El árbol
está ahí, vivo,
siento su
respiración,
lo he
vuelto a ver,
cómo ha
crecido
en silencio
y pareciera
no decir
nada,
pero las
palabras
son
innecesarias
para la
belleza,
generosidad
de su espíritu,
del oxígeno
que nos
regala cada día,
cuando lo
dejamos crecer,
acompañarnos
más allá
del paisaje.
Rolando Gabrielli
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