El poema
artificial,
no siempre lo
escribe
una máquina,
ni lo lee un
lector
superficial.
Todo es tan
rápido,
que el escalofrío
romántico
o la revelación de
lo nuevo,
centellante como
mil espejos,
nos deja
perplejos,
mirando un
amanecer,
sin saber que
somos nosotros.
El poema hiberna,
inexplicablemente,
en el fondo de su
caverna,
construida por
palabras.
Rolando Gabrielli©2017
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