El domingo reza,
es un monje solitario.
He visitado las calles desoladas,
estacionamientos vacíos,
este diciembre festivo
que respira sobre los hombros
de la ciudad,
anunciada por el verano.
Hay paz y un silencio
de horas muertas,
hojas que van y vienen
en el equilibrio natural.
Soy un domingo viudo,
divorciado de la memoria
y del olvido.
Fuimos pasajeros,
en algún sentido
y en dirección contraria
a los dioses que nos prometieron
algo más que el paraíso perdido.
El domingo,
es mi paisaje a la infancia,
mi madre me espera,
en su atardecer.
Rolando Gabrielli©2017
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