No hay que
perder el timón de las palabras,
ni la gramática o la furia de las olas
que parecieran avanzar
hacia algún lugar que no sabemos.
Es cuando
el poema tiene voz propia,
humedece
sus vocales y consonantes,
en la tensa
cuerda de un probable naufragio
y aún sin
avistar tierra firme,
asoma cauteloso, temblando
en la voz silenciosa de la Musa.
Rolando Gabrielli 2022
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