El muro es mi lìmite y contención,
la ciudad està fuera
de la casa sitiada,
nadie, ni yo mismo atravieso el espacio
que el muro traza y señala
como un cerco preventivo.
No es la Edad Media ni un castillo
de fosos y puente levadizo,
es una peste moderna invisible,
la que recoge el mundo en un puño
y lo devora
misteriosamente
en una parálisis sin precedentes.
No hay aparentemente, callejuelas visibles
angostas, infectadas,
putrefactas,
pero la muerte siempre hiede mal
en cualquier tiempo, época y lugar.
Los cementerios acumulan cuerpos inertes
en ataúdes simples de cartón y madera barata,
los recursos para la muerte parecen limitados,
son efìmeros, no eternos.
Y esto ocurre en grandes capitales y ciudades modestas,
no sè que sucederà mañana ni en unas horas,
lo incierto es costumbre cada dìa,
registramos el aire y puede estar contaminado,
ni los números permanecen fijos.
Todo es tan
distinto y formamos parte
de una nueva normalidad como si la ficción
se hubiese apoderado de
la normalidad anterior
y nos escribiera un libreto diferente cada dìa.
Oh realidad, me asombras solo de nombrarte,
no veo rostros sino mascarillas,
hasta los espejos no saben que reflejar.
Rolando Gabrielli©2020
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