La poesía es casi un acto de fe,
ni siquiera una vocación tardía
o el soplo azucarado de un domingo,
bajo los frondosos robles o los ingenuos
melancólicos sauces llorones.
De cualquier manera, la poesía
subyace bajo la palabra,
convicta de su olvido.
Y bajo la lápida del mercado,
aún respira.
Ha superado la horca, la guillotina,
la bala en la cien, la anestesia del tiempo,
cloroformos burocráticos estatales,
el infinito menosprecio privado,
la indolencia editorial,
el fuego sicópata de los tiranos.
la enfermedad terminal del mercado.
La poesía sonríe,
escribe su epitafio,
detrás del espejo
Rolando Gabrielli2023
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