A CIEGAS CON NERUDA, sin cita
(esto ocurrió en la casa del poeta y ya no estaba aparentemente allí)
No vayan es lo que les puedo decir y menos a una Cita a Ciegas con el poeta en La Chascona. Es inaudito, algunas ya son mayorcitas y leyeron los 20 Poemas de Amor y una Canción desesperada. No digan que no. Entre nos, es un Folletín amoroso y lo escribió a los 20 abriles, cuando aun era oficialmente Neftalí Reyes Basoalto.
Ya ahí se sabía para donde iba el joven poeta parralino residente en Temuco y desesperado de amores, muelles del alba y posteriormente rangúnes y malignas, y por ahí podría seguírsele la pista infinita y más inmensa sin ella.
Hasta los últimos días de su promesa de seguir viviéndose, guardó blancas colinas, muslos blancos, bajo el poncho, el Vate de Isla Negra en su Galope Muerto, galopaba en la sumergida lentitud, como lo oyen ustedes desde lo alto de los caminos. ¿Comprenden?. Por ahí camina con su capa de ferroviario, sombrero alón, recitando con Rojas Jiménez, en el amanecer friolento de Santiago de Chile, la ciudad de entonces, porque ya no somos los de antes, ni los mismos. ¿Comprenden señoras y señoritas?
Si solamente me tocaras el corazón, si solamente pusieras tu boca en mi corazón. Ojo poetas, no estamos hablando de cualquier acción burocrática en materia amorosa. ¿Han oído hablar de eso?. Es del mito de Isla Negra, pero hay mucho más, y cuando el río suena, piedras nerudianas trae en sus corrientes.
Además la Cita a Ciegas es de noche, craso error, debieran buscar la hora del crepúsculo, tiempo nerudiano por excelencia, encontrarían al poeta melancólico, ido en las tardes de Maruri, más liviano, y menos peligroso, sin duda. Pero se inclinaron por la oscuridad, la boca del lobo. Hay abandono de la conciencia, que podría ser interpretado de dos maneras. Un acto poético irrefrenable, legítimo, propio de la especialidad, negligencia inconsciente del consciente, empujado por una búsqueda irrefrenable del propio yo poético. Hasta ahí, un ejercicio que no escaparía de la normalidad rutinaria de una Oda Elemental.
Quienes miramos los toros detrás de La Chascona, sin velas en este cumpleaños poético, por demás justo reconocimiento a la chilenidad y universalidad absoluta del bardo, suponemos que es un riesgo calculado, irrefrenable, un encuentro bis a bis con el Vate, sabiendo que rondará por esos sitios, en las proximidades del Cerro San Cristóbal, donde amó con pasión de soneto de amor y el mismo se definiera como hombre generoso de amores.
Solamente lean en estas pequeñas pistas en un millar de poemas ampliamente divulgados, entrevistas, el arsenal amoroso poético nerudiano de todos los tiempos, síganle la huella como una señal al fuego vivo, a Los Versos del Capitán, que condujeron al poeta a La Chascona.
Amigas, perdónemne la confianza, pero después de leer el Kamasutra no tengo límites, verbales al menos, por ahora. Veamos, pruebas al canto, en el poema El deseo, dice la confesión nerudiana que debiera prevenirla señoras y señoritas antes de entrar al ruedo: Soy el tigre, Te acecho entre las hojas/ anchas como lingotes/ de mineral mojado. Llegas. Desnuda te sumerges. Espero. Entonces en un salto de fuego, dientes, de un zarpazo derribo tu pecho (¿Están tomando nota?) tus caderas. Bebo tu sangre, rompo tus miembros uno a uno. Y aquí viene la advertencia de la cual hago viva alusión y temo por vuestras carnes y pieles ingenuas señoras y señoritas, poetas todas. Y me quedo velando /por años en la selva /tus huesos, tus ceniza...Ahí está el hombre, no se ha ido, al acecho. ¿O ya se olvidaron de las rosas del pubis? En guerra avisada, no mueren soldadas. “Apegada a mis brazos como una enredadera”, dice el verso en 20 poemas. ¿Ustedes ya revisaron el lugar, sino hay una enredadera por ahí? ¡Señoras, Señoritas, Caution, precaución, por favor! El Vate de joven confesóse “ebrio de trementina y largos besos”, que podrían extenderse hasta hoy. Si ven una boca, una lengua flotar, o sienten una risa, los pasos algo lentos, y les palpita el corazón demasiado rápido, es que está ahí y dirá. Pálido y amarrado a mi agua devorante cruzo en el agrio olor del clima descubierto. Aún vestido de gris y sonidos amargos. Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única, lunar, solar, ardiente y frío, repentino, dormido en la garganta de las afortunadas islas blancas y dulces como caderas frescas.
Sí, es él. “He ido marcando con cruces de fuego el atlas blanco de tu cuerpo. Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose”.
Tantas pruebas inconfundibles: Hoy me he tendido junto a una joven impura/ su pecho como un fuego de dos llamas/ ardía en dos regiones levantado / y en doble río llegaba a sus pies/ grandes y claros.
Si no recuerdan estos versos residenciarios, de Angela Adónica, que concluyen en: Un clima de oro maduraba apenas/ las diurnas longitudes de su cuerpo/ llenándolo de frutas extendidas/ y oculto fuego...estarán perdidas y ya no saldrán más de La Chascona.
Yo te llamo Chascona mía y enmarañada: mi corazón conoce las puertas de tu pelo. Cuando tú te extravíes en tus propios cabellos, no me olvides, acuérdate que te amo, no me dejes perdido ir sin tu cabellera por el mundo sombrío de todos los caminos que sólo tiene sombra, transitorios dolores, hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.
Todo estaba documentado antes de llegar a la Cita a Ciegas. Y el verso cae al alma como el pasto al rocío, Señoras. Ustedes son 20, como los poemas leyendas del Vate, los inmortales del Folletín, que los chilenos que somos de la Diáspora escuchamos recitar en conferencias, radios, academias, colegios, universidades, hechos carne y hueso, expresión viva de la poesía, a pesar del mundo digital y su sirvienta diabólica, la televisión. En dedicatorias, tarjetas u en los casamientos, ahí, el poeta casamentero del amor propio y ajeno.
No las conozco, con excepción de Stella Díaz Varín, quien debiera de haberles advertido porque conoció en vida y muerte a Neruda, y pareciera que Jorodosky, rey del Tarot, no le vio las cartas, y ella aceptó entrar a ciegas, a estas alturas de su vida, si no supiera que Neruda amó como un minero y hasta el fondo cavó en búsqueda del mineral y sus aleaciones.
Pregúntenle a Albertina Azócar, escapada ilesa de la pena y las furias nerudianas, mujer enigmática, dijo Volodia, y vivió para contarlo. Musa de los 20 Poemas, la que le gustaba más callarse y dejar con la boca abierta al Cónsul de Rangún., que le instaba a viajar y casarse, a la díscola estudiante de francés. 113 cartas le escribió en secreto Neruda en una década. Y no aflojó nunca. En una de esas cartas le preguntaba si le amaba aún y si se sentía desnuda en sus brazos. Te beso toda entera, se despedía, sin nada en las manos. Netocha, Netocha le llamaba. (Marisombra en 20 poemas)
Ay Albertina, musa encandiladora de bardos. Tan calladita y como le gustaba en esa expresión, como ausente, al joven Neftalí Reyes Basoalto, hecho una sopa en la misteriosa Rangún , que le arrancó el alma: sucede que me canso de ser hombre. Nadie en la Cancillería le mandó a poner el dedo en el globo terráqueo y salió, Rangún. Que sonaba, hacia un lugar desconocido en alguna parte y en ninguna. Ahí, todas ustedes saben, que la Maligna, escondía un cuchillo detrás del cocotero y quienes vivimos en el trópico hace casi 28 años, sabemos de esas cosas mágicas, tropicales, temperamentales. Y Neruda aún deseaba, repentinamente, dice, quisiera oler su acero de cocina, acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie. La indomable Maligna, le movió en su tiempo el piso al Vate, en esas noches inmensas, solitarias, olvidadas, llenas de furias y olor a mar.
Por ahí debe estar, De pie, como un cerezo sin cáscara ni flores, especial, encendido, con venas y saliva, y dedos y testículos, miro a una niña de papel y luna, horizontal, templando y respirando y blanca y sus pezones como dos cifras separadas, y la rosal reunión de sus piernas en donde su sexo de pestañas nocturnas parpadea.
Neruda creía en todas las materias y en especial la nupcial.
Y al respecto envió numerosas señales para creyentes o no del sexo, cuando dijo sin mayor preámbulo: La pondré como una espada o un espejo, y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas, y morderé sus orejas y sus venas, y haré que retroceda con los ojos cerrados de un espeso río de semen verde. ¿En qué pensaba el Vate? ¿En una comida vegetariana? La inundaré de amapolas y relámpagos, continuaba el poema.
La suerte de las 20 poetas de amor desesperadas, ya está echada. Es todo cuanto registramos y constatamos. Ese invierno en Santiago y la vida segía su curso. Este 12 de julio se celebra el natalicio 102 de Neruda.Cuando vean volando como mariposas en arrullo, a la Guillermina, a Marisol, Marisombra, sin contar las dos esposas oficiales más representativas, Delia del Carril, argentina y Matilde Urrutia, chilena, sentirán la presencia viva del amor nerudiano. Sólo alcen la copa que Neruda está vivo y por fortuna ustedes están con él.
(esto ocurrió en la casa del poeta y ya no estaba aparentemente allí)
No vayan es lo que les puedo decir y menos a una Cita a Ciegas con el poeta en La Chascona. Es inaudito, algunas ya son mayorcitas y leyeron los 20 Poemas de Amor y una Canción desesperada. No digan que no. Entre nos, es un Folletín amoroso y lo escribió a los 20 abriles, cuando aun era oficialmente Neftalí Reyes Basoalto.
Ya ahí se sabía para donde iba el joven poeta parralino residente en Temuco y desesperado de amores, muelles del alba y posteriormente rangúnes y malignas, y por ahí podría seguírsele la pista infinita y más inmensa sin ella.
Hasta los últimos días de su promesa de seguir viviéndose, guardó blancas colinas, muslos blancos, bajo el poncho, el Vate de Isla Negra en su Galope Muerto, galopaba en la sumergida lentitud, como lo oyen ustedes desde lo alto de los caminos. ¿Comprenden?. Por ahí camina con su capa de ferroviario, sombrero alón, recitando con Rojas Jiménez, en el amanecer friolento de Santiago de Chile, la ciudad de entonces, porque ya no somos los de antes, ni los mismos. ¿Comprenden señoras y señoritas?
Si solamente me tocaras el corazón, si solamente pusieras tu boca en mi corazón. Ojo poetas, no estamos hablando de cualquier acción burocrática en materia amorosa. ¿Han oído hablar de eso?. Es del mito de Isla Negra, pero hay mucho más, y cuando el río suena, piedras nerudianas trae en sus corrientes.
Además la Cita a Ciegas es de noche, craso error, debieran buscar la hora del crepúsculo, tiempo nerudiano por excelencia, encontrarían al poeta melancólico, ido en las tardes de Maruri, más liviano, y menos peligroso, sin duda. Pero se inclinaron por la oscuridad, la boca del lobo. Hay abandono de la conciencia, que podría ser interpretado de dos maneras. Un acto poético irrefrenable, legítimo, propio de la especialidad, negligencia inconsciente del consciente, empujado por una búsqueda irrefrenable del propio yo poético. Hasta ahí, un ejercicio que no escaparía de la normalidad rutinaria de una Oda Elemental.
Quienes miramos los toros detrás de La Chascona, sin velas en este cumpleaños poético, por demás justo reconocimiento a la chilenidad y universalidad absoluta del bardo, suponemos que es un riesgo calculado, irrefrenable, un encuentro bis a bis con el Vate, sabiendo que rondará por esos sitios, en las proximidades del Cerro San Cristóbal, donde amó con pasión de soneto de amor y el mismo se definiera como hombre generoso de amores.
Solamente lean en estas pequeñas pistas en un millar de poemas ampliamente divulgados, entrevistas, el arsenal amoroso poético nerudiano de todos los tiempos, síganle la huella como una señal al fuego vivo, a Los Versos del Capitán, que condujeron al poeta a La Chascona.
Amigas, perdónemne la confianza, pero después de leer el Kamasutra no tengo límites, verbales al menos, por ahora. Veamos, pruebas al canto, en el poema El deseo, dice la confesión nerudiana que debiera prevenirla señoras y señoritas antes de entrar al ruedo: Soy el tigre, Te acecho entre las hojas/ anchas como lingotes/ de mineral mojado. Llegas. Desnuda te sumerges. Espero. Entonces en un salto de fuego, dientes, de un zarpazo derribo tu pecho (¿Están tomando nota?) tus caderas. Bebo tu sangre, rompo tus miembros uno a uno. Y aquí viene la advertencia de la cual hago viva alusión y temo por vuestras carnes y pieles ingenuas señoras y señoritas, poetas todas. Y me quedo velando /por años en la selva /tus huesos, tus ceniza...Ahí está el hombre, no se ha ido, al acecho. ¿O ya se olvidaron de las rosas del pubis? En guerra avisada, no mueren soldadas. “Apegada a mis brazos como una enredadera”, dice el verso en 20 poemas. ¿Ustedes ya revisaron el lugar, sino hay una enredadera por ahí? ¡Señoras, Señoritas, Caution, precaución, por favor! El Vate de joven confesóse “ebrio de trementina y largos besos”, que podrían extenderse hasta hoy. Si ven una boca, una lengua flotar, o sienten una risa, los pasos algo lentos, y les palpita el corazón demasiado rápido, es que está ahí y dirá. Pálido y amarrado a mi agua devorante cruzo en el agrio olor del clima descubierto. Aún vestido de gris y sonidos amargos. Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única, lunar, solar, ardiente y frío, repentino, dormido en la garganta de las afortunadas islas blancas y dulces como caderas frescas.
Sí, es él. “He ido marcando con cruces de fuego el atlas blanco de tu cuerpo. Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose”.
Tantas pruebas inconfundibles: Hoy me he tendido junto a una joven impura/ su pecho como un fuego de dos llamas/ ardía en dos regiones levantado / y en doble río llegaba a sus pies/ grandes y claros.
Si no recuerdan estos versos residenciarios, de Angela Adónica, que concluyen en: Un clima de oro maduraba apenas/ las diurnas longitudes de su cuerpo/ llenándolo de frutas extendidas/ y oculto fuego...estarán perdidas y ya no saldrán más de La Chascona.
Yo te llamo Chascona mía y enmarañada: mi corazón conoce las puertas de tu pelo. Cuando tú te extravíes en tus propios cabellos, no me olvides, acuérdate que te amo, no me dejes perdido ir sin tu cabellera por el mundo sombrío de todos los caminos que sólo tiene sombra, transitorios dolores, hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.
Todo estaba documentado antes de llegar a la Cita a Ciegas. Y el verso cae al alma como el pasto al rocío, Señoras. Ustedes son 20, como los poemas leyendas del Vate, los inmortales del Folletín, que los chilenos que somos de la Diáspora escuchamos recitar en conferencias, radios, academias, colegios, universidades, hechos carne y hueso, expresión viva de la poesía, a pesar del mundo digital y su sirvienta diabólica, la televisión. En dedicatorias, tarjetas u en los casamientos, ahí, el poeta casamentero del amor propio y ajeno.
No las conozco, con excepción de Stella Díaz Varín, quien debiera de haberles advertido porque conoció en vida y muerte a Neruda, y pareciera que Jorodosky, rey del Tarot, no le vio las cartas, y ella aceptó entrar a ciegas, a estas alturas de su vida, si no supiera que Neruda amó como un minero y hasta el fondo cavó en búsqueda del mineral y sus aleaciones.
Pregúntenle a Albertina Azócar, escapada ilesa de la pena y las furias nerudianas, mujer enigmática, dijo Volodia, y vivió para contarlo. Musa de los 20 Poemas, la que le gustaba más callarse y dejar con la boca abierta al Cónsul de Rangún., que le instaba a viajar y casarse, a la díscola estudiante de francés. 113 cartas le escribió en secreto Neruda en una década. Y no aflojó nunca. En una de esas cartas le preguntaba si le amaba aún y si se sentía desnuda en sus brazos. Te beso toda entera, se despedía, sin nada en las manos. Netocha, Netocha le llamaba. (Marisombra en 20 poemas)
Ay Albertina, musa encandiladora de bardos. Tan calladita y como le gustaba en esa expresión, como ausente, al joven Neftalí Reyes Basoalto, hecho una sopa en la misteriosa Rangún , que le arrancó el alma: sucede que me canso de ser hombre. Nadie en la Cancillería le mandó a poner el dedo en el globo terráqueo y salió, Rangún. Que sonaba, hacia un lugar desconocido en alguna parte y en ninguna. Ahí, todas ustedes saben, que la Maligna, escondía un cuchillo detrás del cocotero y quienes vivimos en el trópico hace casi 28 años, sabemos de esas cosas mágicas, tropicales, temperamentales. Y Neruda aún deseaba, repentinamente, dice, quisiera oler su acero de cocina, acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie. La indomable Maligna, le movió en su tiempo el piso al Vate, en esas noches inmensas, solitarias, olvidadas, llenas de furias y olor a mar.
Por ahí debe estar, De pie, como un cerezo sin cáscara ni flores, especial, encendido, con venas y saliva, y dedos y testículos, miro a una niña de papel y luna, horizontal, templando y respirando y blanca y sus pezones como dos cifras separadas, y la rosal reunión de sus piernas en donde su sexo de pestañas nocturnas parpadea.
Neruda creía en todas las materias y en especial la nupcial.
Y al respecto envió numerosas señales para creyentes o no del sexo, cuando dijo sin mayor preámbulo: La pondré como una espada o un espejo, y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas, y morderé sus orejas y sus venas, y haré que retroceda con los ojos cerrados de un espeso río de semen verde. ¿En qué pensaba el Vate? ¿En una comida vegetariana? La inundaré de amapolas y relámpagos, continuaba el poema.
La suerte de las 20 poetas de amor desesperadas, ya está echada. Es todo cuanto registramos y constatamos. Ese invierno en Santiago y la vida segía su curso. Este 12 de julio se celebra el natalicio 102 de Neruda.Cuando vean volando como mariposas en arrullo, a la Guillermina, a Marisol, Marisombra, sin contar las dos esposas oficiales más representativas, Delia del Carril, argentina y Matilde Urrutia, chilena, sentirán la presencia viva del amor nerudiano. Sólo alcen la copa que Neruda está vivo y por fortuna ustedes están con él.
Rolando Gabrielli©2006
1 comentario:
Hola Rolando!
Gracias por la carta. Estemos en contacto.
besos
K
Publicar un comentario