martes, diciembre 21, 2021

Un tiempo para el futuro

 

Un poema  no va a salvar el mundo, me dijo una mujer cuando iba leyendo un libro en el Metro, que ella descifró como un poemario, y yo me dije, esto es perfomance, la poesía puede brillar en las alcantarillas de la  ciudad o morir en los museos de la academia.

La mujer cargaba una mochila, hoy la gente se desplaza para una aventura, estamos en guerra, sobreviviendo un virus, el cambio climático, el desempleo, todas las miserias reunidas en nuestras plagas egipcias. Sentí que los poemas, las palabras, me refrescaban, producían las dosis de oxígeno correspondientes a la travesía que estaba haciendo por la ciudad. Cada día es una carrera de obstáculos, agazapado en silencio, casi inmóvil, mudo, arrebatado de cualquier expresión corporal, protegido por una mascarilla y  una careta de plástico que aún ficciona más nuestra realidad.

La mujer descendió en una estación cualquiera y se evaporó en la multitud como un poema que no busca pasar a la posteridad, ni cambiar el mundo, solo encontrar un lector que sienta que su vida ya no es la misma.

Ya no recuerdo la ciudad en que ocurrió esta situación, los sueños suelen ser no tan claros, a veces, enigmáticos y nos proyectan  por cualquier ciudad o lugar del mundo. Lo importante es que al poema le espere un lector.

Del Epilogar chileno

Chile es un país re curioso, raro, bautizado como una loca geografía, larga y angosta faja de tierra, largo pétalo, con forma de remo, provincia fértil señalada en la región antártica famosa, tutelado por el mar, un enorme desierto y la cordillera de los Andes.

Sin ir más lejos, cuando salía de mi casa al liceo, siempre al fondo cubierta de nieves eterna, divisaba la  cordillera y a  un costado iba viajando con el río Mapocho, ese hilo terroso huérfano de mar y de aguas.

Tanta historia ha pasado bajo los puentes de Chile, país de catástrofes telúricas, colosales, primaveras inolvidables, masacres, desaparecidos, campos de concentración, exiliados, sometido por una tiranía, tan gallardo en la Araucanía, que es difícil pintarlo en una acuarela.

Está surgiendo un Chile vanguardia, pionero, valiente, de rojos vinos, humeantes empanadas, de profundo y rico mar, altivo, joven, de maravillosos contrastes geográficos, diversos climas, volcánico, araucano, ese  Chile, renacido de las llamas y las cenizas, hoy  en sus serenos valles proclamando la esperanza y caminando hacia el porvenir.

Rolando Gabrielli 2022

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