Ecos detrás de la Abadía,
qué horror,
me lo describen tus palabras
y apenas llegan a mí en el asombro
de esta mañana.
Turistas ávidos de mercancía espiritual,
me dices, si vieras la poesía que hay allí
entre los intersticios del silencio en la tarde roja:
mira esta captación del color me arrebata.
Los porteños comprando, comprando con avidez
medallas, salames, quesos, fotos de San Benito,
todo en un mismo paquete de época
en la campiña y la montaña.
¿De dónde viene tanta fe,? me pregunto esta mañana
en que leo tus palabras como echadas al viento
de sus propias campanas.
Describes impecable a estas hormigas humanas
caminando, buscando, viendo, hurgando algo perdido
que no encontrarán allí porque simplemente no está.
Espiaban detrás del muro queriendo ver qué,
¿un monje orando o unas bancas esperando?
Entonces como nada se veía, me cuentas,
se sacaban fotos con San Benito,
de costado, de atrás, de frente,
San Benito fetiche consagrando
el placer escópico,
qué palabra aparentemente medicinal,
curativa del cuerpo y el alma,
una pulsión freudiana en pleno siglo XXI,
mirar y ser mirado.
Fiel a tus peregrinaciones,
a la fe de lo inconmensurable
que alguna vez movió montañas,
me das cuenta de estos hechos
cayendo la tarde como auténticas postales
que leo incrédulo entre líneas no sé si sorprendido
o desilusionado de más de lo mismo en un solo siglo.
La poesía, me dices, te ilusiona a pesar de la neorealidad
que inventa el mercado para su propia satisfacción,
con su tintinear de campanas que despiden a hipnóticos turistas
que consumen hasta el silencio.
Veo que estos días no te evangelizan.
Rolando Gabrielli©2014
Rolando Gabrielli injustamente censurado por Blogger (una empresa Google)
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