No sé en que podría inspirarme en estos tiempos,
vi a mis maestros leer como monjes medievales,
buscar la piedra filosofal y practicar la alquimia del verbo
en cuartos miserables, parques públicos, bares
y leer sus poemas en los auditórium de las universidades.
Viajaban cofrades de un mismo espíritu por las provincias
y alguna vez me uní a ellos
para vivir el encanto de lo desconocido
lo que suelen revelar las palabras
y saqué grandes enseñanzas.
Los vi con mis propios ojos
hacer un trabajo de relojería
con las palabras, con tal precisión,
interpretando los tiempos a su manera.
No sé si llegaron muy lejos y se sintieron complacidos
de su esfuerzo por años sin que nadie se diera cuenta
(yo siempre los he admirado, he ido contra la corriente)
y no pocos quedaron en el camino, es cierto,
a merced de críticos, viajes esporádicos,
La juventud y el reino de las palabras
resultan ser caminos enigmáticos
y tentadores, por más inciertos
que se sepan de antemano por repetidos.
No sé en qué me pueda inspirar en estos tiempos,
que no sea recorrer caminos de ripio,
recoger la hojarasca del patio de mi casa,
no poner atención al mal tiempo,
algo que no lo resuelve un paraguas
o salir más temprano de casa.
Todo es inaceptable para la meteorología,
el hombre no vislumbra siquiera
su propio horizonte catastrófico.
Rolando Gabrielli2022
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