Escribir una novela
de la mano del o la protagonista, recorrer con ellos su vida, los lugares de su
infancia, del presente, mantener ese pulso diario, es absolutamente apasionante
e irrepetible, porque en ese cajón de sastre que es la narración, acuden personajes,
historias, esa realidad asombrosa que el lenguaje va re-conociendo,
investigando con absoluto rigor de la realidad y de la ficción, constituye una
poética de la vida que nos ha tocado vivir para que otros la disfruten
igualmente con pasión. Y no pareciera, pero hay un presente paralelo irrenunciable.
(Puedo decir que sentía los pasos de la protagonista a miles de kilómetros, el
aroma de su piel, la risa, el marcado acento del sur, vivía su vida cotidiana
desde que se levantaba y tomaba su primer café, nos conectábamos por tierra,
mar y cielo, desde luego a través de Internet).
· El silencio libra sus
mejores batallas en silencio
Uno comienza
aparentemente a entender por qué brilla intensamente sobre la página en blanco
un camino desconocido, oscuro, a veces, y es el lenguaje quien tiene esa llave
maestra, donde el pasado toma vigencia y cumple su papel de revelar, proponer,
transformar cada una de las experiencias vividas e imaginadas o por vivir. Se
hace memoria viva de su propia historia.
Un poeta, al
menos mi experiencia, no se instala frente a un mapa para
diseñar meticulosamente la trama a través del detallado deambular de
los personajes de la novela (del texto en cuestión) y establecer una especie de
cuartel central donde se mueven con precisión las piezas de un rompecabezas y
en el hilván del ajedrez, sus movimientos van cobrando consistencia. No es mi
caso, lo que he escrito y dejado reposar más de una década en silencio
absoluto, es producto de la tempestad de cada día y noche, interpretando,
socorriendo, escuchando a la protagonista, tratando de salvarla de sus abismos,
idas y venidas, y muchas veces dejándola llevar al viento de sus ideas,
contradicciones, a la suma de sus actos que ni ella domina y menos, quien, a
veces, escribe esa agonía deslumbrante. Es cuando el lenguaje entra en esa vida
e irrumpe, muchas veces, entre la soledad y el silencio, la pasión y el deseo.
Es tal la fuerza de lo que el lenguaje, la imaginación, realidad, son capaces,
que una historia se va construyendo sobre los espacios que va dejando el
silencio cómplice. Algunos, libran al silencio de cualquier responsabilidad en
una narración, pero ese no es mi caso, hay personajes que lo expresan con una
voluntad única y una pasión intransferible.
· Escribir
es respirar
Esta escritura
tenaz contra viento y marea, que tiene el telón de fondo de la historia vivida,
de micros mundos paralelos, lo más probable es que no sea una novela, sino una
mixtura de géneros, donde lo híbrido busca armar el cuerpo del delito del texto
central. ¿La pasión puede llegar a ser un delito? Una aventura es apasionante,
es un viaje sin itinerario, es un salto casi al vacío, aunque vayas acompañado,
es un misterio hacia lo desconocido, por eso apasiona, lleva a descubrir,
escudriñar donde solo a veces las palabras pueden llegar, es una retórica que
se inventa así misma, se evade en algunas oportunidades, reencuentra, recrea,
se denuncia por obvia, y yo la prefiero siempre cómplice. Testimoniar es
un deber en nuestras vidas, como escribir, respirar.
Hoy los géneros
literarios se confunden unos a otros para convertirse en nuevos signos de
expresión. Estas 400 páginas fueron escritas hace un tiempo
que he olvidado con precisión, pero el esfuerzo suma sus buenos
años, al tiempo que tendría que buscar entre cientos de papeles, libretas,
apuntes, correos, esa fecha mágica en que se encendió la lámpara de Aladino. Es
algo pendiente, que tendré que hacer, como volver a revisar lo escrito y
concluirlo. Es un deber ante la protagonista que ya no está físicamente, editar
una historia particular, única, que el tiempo ha guardado casi de manera
inexplicable, un poco secreta e indiferente, pero obstinada, resuelta, al
parecer.
De las crisis de la
novela se han derivado tantas muertes como velatorios. Habiendo numerosos
ejemplos de la flexibilidad y encanto del género, de su voluntad camaleónica
por ser o no ser y volver a ser, que resulta novelesco hablar de su final o de
reflexionar acerca de su continua contaminación. No he pensado en la academia,
ni en la lista de géneros y sus derivados, más bien he dejado correr la
hipnosis de la imaginación y las palabras, el azar de los días y la terca
memoria, esa obsesión que fija el tiempo sin ningún compromiso de manera
espontánea y las ganas de vivir la historia.
· El
azar interviene sin ninguna pretensión
Debo confesar que
nunca he tenido una idea explícita del relato, me he dejado sorprender por las
historias, los acontecimientos, la protagonista que pulsa más de un
camino dentro del texto que se apoya en lo sorprendente que resulta ser
la vida de cualquier ser humano. Milan Kundera, un maestro de la novela,
sostiene que la obra de cada novelista contiene una visión implícita de la
historia de la novela. Los consagrados novelistas trazan una arquitectura de la
novela, una especie de diseño, donde cada espacio ocupa su lugar en el libro.
He trabajado por más de dos décadas con arquitectos y no los veo escribiendo
una novela y a mí tampoco, diseñando plantas para edificios. Lo cierto es que
no he encontrado a un lector desinteresado para este texto, que nació
de un afortunado encuentro como suele suceder cuando interviene el azar sin
ninguna intención y menos pretensión.
Una novela o su
símil, puede escribirse para distintas tentaciones, cada autor certifica en
ellas sus propios demonios, los asume, les otorga una dimensión y su propio
significado, para alcanzar algo muy parecido al espíritu de la
novela, cuya atmósfera no es absoluta, sino una vela a voluntad de o los
vientos marinos. En este escrito, que no calificaré, ni clasificaré, están los
sueños y la realidad, como parte intrínseca de la ficción. García Márquez
descubrió en la Metamorfosis, de Kafka, Transformación para
Borges (que se negó a escribir una novela), que en la novela todo era posible
si una persona se convertía de la nada una mañana en un gigantesco insecto como
le ocurrió a Gregorio Samsa
· El
espíritu de la novela, es el espíritu de la continuidad
Me quedo con el
viaje, la aventura, los sueños y la realidad, con el cajón de sastre que
resulta ser una novela o los géneros que en ella se revelan, desvelan y en el
tamiz que se desprende de su lectura e interpretaciones. Lo importante es que
no estamos ante un soldado entonando algún himno frente a una bandera, para
convencerse que pertenece a algo y está dispuesto a marchar hacia el infinito.
Me he extendido, quizás más de la cuenta para hablar de un cuerpo invisible, no
he citado a Cervantes, padre de este género dinosaurio para algunos, ni a
Joyce, Proust, Dostoyevski, Cortázar, Faulkner, etc., porque son muchos los que
han instalado la novela en el siglo XXI, desde hace varios siglos. Eso
demuestra la consistencia del género, su resiliencia para destacar su capacidad
no solo de adaptación para los nuevos tiempos, sino por su versatilidad para
superar los obstáculos de las modas y la banalidad, tan de moda en la
actualidad.
Me parecen más que
pertinentes estas palabras de Kundera cuando dice que: el espíritu de
la novela es el espíritu de la continuidad, cada obra es la repuesta a las
obras precedentes, cada obra contiene toda la experiencia anterior de la
novela.
Pero el espíritu de
nuestro tiempo se ha fijado en la actualidad, que es tan expansiva, tan amplia
que rechaza el pasado de nuestro horizonte y reduce el tiempo al único segundo
presente. Metida en este sistema, la novela ya no es obra (algo destinado a
perdurar, a unir el pasado al porvenir), sino un hecho de actualidad como
tantos otros, un gesto sin futuro.
· La
novela es hija del rigor
Con cauteloso
optimismo, apostando al ingenio, creatividad, curiosidad humana, dejemos que la
novela siga construyendo su propio futuro, sin olvidar que la estupidez también
camina a paso firme abriendo sus propios caminos. La novela, la literatura, la
imaginación, el pensamiento humano ha llegado a otros planetas antes que las
tecnologías lo hayan hecho posible. El hombre no dejará de imaginar otros
mundos, enriquecer el suyo, mientras esté vivo, intentará el viaje y es lo que
he intentado con este relato, escritura, vivencias, aventurar en el pasado, no
dejar de soñar, siempre con esperanza y continuar la historia, a veces, la
literatura resulta algo personal.
La novela es hija
del rigor, Cervantes inició el Quijote en la cárcel de
Sevilla, luego de ser acusado de malversar fondos de unos impuestos. Diez años
se demoró antes de comenzar la segunda parte, probablemente por la aparición de
una apócrifa de Villaneda. En su vida, que fue muy azarosa, no era considerado
un autor serio, y vivió en pobreza. Las 24 horas del Ulises de
James Joyce, una obra maestra, cuya primera edición fue el 2 de febrero de
1922, fue rechazada durante años y quemados sus ejemplares que vieron la luz en
Estados Unidos.
· Los
caminos se bifurcan
Kafka, el más
tímido, curioso, misterioso, brillante. Inconcluso, quizás de los novelistas
del siglo XX, fue un corredor de fondo –que tuvo poco tiempo- en medio de
obstáculos visibles e invisibles, pero obstáculos al fin. Tal fue así, “que
nombró a un pirómano”, su amigo, Max Brod, para que quemara su obra
que lo llevaría a ser una de las cumbres de la narrativa del siglo XX. La
novela tienes sus caminos que se bifurcan, por la mano maestra
de un autor o de las circunstancias. El Quijote iba camino a Zaragoza en su
segunda entrega y terminó yendo a Barcelona, para dejar en descubierto un
plagio.
Ejemplos, explicaciones, como
críticas, opiniones de toda naturaleza sobran, aunque son importantes y algo de
ellas aprendemos. Kundera nos advierte que la novela es, ante el olvido, un
castillo pobremente fortificado. Si para 20 páginas, añade, cuento una hora de
lectura, una novela de 400 páginas requerirá veinte horas, digamos, pues, una
semana. Pocas veces, dice, encontramos una semana libre.
Rolando Gabrielli2023
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