Un poema no va
a salvar el mundo, me dijo una mujer cuando iba leyendo un libro en el Metro,
que ella descifró como un poemario, y yo me dije, esto es perfomance, la poesía
puede brillar en las alcantarillas de la ciudad o morir en los museos de la academia.
La mujer cargaba una mochila, hoy la gente se desplaza
para una aventura, estamos en guerra, sobreviviendo un virus, el cambio
climático, el desempleo, todas las miserias reunidas en nuestras plagas
egipcias. Sentí que los poemas, las palabras, me refrescaban, producían las
dosis de oxígeno correspondientes a la travesía que estaba haciendo por la
ciudad. Cada día es una carrera de obstáculos, agazapado en silencio, casi
inmóvil, mudo, arrebatado de cualquier expresión corporal, protegido por una
mascarilla y una careta de plástico que
aún ficciona más nuestra realidad.
La mujer descendió en una estación cualquiera y se
evaporó en la multitud como un poema que no busca pasar a la posteridad, ni
cambiar el mundo, solo encontrar un lector que sienta que su vida ya no es la
misma.
Ya no recuerdo la ciudad en que ocurrió esta
situación, los sueños suelen ser no tan claros, a veces, enigmáticos y nos
proyectan por cualquier ciudad o lugar
del mundo. Lo importante es que al poema le espere un lector.
Del Epilogar chileno
Chile es un país re curioso, raro, bautizado como una
loca geografía, larga y angosta faja de tierra, largo pétalo, con forma de
remo, provincia fértil señalada en la región antártica famosa, tutelado por el
mar, un enorme desierto y la cordillera de los Andes.
Sin ir más lejos, cuando salía de mi casa al liceo, siempre
al fondo cubierta de nieves eterna, divisaba la
cordillera y a un costado iba
viajando con el río Mapocho, ese hilo terroso huérfano de mar y de aguas.
Tanta historia ha pasado bajo los puentes de Chile,
país de catástrofes telúricas, colosales, primaveras inolvidables, masacres,
desaparecidos, campos de concentración, exiliados, sometido por una tiranía,
tan gallardo en la Araucanía, que es difícil pintarlo en una acuarela.
Está surgiendo un Chile vanguardia, pionero, valiente,
de rojos vinos, humeantes empanadas, de profundo y rico mar, altivo, joven, de
maravillosos contrastes geográficos, diversos climas, volcánico, araucano,
ese Chile, renacido de las llamas y las
cenizas, hoy en sus serenos valles
proclamando la esperanza y caminando hacia el porvenir.
Rolando Gabrielli 2022
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