Estaba en mi rutina de las mañanas
caminando en el parque al lado de mi casa viendo como corrían dos Gato solos
hacia el bosque y eché mano al bolsillo para sacar el celular y fotografiarlos.
Son rápidos, pero alcancé a uno en la instantánea cuando se disponía dejar el
parque por una improvisada salida.
Revisé de un vistazo si había llegado algo importante o interesante, y de
pronto vi el retrato de mi profesor de Técnica de la Expresión en la Escuela de
Periodismo de la Universidad de Chile, Antonio Skármeta, con el anuncio que
había fallecido a los 80 años.
Mi película mental recorrió
diversos escenarios, mientras pensaba que cuando estudiábamos y escuchábamos en el
salón de clases a nuestro profesor absolutamente informal, con una filosofía muy
parecida al Club de los Poetas muertos, siempre con entusiasmo, vitalidad,
viviendo el carpe diem de cada instante. Me detuve un momento y pasaron las escenas más diversas como el
tren bala que solo se detendrá en la última estación.
Skármeta, autor de El entusiasmo, un grupo de cuentos donde
se siente y vive una atmósfera como si lleváramos dentro un dios y
fuéramos invencibles, así impartía sus clases, sentado sobre la mesa del profesor que pasa a ser uno más de la clase. Había
libertad, creatividad, aventura, que es
esencial en la literatura, clave para quien estuviera dispuesto a incursionar
en ese campo.
Recuerdo cuando nos leía un
cuento emblemático del norteamericano J. D. Salinger, Un día perfecto para el
pez banana, siempre expresivo, didáctico, minucioso, como un detective buscando las pruebas, hallazgos detrás de las palabras, un lenguaje con todos sus significados.
Pienso, ahora, más de medio siglo
después, que alguno de los que estábamos allí, podríamos haber pensado en
alguna ocasión, ¿Y por qué no podemos ser escritores también? Años después,
quizás, ese fue el valor que le di a las clases de Técnica de la expresión,
donde también conocimos a otro escritor vital, como Hemingway, un creador de
atmósferas formidable. Fue quien sentenció: un escritor debe tener un buen detector de mierda.
Qué resumen más preciso, vine a
comprobar años después, cuando comienzas a respirar literatura, a vivir
literatura, a rayar páginas, escuchar a otros que viajan con su propia brújula en una misma
sintonía, a dormir con las palabras,
escribir y escribir en cuadernos
improvisados, papel, en la memoria, repasar una y otra vez lo que uno considera
su propia historia literaria, vivir el carpe diem de la palabra.
Estoy viendo a Antonio Skármeta
pasearse por los prados del Pedagógico, una noche de fiesta de mechones, esos
malones con música, tragos, algo para picar y el gran entusiasmo de los
participantes, contando su vida va de la a hasta la z, vaciando los sueños de un
solo trago, publicando en el aire el
porvenir de sus próximos días, destapando botellas de felicidad, ese tú a tú
sin tiempo, ni orden de ninguna naturaleza, poniendo el cuerpo sin límites. Buceaba
con su propio aliento y oxígeno en búsqueda de personajes tal vez, atmósferas,
lenguaje, anécdotas, una historia, alimentando su propia mochila, porque la
materia prima de un escritor está en todas partes. Es un sueño tal vez que
provocamos al ingresar a un espacio y
juntar después las voces en nuestra memoria.
La última vez que vi a Skármeta
fue en Panamá. Me acerqué poco antes que iniciara su conferencia y le regalé
mis dos libros. Fue todo como un disparo de un día de caza. Explosivo y veloz.
Alcanzó a decir, que bien impresos están. No tuve tiempo de dedicárselos. Ahora
lo hago con esta nota al voleo, porque me
alegra mucho que la noticia de su muerte fuera un fakes news, uno más entre millones que circulan por el mundo y
siembran las redes con la más estúpida
de las maestrías. Supe que dijo, cuando se enteró, “estoy vivito y coleando” y
yo agregaría, desnudo en el tejado.
Rolando Gabrielli 2023
1 comentario:
"Desnudo en el Tejado" què buen relato, contàs en algo breve varios Ejes, primero un "gran pedagogo el profesor que habilita, crea una atmòsfera donde lo digital estaba ausente, entonces uno se imagina , el lector..esas aulas, èl allì sentado, imagino unos lentes puestos , algunas ventanas altas, olor a madera ....allì ya algo pasa con el lector que el relato dispara una escena cultural de època.
Luego hay algo de este escritor/pedagogo/docente que produce una pregunta en el aprendiz ....Porquè no ser escritor? ...esa pregunta confirma que el paso de Skàrmeta no fue en vano,y como siempre esas historias mìnimas para la estùpida Prensa son las historias màximas que cambian la vida , que despiertan el deseo de andar, de escribir, de crear. Pero fundamentalmente de "encontrarse con otros", de tocar un punto humano que despierta una pregunta.
Debe tener un buen detector de mierda") . Maravillosa metàfora. Muy lindo el comienzo tambièn donde estas caminatas no son sòlo caminar, en forma sanitaria, sino es como "caminarse" interiormente, seguir produciendo/viviendo en movimiento.
Publicar un comentario