jueves, abril 06, 2017

El ÚLTIMO VIAJE DE YEVTUSCHENKO

Neruda y Yevtuschenko

Rolando Gabrielli©2017
Ha muerto un poeta històrico del siglo XX, un juglar de las masas,  gigante histriónico, incansable trotamundo, actor,  un disidente comprometido con su patria, crítico de los sistemas, devorador de vodka y champagne,  viejo  bardo siberiano, cosmopolita, universal: amante y gozador de la vida: Evgueni Yevtuschenko.

Fue un sobreviviente de sí mismo, viajero de  todos los viajes y encuentros posibles, desconocía las fronteras, decía que no le bastaba con escribir poesía, sino defenderla y finalmente murió hace unas horas en Estados Unidos, donde compartía la vida con su cuarta mujer y viajes  a su patria, Rusia. Fue un poeta soviético, un símbolo incómodo a veces, crítico, oficialista otras, poeta siempre de la contradicción.

De él supimos en Chile por sus vistas,  recitales en la Universidad de Chile, encuentros con Pablo Neruda,  su desbordante vida y esa manera suya de enfrentar el dìa con champagne o vodka, y la pasión  poética corporal, verbal, agitada por sus manos y extraordinaria vitalidad. Pensaba que el poeta debía estar en todas partes, y él era una especie de  cronista del planeta, donde fuera,  dialogaba con  su gran público, poesía  de y para la época, hombre de acontecimientos, un poeta de los grandes escenarios.

Yevtuchenko es un loco/es un clown, asì le llama Neruda en su Elegía y esos mismos calificativos los utiliza en el poema para Picasso/clown del cosmos y  Colòn/aquel payaso triste. Solo al poeta no quieren dejarlo/quieren  robarle su pirueta/quieren quitarle su salto mortal, concluye Neruda, quien fue su anfitrión cuando  venìa a Chile y tuvo la oportunidad de  conocer  en su esencia a este personaje que trascendía la realidad chilena  por su manera de ser y presentar la poesía en un país donde la gente susurra.

Siempre acompañó su poesía con el cuerpo, su voz, la actuación, su presencia  indiscutida, física, la vitalidad  y elocuencia que dejaba fluir como un rìo interminable de un verbo imparable, en diálogo constante de actor con su pueblo, público, gente, la verdadera materia prima de su poesía.

Lo imaginé como una bisagra entre  Euroasia y occidente, iba y venìa, visitaba gobernantes, poetas amigos,  discutìa, recitaba, agonizaba con la Unión  Soviètica, pero como una telaraña  de palabras se  extendían por los continentes  con la tradicional elocuencia de su voz  y se  hacìa escuchar más allà de todas las fronteras físicas e idiomáticas. En medio de la Guerra fría, de la postunión soviética, del mundo unipolar, Yevtuchenko asumió su destino poético, complejo, contradictorio, en un contexto de un libreto marcado por la historia de dos siglos, que marcaron indiscutiblemente su poesía.

Un arlequín que  se asomaba con su manera de ver y enfrentar el mundo  desde su propia humanidad y cosmovisión. Sin la historia, los escenarios, el calor de los estadios, la gente, los amigos, los hechos, la confrontación Este/Oeste, la tradición rusa, este poeta/juglar,  no hubiese existido. Acompañaba su poesía con su presencia  en el lugar, absorbía y reproducía la realidad ante sus ojos, las vivencias,  los momentos, una esponja histórica dialogante.Condenó la intervención del ejército soviético en Praga, apoyó a Heberto Padilla en Cuba- siendo amigo de Fidel Castro y del Che- y se vinculó desde me finales de los sesenta a América latina, después de una histórica visita a México en el emblemático  68, donde dio un recital ante 20 mil personas. Eran otros tiempos, la poesía estaba en la calle además de los salones.

Hace algunas décadas asistí a uno de sus recitales en la Universidad de Panamá, una noche cálida, en plena efervescencia de las negociaciones del Tratado del Canal, que culminó con su firma en 1977.

En su  biografía figura como ciudadano honorario de Wisconsin, la tundra norteamericana y no olvidemos que él nació en Siberia, pero no hay un dato de su visita a Panamá, corazón del trópico de las Américas. Pero ahì estuvo el arlequín siberiano, y recuerdo que le extendí una de mis libretas, que pueden estar en alguno de mis archivos con su firma. Recuerdo un elegante  libreta  negra con mapas y espléndidas páginas. Una sonrisa y la firma estampada en medio del anonimato mutuo, de la aglomeración humana, y una atmósfera poética a la que acostumbraba el soviético ruso, que moriría hace un par de días en Oklahoma, Estados Unidos, donde vivía desde el día en que desapareció la Unión Soviética.

Traducido a màs de 70 lenguas, autor de decenas de poemarios, algunos cortometrajes, novelas, ensayos,  sinfonía,  participó como protagonista de la historia del siglo XX en la Uniòn Soviética, Rusia y occidente. Viajero incansable, inagotable, cruzó los continentes  con la musicalidad de su idioma, compartió con el mundo su vasta geografía espiritual.

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