ávidos de nuevos mundos.
Dice Lezama, por si no lo sabían, Rayuela, puede ser el crujir de la distancia en su punto ausente, la semejanza y la indistinción frente al suceso, pero prefiere bailar rotando en el tambor que rueda como la manecilla del reloj.
Cortázar y Lezama caminando por La Habana Vieja, fotografiados en el Caimán Barbudo. Historia de dos leyendas. Cortázar va y viene por el mundo en su andar cosmopolita de argentino sin fronteras y comprometido con el subcontinente latinoamericano.
El mismo Julio de los zapatos grandes cruza el Atlántico de dos zancadas y llega a Santiago de Chile y lo veo en el Pedagógico de la Universidad de Chile. No va como escritor, sino a apoyar al gobierno que encabeza el socialista Salvador Allende. Un millar de jóvenes lo escucha con fervor, donde las r francesas arrastran el mundo verbal cortazariano y la esperanza de un mejor futuro era en ese lugar y ahora. Las banderas de la juventud son en tiempo presente, pero suelen seguir flameando en cada época sin barreras.
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