La poesìa no siempre tiene una hora,
ni un camino visible, ni posible,
se debe al misterio de sus palabras,
a lo que podría haber sido dicho,
en su nombre y es lo que no es.
Un poema me desmiente y me inclino
ante una voz que no siempre es la mía,
ni de nadie que pueda identificar.
La poesía toca sus propios clarines,
anuncia tiempos nuevos,
un ruiseñor de botas amarillas
canta su pentagrama
sobre una frágil rama.
El bosque es música aùn.
Rolando Gabrielli©2019
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