lunes, septiembre 11, 2023

La historia comenzó antes del 11 de septiembre de 1973

 

Lo que ocurrió hace 50 años y sorprendió al mundo y no debemos olvidar, sucedió un 4 de septiembre de 1973, un tenaz luchador social llamado Salvador Allende, quien había optado por tercera vez a la presidencia de Chile, había ganado la justa electoral con un 36.2 por ciento, esa reñida e histórica elección presidencial. Ese día salimos a celebrar el triunfo, como miles de chilenos, con  el poeta Waldo Rojas y su esposa, frente al balcón histórico de la sede de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH). Allende, sonriente, sereno, firme, habló del triunfo, su significado para el pueblo, agradeció a los chilenos y se iniciaba un gobierno diferente: el pueblo entraría a La Moneda, a la casa  de gobierno.

Allende era un experimentado político el 73, había sido ministro, senador por un vasto período, primer socialista presidente de un Senado democrático y lo que la oposición parecía desconocer, un artífice del tejido político del más grande frente social y político construido en Chile.

Asumía como el primer presidente  socialista del mundo electo por el voto popular de manera democrática y anunciaba  la puesta en marcha de un proyecto único al estilo chileno con empanadas y vino tinto. Fue la conmoción más grande experimentada por el espectro político de la derecha y democracia cristiana en ese entonces, y de Estados Unidos, que juntos intentaron impedir su ascenso al poder y le costaría la vida al Comandante en Jefe del Ejército de Chile, General René Schneider. Chile entero se estremeció y Allende mantuvo firme su pulso ante la conjura, la campaña del terror, toda suerte de obstáculos y burdas engañifas de políticos golpistas que se hacían pasar por democráticos.

Allende gobernó Chile mil días y desde antes que asumiera sufrió el boicot de las clases dominantes y Estados Unidos, campañas de terror publicitario, político, económico y desprestigio incesante, como autoatentados y todo tipo de maniobras antidemocráticas. En el frontis de la Universidad Católica de Chile colgó un eslogan para la historia, que reflejaba  la dimensión de lo que estaba ocurriendo: Chileno, El Mercurio miente. Ese estigma quedaría forjado en la piel de caimán de ese periódico y su cadena de diarios golpistas, antidemocráticos y precursores de las fakes news.

La oposición no dejó gobernar a Allende y ello aumentó las contradicciones internas de los partidos políticos que le apoyaban y polarizó al extremo el país con una campaña de desabastecimiento de alimentos básicos dirigida por los empresarios. El experimento, laboratorio Chile, el llamado socialismo democrático, la vía chilena, no era aceptado por el poder económico y la derecha antidemocrática. Otras explicaciones escapan de la historia, se había nacionalizado el cobre con  apoyo de todas las fuerzas políticas, y  logrado que la mayor riqueza de Chile fuera el sueldo de los chilenos. Un gran paso en medio de las continuas confrontaciones y pugnas políticas, aunque el presidente se mantenía dentro del marco democrático y todo intento, de seguir con el cuento, que iba hacia una dictadura, se hace sal y agua después de 50 años.

A 100 metros de La Moneda los periódicos insultaban al Presidente Allende y nunca se restringió la libertad de prensa, expresión, ni se agredió a periodistas por parte del oficialismo. Chile era estudiado como un fenómeno pluralista en lo político, social, económico, por gobiernos extranjeros, intelectuales, artistas, y todo interesado en un proyecto inédito a nivel mundial, absolutamente democrático. En los mil días del gobierno, la derecha y su aliado del norte se inventaron las mil y una historia, incluidos asesinatos para hacer fracasar el gobierno, hacer chillar la economía como había amenazado y dado la orden Nixon. Todo esto ya es historia conocida públicamente y forma parte de un arsenal de arbitrariedades bien montada durante los mil días que culminaron con el Golpe de Estado cívico-militar. 

Allende fue un presidente democrático, honesto, identificado con Chile, su pueblo, la clase trabajadora, luchó toda su vida por un Chile más próspero, con mayor acceso a la educación, salud, vivienda, cultura y se propuso un proyecto inédito desde el pluralismo y la democracia. Un político verdaderamente honesto, nunca lucró para sí mismo, un ejemplo, tantos años en la política y brilló por su ética, ni los militares pudieron manchar su historial, por eso su figura trasciende las fronteras chilenas. No hay discusión al respecto. ¿Quién puede decir lo mismo, demostrar ante la historia una postura como la de este legendario político? Lo vi tres veces en mi vida. La primera cuando visitó el hospital San Borja para ver a su secretario que estaba internado. Recuerdo que saludó de beso a una tía mía, la más bonita de todo el grupo. Yo estaba visitando a mi mamá hospitalizada. Ya era presidente. Pero la primera fue en Ñuñoa, habíamos 100 personas, era candidato, venía impecable con un abrigo tipo Humprhy Bogart. Igual habló ante ese pequeño grupo. Y la segunda en el balcón de la FECH, el día del triunfo.

Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención es el odio que le tenía la derecha, décadas antes de ser presidente, ya El Mercurio lo atacaba periódicamente, era su objetivo identificado. Fuimos muy inocentes en ese entonces, el fascismo estaba en las calles, convivíamos con él, mil días después lo comprobaríamos en vivo y en directo. Recuerdo al General Gustavo Leigh en la televisión que llamaba a: “extirpar el cáncer marxista”. Dicen los estudiosos que fue adoctrinado en la Escuela de las Américas de Panamá y Estados Unidos. Había un Chile subterráneo con una conocida historia de matanzas de obreras, campos de reclusión inhóspitos, que volvería a aflorar el 73 con una mayor vehemencia, salvajismo, masividad, intolerancia, brutalidad, que superaría aquellos días de la Matanza de Santa María de Iquique.

El gobierno de Allende abrió de par en par las puertas a la cultura y su logro más puntual fue fundar la Editorial Quimantú, que significa sol del saber en idioma mapudungún, y que en 21 meses de existencia, editó más de 250 títulos  con 20 mil y 50 mil ejemplares, para un gran total de más de 10 millones de ejemplares. Publicaba revistas culturales, clásicos universales, chilenos, escritores vivos. Chile en ese entonces tenía unos 10 millones de habitantes. Libros al alcance de todos, valían como una cajetilla de cigarrillos y podías leer Crimen y castigo en cualquier plaza pública o lugar. Se respiraban ideas, proyectos, sobre todo, sueños y un mejor futuro. Había entusiasmo en la juventud universitaria comprometida con los cambios, una ola crecía en el horizonte y arrastraba con optimismo a cada uno de nosotros.

El régimen militar desde sus primeros días quemó libros en las calles, guillotinó millares de libros de Quimantú, nos hizo acordar las hordas hitlerianas frente a las fogatas de libros. Su similitud no sólo era en las vestimentas, sino en la filosofía de vida, su enfoque político y trato con los opositores. Hay demasiadas historias al respecto, anécdotas, pero los atentados contra los derechos humanos, la educación, salud, la cultura, no tuvieron límite. Borraron de la mente de los chilenos el espacio público, en cada esquina policías, militares, civiles, vigilando, espiando, atropellando a las personas. Así ocurrió en la Alemania nazi, la gente no podía desplazarse en las noches por las calles sin ser detenidas. Junto con el apagón cultural, desapareció la vida nocturna, y gran parte de la intelectualidad y artistas se exiliaron, la diáspora se dispersó por el mundo.

La historia política de un país puede ser una pesadilla, tal como ocurrió en el Chile de Pinochet y los Chicagos boys, los terroristas del shock económico y expertos en recetas  donde la mano oculta del mercado vendría a equilibrar la economía. Todos y cada uno de los experimentos llevaron a crear una desigualdad pavorosa que aún se mantiene en Chile y que junto con la represión social, completaron un cuadro clínico. Se incubaron tantas miserias. Sin embargo, más allá de estos hechos, conflictos, divisiones  entre chilenos, debiera sacarse una lección y reflexionar, aún en medio de las diferencias, buscar la justicia para aquellos que aún permanecen en el limbo y una reconciliación verdadera. Avanzar como sociedad, mejorar las condiciones de salud, educación, laborales de los chilenos aún postergados. Nadie es dueño de la verdad absoluta, no existe, pero existe una agenda social y económica sobre la cual se puede y debiera trabajar. Un Chile mejor es posible y necesario. Chile sabe que hay una herida profunda y que se debe sanar. Ningún cuerpo enfermo puede alcanzar el bienestar. Es hora de abandonar los viejos postulados que llevaron al enfrentamiento a la sociedad. Los desmedidos apetitos económicos de una clase dominante históricamente, solo traen resquemor, desconfianza en el pueblo. Es hora de un mensaje que lleve al país a acuerdos sustanciales y duraderos, y a suscribir una Constitución realmente republicana donde se respete los derechos de todos los chilenos. Chile merece disfrutar un mejor presente y un futuro lleno de esperanza. Chile debe salir fortalecido en esta fecha y aunar esfuerzos para resolver los grandes desafíos del presente siglo. Las divisiones estériles debilitan los cimientos de una nación.

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