La batalla del poeta es silenciosa, no más que el ruido de sus palabras. Es un fruto lento, arduo, fragante, nunca indiferente para quien lo cultiva o prueba. El poeta trabaja con la materia prima de la realidad y lo inefable, los sueños que la vida le permite soñar. El poeta sugiere, nombra, no permite que el olvido juegue con la memoria. La poesía es la más larga memoria de la humanidad y del hombre. Recicla, el poeta, como si ignorara los desechos del presente, pero en verdad el pretexto es lo inefable, y la costra oxidada de la realidad. El poeta deja que la Musa, sus fantasmas, trabajen con su metáfora, imágenes, sentido, todos los recursos que puede tener un poema a partir de su silencio, que es de rosas frescas y muertas, donde nace y muere la palabra.
Impunidad es una palabra que existe porque suele ser respaldada por un poder oficial, la indiferencia, cobardía y la mala memoria. Pareciera ser una palabra invisible porque su poder radica en estar presente, ser reconocida, tácitamente aceptada y se asimila en la convivencia diaria, como una sustancia tóxica inevitable de digerir. El Cono Sur, esa esfera de países al Sur del Sur, con nostalgia de fin de mundo, vivió el horror y la impunidad de dictaduras militares que desaparecieron a miles, asesinaros a otros miles visibles, exiliaron a más miles y torturaron a miles de miles. Del horror se ha documentado casi todo y algunos creyeron que ya se había doblado la esquina del pasado. No son muchos los condenados por este genocidio en el Cono Sur, aunque existen algunos casos emblemáticos de represores recluidos en cárceles y por los tribunales aún aletea uno de los juicios más kafkianos de la historia humana sobre el nonagenario dictador chileno A. P. U., quien se debate entre arrestos domiciliarios, recursos de amparo, desafueros, exámenes médicos, coartadas todas muy bien respaldadas por la impunidad. El Sur, el Cono, volvió a la democracia después de larga noche de los cuchillos largos, pero siempre el filo permanece reluciente. A pesar de los años transcurridos desde que abandonó el poder en el Sur la última dictadura castrense, aún quedan cuentas pendientes, miles de desaparecidos y verdugos que viven con sus capuchas y manos ensangrentadas. Argentina, con la sabiduría de la historia y de las grandes naciones, no quiere olvidar ese oscuro pasado y llamó a juicio a uno de los emblemáticos torturadores: Miguel Etchecolatz. En medio del juicio que se le lleva, ha desaparecido el principal testigo para su condena, un ex preso y viejo albañil torturado por el mismo acusado. Desapareció después de sus declaraciones, hace casi tres semanas. Aún no hay pistas y se le busca incansablemente por todo el país. En medio de este acto oscuro, los jueces, testigos, el gobierno, han recibido amenazas para impedir el juicio a Etchecolatz y a cualquier otro represor, con la idea de asegurar la impunidad. Los argentinos ha realizado diversas manifestaciones públicas y masivas en las calles de Buenos Aires y han dicho su última palabra: “Buscamos verdad, buscamos justicia, buscamos a Julio López” Más de 100 mil personas se reunieron hace unos días en la histórica Plaza de Mayo, con respaldo oficial, para reclamar por la vida de Jorge Julio López, que es la vida también de una democracia. El presidente Kirchner reforzó el acto desde La Patagonia con una frase sencilla: queremos que no haya más impunidad
En La Plaza de Mayo volvió a estar presente Pablo Neruda, un poeta que dijo en un olvidado discurso en Valparaíso, que aspiraba también a que su poesía fuera de utilidad pública. Cerró el acto con su legendario poema del Canto General, Los enemigos, leído por dos actores argentinos. Sólo el diario argentino Página 12, identificó el libro y el nombre correcto del poema, ya que la prensa chilena (La Tercera) prefirió ignorar el nombre del autor y El Mercurio, el propio acto. Neruda viajó constantemente a Argentina y en Cordoba, escribió sus famosas Odas Elementales. Neruda y Federico García Lorca se conocieron e hicieron amigos en la capital argentina. Buenos Aires es nerudiano. Rolando Gabrielli©2006
LOS ENEMIGOS
Ellos aquí trajeron los fusiles repletos
de pólvora, ellos mandaron el acerbo exterminio,
ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,
un pueblo por deber y por amor reunido,
y la delgada niña cayó con su bandera,
y el joven sonriente rodó a su lado herido,
y el estupor del pueblo vio caer a los muertos
con furia y con dolor. Entonces, en el sitio.
Donde cayeron asesinados,
Bajaron las banderas a empaparse de sangre
Para alzarse de nuevo frente a los asesinos.
Por estos muertos, nuestros muertos
Pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria,
Pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte,
Pido castigo,
Para el traidor que ascendió sobre el crimen
Pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía,
Pido castigo.
Para los que defendieron este crimen,
Pido castigo.
No quiero que me den la mano
Empapada con nuestra sangre.
Pido castigo.
No los quiero de embajadores,
Tampoco en su casa tranquilos,
Los quiero ver juzgados,
En esta plaza, en este sitio.
Quiero castigo.
Pablo Neruda.
Pablo Neruda.
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