"He escrito todos los días de mi vida desde hace 80 años. ¿El secreto? Estar enamorado de todas las cosas. Nací como amante, así he vivido y moriré. Hay que enamorarse y permanecer enamorados. No escuchen nada que no sea su corazón y sigan ese camino. Si alguien no cree en ustedes y su futuro, apártenlo. Sean intensos y apasionados. Hagan eso y tendrán una vida feliz". Ray Bradbury
Ray Bradbury escribe, al parecer, para acercarnos un poco más el futuro. Eso ya es fantástico, como su literatura. El terrícola más obsesivo quizás con Marte. No ha dejado de soñar con visitarlo. Sus Crónicas Marcianas (The Martian Chronicles) son memorables y nos hacen desear viajar al planeta rojo, conocerlo, amarlo y vivir en sus inmensas soledades. Bradbury le puso un escalón más alto a los sueños interplanetarios del hombre. Hay poesía en la espejeante voluntad de sus personajes. Nos perturba con sus sueños, fantasmagorías, la inmensa soledad en ese planeta ya no tan desconocido, pero igualmente invadido por los vientos, anunciado por inmensos cráteres de una infinita soledad, que supo describir mucho antes este escritor norteamericano. Viaja en sus crónicas escritas en 1955, desde enero de 1999 a octubre del 2026. En menos de tres décadas nos revela un mundo asombroso, universo deslumbrante por el terror y lo expectante, todo lo que trae el futuro real, incierto, para ser descubierto. Así comienzan los relatos con El verano del cohete en Ohio, enero de 1999, cuando el verano se instala momentáneamente en un crudo invierno, en que las mujeres pudieron dejar caer sus abrigos de pieles que las transforman en osos con su torpe caminar por la nieve. Y termina con el ex gobernador que quema los papeles de su vieja vida de la tierra en Marte, después de hacer estallar un cohete para no retornar más al planeta azul. “Las guerras crecieron y acabaron con la tierra”, revela a su familia e hijos. No es una excursión de pesca, hemos huido de la Tierra. La Tierra ya no existe. Aquella manera de vivir fracasó y se estranguló con sus propias manos. Estamos solos, algunos más llegarán dentro de poco, somos bastantes para empezar y dar la espalda a la tierra y comprender un nuevo camino. Todas las leyes y creencias de la tierra se convirtieron en cenizas frente al fuego. El último papel arojado fue un mapa del mundo Se arrugó y desapareció como una mariposa negra. Ahora voy a mostrarles los marcianos que tanto he prometido a Timothy, dijo el padre. ¿Dónde están preguntaba el hijo una y otra vez?. El padre y la amdre habían preparado el viaje hacía años. Antes que nacieran, confesó. Aunque no hubiese estallado la guerra hubiéramos venido a Marte. ¿Pero dónde están los marcianos, indagaba Michael, el otro hijo.? "Llegaron al canal. Era largo y recto y fresco, y reflejaba la noche." Ahí están, dijo el padre. "Los marcianos estaban allí, en el canal, reflejados en el agua: Timothy y Michael y Robert y papá y mamá. Los marcianos les devolvieron una larga mirada silenciosa desde el agua ondulada..."
Así comenzaba la colonización de Marte, con la que tanto sigue soñando aún Bradbury, quien desea que sus cenizas lleguen al planeta rojo, cuyo enigma ha llevado a bautizar de esa manera, como marcianos, a los seres extraterrestres que aún los viajes espaciales no encuentran. Son las crónicas sobre Estados Unidos, la vida en ese país, y no es un presente de grandes éxitos el que describe y tampoco vislumbra un futuro cerano tan promisorio. Ese pasado que fue presente alguna vez, se puede trasladar con mayor vehemencia en la actualidad y con todas sus nuevas cargas y atmósferas enrarecidas. Contrario a todo totalitarismo, Bradbury denuncia a quienes en nombre del gobierno recorta las libertades del pueblo. La amenaza de una confrontación nuclear, eran las preocupaciones de la época que Bradbury nos relata en sus crónicas marcianas. Cada día esa realidad es menos ciencia ficción, aunque el autor de El hombre ilustrado y Farenheit 451, haya alertado con su melancolía hace décadas sobre estas cuestiones que envuelven a la especie humana con mayor intensidad en nuestros días. Crónicas Marcianas se editó por primera vez en Inglaterra en 1950, bajo el título The Silver Locusts.
Pasado el mediodía, releo Un Camino a través del aire, fechado en el mes de junio del 2003, por su autor, que lo editto hace casi 56 años de esa fecha. Tan actual, como el tiempo que respiramos. Llueve torrencialmente en el trópico, una tormenta eléctrica ruidosa cae sobre la ciudad. El mar es un espejo negro. Siento el río llenarse agua, sus pulmones crecer, el agua pesa en el aire y todo es gris. El relato de Bradbury, Un camino a través del aire, nos cuenta sobre el día en que todos los negros del Sur de Estados Unidos decidieron montarse en uos cohetes y viajar a Marte. El ferretero blanco del pueblo, Samuel Teece, no puede creer semejante realidad y noticia. Es un misterio como construyeron los cohetes, de donde obtuvieron dinero y tal vez los armaron ellos mismos en África. Se dieron cita en el lago Loon. Sam Teece está decidido a impedir ese viaje y cree que debe actuar la fuerza pública. ¿Cómo los negros ahora los van a dejar, quién hará sus labores en las casas, campos,? Ninguno acepta las ofertas de mejores condiciones de sus antiguos empleadores. "El río era ancho y espeso se había apoderado de todos los objetos de valor... las aguas negras y cálidas descendían desde lo alto de la calle e inundaban el pueblo, como si hubiese un dique roto... el río se secó en el pueblo silencioso..." Sam era el único contra todos que quería detener al último negro que pensaba viajar a Marte. Nada lo impediría, los que no tienen, ayudan a los que tienen, contar de viajar. ¿No comprendo por que se va ahora? Ganan casi tanto dinero como los blancos...
Sam, representante del viejo, nuevo, futuro establishment, ese que nunca pareciera terminarse, se esfuerza como un marido a quien no aman, por impedir el viaje de los negros del Sur, y entre ironías, maldiciones, frustraciones, impotencia, y decidió peseguirlos en su camioneta para matarlos. En medio del camino vio para su sorpresa, como estaban alineados todos los objetos de las casas de los negros. Desde unos viejos patines, zapatos rotos, cajas de zapatos con dinero, pastillas de jabón, colchones a viejas ruedas de automóviles. No quisieron quemar sus cosas como les dije yo, farfulló Sam. Querían verlas juntas por última vez. La camioneta de Sam se empantanó al romper algunos objetos y tuvieron que regresar a pie al pueblo Sam y un viejo acompañante. La gente estaba frente al porche de la ferretería mirando el cielo. "Y vieron que unos husos dorados se elevaban a lo lejos, en el cielo con una estela de llamas y desaparecían..." Sam no quería mirar hacia el cielo y "levantó con aire triunfal un zapato vacío, lo dio vuelta, lo miró bien , y dijo: ¿Lo notaron ustedes? ¡Hasta el último momento me llamó "señor"!
Ray Bradbury, de 86 años, sigue demostrando una vitalidad y creatividad sorprendente, a pesar de sus dos derrames cerebrales que le mantiene un lado del cuerpo paralizado. Mantiene algo nuevo en sus cinco máquinas de escribir. En su más reciente aparición pública en una video-conferencia de la feria del Libro en Argentina, anunció que tiene tres nuevos libros para editar próximamente. Adiós estío es una sus próximas novelas, la segunda parte de su libro editado hace casi 50 años, El vino del estío. En algún lugar toca una banda, contará la llegada de un hombre a un pueblo de inmortales y su amor "por una mujer que luce de 37 años pero tiene 150". "Empecé a escribirla hace 30 años para Katharine Hepburn, pero ella se aburrió de esperarme y murió. Creo que habría estado estupenda en el papel", reveló. Leviatán 1999, es la tercera novela en preparación.
Escribí un solo libro de ciencia ficción, Fahrenheit 451. El resto es literatura fantástica, dijo Bradbury hace cinco años en una entrevista. Y aclaró, la literatura fantástica cuenta cosas que no pueden suceder. La ciencia ficción cuenta cosas que en cambio sí pueden suceder. Los libros en ocasiones pueden hacer cambiar el mundo. Y por eso asustan. Fahrenheit 451 contaba exactamente eso, el extraordinario poder de la literatura. Cuando se publicó en la Unión Soviética, no entendieron que hablaba también de ellos y creo que, en la medida de mis posibilidades, contribuí un poco a hacer cambiar de idea a los rusos, subrayó.
Casi todas las entrevistas que he leído sobre Bradbury le hacen la pregunta cuál es el secreto de su escritura y él responde: "La pasión, sólo la pasión. Es un don divino, no tiene nada que ver con la disciplina o con alguna regla. Yo escribo sin reglas precisas. Creo que proponerse un plan por anticipado mata la creatividad. Las historias yo las quiero vivir mientras las escribo. En cuanto al éxito, no sé de qué depende. Soy alguien que sabe contar historias, nada más. Soy un escritor de mitos y los mitos no mueren nunca. Los mitos griegos y romanos, el Antiguo y el Nuevo Testamento son metáforas en las cuales la gente se reconoce fácilmente. Por otra parte, realmente no me preocupa mucho el éxito. Escribo para mí mismo. Lo más peligroso que hay es saber quiénes somos. El problema de Norman Mailer es que él piensa que es Norman Mailer. Y Gore Vidal está convencido de ser Gore Vidal. Yo no pienso que Ray Bradbury es Ray Bradbury. Yo trabajo todos los días, no tengo tiempo de pensar quién soy".
Recuerdo que en una de esas declaracioens de las más afortunadas dijo que vivía en una casa donde no existían los televisores. Así definió de alguna manera la sociedad que le interesaba que se construyera. Sigue siendo un amante del cine y no sabemos si se recluyó fuera de la TV. Sobre Internet ha dicho lo siguiente y también con relación a las computadoras. "Bueno, para algunas cosas son excelentes, para otras no. Por ejemplo, no comprendo todo ese entusiasmo con Internet y la autopista informática. ¿Quién quiere realmente estar en contacto con cien millones de personas? ¿No está transformándose solamente en un juguete más? Pero al mismo tiempo, sé que con Internet y las computadoras tenemos a nuestra disposición casi todo el saber humano, cosa que antes era imposible. En resumen, el problema no es la tecnología, sino cómo se la usa".
Farenheit 451 es una obra visionaria, actual, que debiera enseñar en los colegios y llevar a los muchachos a verla al cine, discutirla. Su propio autor reconoce que actualmente no se enseña a leer y que todas las sociedades del mundo cojean en la educación. "Si no tenemos cuidado dentro de unos cuantos años acabaremos con una sociedad como la de Fahrenheit 451", advirtió recientemente en una entrevista que dio a un periódico Mexicano. Dejó Marte y se concentró en la Tierra, para hablarnos del muro, México, allí en la frontera azteco-norteamericana, donde pusimos una de sus fotos. Dijo que no visitaba México desde hace medio siglo y todo sigue siendo lo mismo. "Los presidentes nop se preocupan por dar trabajo ni el bienesatr de su pueblo."' 'Así que podemos decirle al gobierno mexicano, por Dios, busque maneras de dar trabajo a su gente, no debe enviarla al norte para que nosotros la empleemos. Es tarea de ustedes encontrar modos de mejorar su sociedad y darles trabajo a esos millones de personas que necesitan empleo. Es un problema de México. Da mucha vergüenza."
"Es un problema de Vicente Fox, no de Bush. El pueblo de México tiene que voltear hacia Fox y decir, conviértase en un auténtico presidente, tiene que ayudarnos. Pero no lo hace", sostiene Bradbury. Sin embargo, sostuvo, el problema principal con Estados Unidos, y ''probablemente para México y muchos otros países de Latinoamérica y Europa: es la educación. ''Ya no enseñan a leer y escribir lo suficiente. Así que tenemos que rehacer nuestro sistema educativo y asegurar que cada alumno sepa leer y escribir para cuando tenga seis años. Si no tenemos cuidado dentro de unos cuantos años acabaremos con una sociedad como la de Fahrenheit 451. Todavía no llegamos allí, pero estamos peligrosamente cerca."
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