jueves, mayo 04, 2006

EL ULTIMO VERANO...

Llegó el invierno tropical. La lluvia venció la ultima tarde de abril. Por la venta, que paisajea la selva, siento entrar de golpe la humedad, el inicio tardío de la época lluviosa. La evidencia formal y práctica, que el estío es cosa del pasado. El aguacero es ensordecedor y no deja espacio a la memoria, para ningún otro recuerdo que no se la lluvia. El agua que no borra el silencio , rueda por las canales y el río se alimenta, crece silencioso en esta época. La tierra no absorbe toda la humedad y la lluvia se va dormida, pero vuelve con el fervor de su propia tenacidad e imaginación. El gran aguacero juega con la ociosa tarde y sólo el muro permanece sobre el espacio que la lluvia ocupa tenazmente. Si se apagara el reloj de la lluvia, todos los ruidos huirían y que quedaría más que la oscuridad que ya entra en la boca del tiempo.
En un sofá hago el recuento y he cerrado los ojos sólo para sentir la lluvia, que se que volverá.
La oscuridad va ganando su invariable espacio. Voy por un café. Sobre el mesón de la cocina, alrededor de unas botellas de vino, frente a una ventana que ya no da luz, ilumina una pequeña luciérnaga que entretiene mis sentidos. Enciende y apaga, intermitente, su pequeño motor. Es la primera que ha traído la lluvia y permanece inmóvil, luminosa, alegre. El café se está calentando. Vuelvo al sofá con la tasa humeante. Una segunda luciérnaga pasea sus trazos de luz como una gimnasta que exhibe sus movimientos perfectos, iluminados. El café se deja saborear y la luciérnaga se instala en el borde de mis anteojos. Es el único reflejo de la noche y lo conservaré hasta el próximo verano.r.g.©2006



PORQUE EL RIO
Porque el río agoniza a mi espalda,
seguirá siendo río.
Inmóvil cruce de mi historia,
el río que tú no conoces
y que yo soy,
la vida que pasa
y sucede que me recorre.
Agua, más agua,
el cuerpo que todo lo contiene
y vacía,
La cara rota de un día más.
Rolando Gabrielli©2006


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