sábado, noviembre 12, 2016

LEONARD COHEN


 

Leonard Cohen

Las hojas del otoño/siempre volverán/la muerte sola se va/La poesía no tiene tiempo/ni lugar/En cualquier estación/nos podemos encontrar/La voz de un duende siempre nos cantará/y volaremos a un mismo lugar/No te pierdas ningún sueño/cada día con su mañana/y su despertar/Volverás a cantar /con las hojas del otoño/siempre volverás. (RG)

  • En un juego de azares
En un juego de azares y melancolías, vagas señales y anuncios, se fue despidiendo a su manera, con su música y un formidable legado para los nuevos cantautores, el susurrante icono canadiense de los emblemáticos sesenta y setenta: Leonard Cohen.
Se fue en el sueño, en el azar de un día inesperado, después de una caída en su casa, cuando  había cerrado el ciclo de una vida intensa, vivida desde la espiritualidad, el amor, la música, la poesía, hasta el final de sus días. Ha finalizado su tiempo en un círculo mágico lleno de creatividad y esperanza, alegría, oficio y felicidad, la sabiduría de un camino recorrido a plenitud.
Partió tranquilo, en paz, como si el sueño borrara su voz. Había luchado contra sus demonios, -nadie los derrota del todo-pero los fue apaciguando con el tiempo que todo lo pone en su sitio, como si no sobrara nada. Después de todo, "todo el mundo sabe que los dados están cargados"
Fue poeta y novelista, primero el verbo, premiado en Quebec por su libro El juego favorito, pero se fue convenciendo que sus palabras eran su voz junto a más palabras.

Ha quedado su voz, poesía, el  eco de su profunda melancolía,  los sueños que interpretó para millones, una voz inconfundible que surge de un pozo de aguas cristalinas y de las profundidades del alma. Su ética, sin duda, a prueba de cualquier época, estilo, o caja registradora.
Con su voz susurrante quería sumarse al silencio expectante de su público, en las distintas capitales del mundo, como si se integrara a una conversación particular con cada uno de los presentes. Algo tan perdido como el diálogo, la comunicación directa, Cohen  lo convertía en un hábito diario, en la razón de ser de su profunda espiritualidad, solidaridad con sus semejantes, el amor por su oficio y los demás. 
Hablaba de las cosas de este mundo, cuando nadie decía estar  satisfecho del todo,  aquello que una puerta es incapaz de cerrar,  él no podía dejar de susurrar como el viento de una época  que está siendo devorada por la estridencia, no de un sueño irrumpiendo, sino de un lenguaje no estructurado, algo parecido  a  un gorjeo acelerado, tal vez, por lo que desconocemos.

Hace algunos años, tardíamente, y no se como, encontré su música y nunca más la abandoné. Por las tardes, en mi oficina, aún la escucho por sobre el merengue actual, el sonido y la furia, y la recomiendo a jóvenes y mayores, no siempre con la misma acogida que debiera tener un clásico. Son estos tiempos donde la banalidad y el mal gusto realizan sus mejores cosechas en las mentes humanas, atiborradas de  un clic sin sentidos e imágenes narcisistas.

Cohen, nacido en Montreal, de origen judío, se inició en la poesía escrita, novela, toda una década y volvió a la guitarra, las notas aprendidas en su infancia de un maestro español y así nacía el cantautor después de los 30 años, con las cuatro cuerdas aprendidas de ese suicida que fue su maestro. Se sentía más a gusto con la música, los músicos, que con los poetas, declaró alguna vez, porque un poema, aseguraba, es igual a una canción.

  • La musa en una isla griega

En la isla griega Hidra, se decidió por la música y encontró a su musa, la  belleza noruega Marianne Ihlan, a quien dedicó una de sus canciones más emblemáticas y reconocida mundialmente, So Long, Marianne. Una bellísima lírica, amor y despedida, poesía en estado puro y real. La verdad íntima de su contenido era demostrar que no había despedida, sino un presente largo, inesperado, recurrente, un paisaje quizás disperso en la memoria, lo que solemos repetir en el otro, como un espejo de dos caras que no dejan de mirarse después que se repite el gesto por primera vez.
You Want It Darker, su disco póstumo, donde habla del amor de su vida,  a quien promete seguir más allá del más allá, la noruega Marianne, recientemente fallecida. My falling angel, dice, mi ángel que cae.
Y en una de sus canciones clásicas, le dice:  Dance me till the end of love./ Baila conmigo hasta que el amor se acabe..
 Si  tú eres quien reparte las cartas, me quedo fuera del juego, subraya, al de arriba, al parecer, en su último álbum. ¿Quién nos reparte las cartas?, una buena pregunta y como uno las va utilizando. Un naipe tiene mucho juego, unas pocas cartas nos limitan al aza, que siempre es sorpresa. ¿La vida es un juego? LC  se jugó sus cartas y manejó la baraja que pudo tener en sus manos. El As de la vida y el As de la muerte, son una misma carta finalmente: la mayor, la más trascendente.
Cohen es de los tiempos de   Bob Dylan, quien reconoció en una oportunidad que si no fuera  Bob Dylan, me gustaría ser Leonard Cohen, cuya poética admiraba sinceramente, y seguramente rendirá algún homenaje pronto o en Estocolmo. Ese día estará presente el gran ausente, que construyó su historia casi en el silencio, sino fuera porque su voz hizo historia en la música de nuestro tiempo.
Los deseos a veces son solo ilusiones. Bob Dylan no viajará a Suecia a recibir el premio y se perderá una extraordinaria tribuna para hacer historia  sobre la música norteamericana popular y poder  agradecer y reconocer a sus pares, que hicieron posible  este último peldaño suyo.
Por ahí viajarán los fantasmas de Ginsberg, Kerouac, Burrogouhs, toda la adrenalina del espanto de los 60 y 70, la corriente beatnik, el cuestionamiento al establecimiento por  la guerra más emblemática  después de la segunda guerra mundial: Viet nam y que terminó con una derrota de Estados Unidos y el sacrificio de una generación que se drogó para olvidar. Tiempos de desarraigo y marginalidad, sobre el camino, dioses bajo las estrellas.
  • Un Manifiesto para el siglo XXI
Aún tiene la oportunidad de contar su propia visión de la historia, recorrer en su memoria el pentagrama popular de la música norteamericana, decir lo que tiene que decir de ese tiempo y el actual, un compromiso con la historia, a  no ser que la memoria  le haya borrado los tiempos de rebeldía.  Bob Dylan, tiene seis meses a partir de diciembre próximo, para pensar su discurso o si cantará en Estocolmo, o hará ambas cosas, porque así lo prevé el reglamento de la Academia en cuanto al tiempo que tiene para ir a recibir el galardón. El cantautor debe saber que representa a una generación, toda una época,  un estado de ánimo, a la cultura popular musical estadounidense, y que los académicos, y mucha otra gente espera, como el poeta beatnik aún vivo, Ferlinghetti, algo más que un saludo a la academia y a la gloria. Visitará en una gira la capital sueca el 2017, quizás se de alguna sorpresa y diga algunas cosas. Su generación se lo reclama. Los tiempos no son tan Pop, Viet nam pasó, pero  el  Medio Oriente y África, Europa misma, el racismo, la persecución a los inmigrantes, son temas que pueden dar para más de una canción.
Que gran oportunidad le ha dado  la vida  a Bob Dylan con este premio, tribuna para  lanzar un Manifiesto de época para el siglo XXI, una voz  en tiempos de crisis, de deshumanización, tiempo de grandes frustraciones, corrupción, banalidad, consumismo per se, de pérdida del rumbo, agotamiento visceral de las mercancías, explotación, terrorismo,  estupidez, vacío.  Están todos los ingredientes, Bob, toma la guitarra y canta, el mundo te va a escuchar.

Los vivos  están muertos/los muertos están vivos/ todo sigue igual/para no cambiar/basta un espejo de papel/ unas cuerdas para tocar/alguna canción perdida/una memoria vieja para olvidar/La época  líquida gotea/por una cañería  sin  fin/hacia algún desván/olvidado. Somos hijos de la palabra oxidada/los sin voz/ sin tiempo/ sin papeles/sin sol/con un muro por paisaje/de pared a pared/el horizonte que no se ve/ni en el Mediterráneo/El sol es  una mercancía para turistas/todo se compra/hasta un poema de Ana Frank/el mismo infinito/para viajar.
  • Autenticidad y fidelidad
Poeta, escritor, músico, un artista de su época, Cohen siempre se interrogó sobre los temas propios de la humanidad, la política, la religión, el amor, la vida, la poesía, sobre los cuales escribió  y no dejó de reflexionar, conversar con su público en cada presentación hasta el fin de sus días, a través de su magnética voz y mensaje. No se apartó de la vida,  palabras que le retratan y  dan significado a su existencia: autenticidad y fidelidad con la vida y consigo mismo.
Leonard Cohen  partió casi susurrando su propia leyenda, en paz, a pesar de su agitada vida,  un místico, el hombre que tuvo que rehacer su vida económica a los 70 años, después que su  manager y amiga, Kelly Lynch, le despojara de más de cinco millones de dólares, cuando intentaba reencontrase  consigo mismo en un monasterio zen . Hay golpes en la vida, tan fuertes...¡yo no sé!, escribía  César Vallejo, pero Cohen, se reconoce más allá del fracaso, las frustraciones,  las derrotas y los obstáculos que nos impone la vida o las personas menos esperadas. De ese golpe surgió como el Ave Fénix de sus cenizas y regresó como los viejos nuevos tiempos que  volvería a inaugurar con su arte.
Quizás venía de otro tiempo, quizás iba hacia otro lugar, quizás nunca estuvo con nosotros y cada despedida era una señal de retorno, de una ausencia inexistente, el vacío de lo posible que podría marcar un antes y un después, si este fuera del todo tangible o real.
Se transformó en mi reiterada carta de presentación de algo que quería comunicar de manera íntima y generalmente no recibía respuesta de mis interlocutores escogidos al azar porque creía reñían alguna  afinidad con su búsqueda existencial.

 Sus canciones están echas de retazos de su vida, visiones, realidades, contradicciones, espiritualidad, vagas certezas, -todo lo que cabe en una canción- y él no espera más pompas literarias, se hacía parte  de sus propia obra en la voz y la palabra. Como Dylan se inspiró en un principio en la poética de  Federico García Lorca, aunque ambos leyeron y vivieron lo suficiente para ser los artistas que se convierten en leyenda. Rimbaud,  Whitman,  Artaud, la poesía tocó sus cuerdas.
Leonard C., vivió el mundo de la música y de la palabra, los fusionó, escogió la música, pero  la dotó de poesía, y ese fue su valor agregado inmortal, legado, desde el simple oficio de la vida y  de una ética  exigente.
  • Pescador de palabras, volverá con las hojas de otoño
Ante la avalancha de comentarios a nivel mundial  por la partida de Cohen, escritores, amigos, admiradores, del mundo de la música, toda retórica nueva es innecesaria ante una leyenda que se mantuvo vigente en vida, con  una energía, lucidez, tranquilidad pocas veces vista en el mundo del espectáculo.
 Fue marinero de la palabra, como Jesús, pescador, y puso a nadar a sus peces en una canasta  en el horizonte de sus propias  aguas.
Si volverá con las hojas del otoño, se preguntará algún distraído lector. Las interrogantes no siempre son válidas, aunque necesarias, pero en esta ocasión la respuesta encuentra su voz y camino, cuando nos reunimos en silencio, con la música, las canciones, la presencia  de este gran artista que fue, es, y seguirá siendo Leonard Cohen.
 



Canta, canta/pajarillo/
el viento trae tu voz/
y mi memoria/vuela al amanecer/
vuela/vuela/ para volver/
a su nido/al origen/ de la palabra.(RG)
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué belleza Cohen, su aporte poético al mundo, no es lo mismo que haya existido a que no, hizo la diferencia.

Anónimo dijo...

UN ABRAZO DE POESÍA...