Se puede subastar la imagen de una fotografía, pero no su espíritu. Alcanzar precios inalcanzables. Apurar las cifras y hacer correr la adrenalina por alguna mercancía codiciada. Arrebatar el objeto, poseerlo, sumarlo a la colección personal, acariciarlo en la intimidad. Retener y disfrutar, otorgar pertenencia a algo, admirar y adquirir, acariciar el reflejo de lo verdadero. Todo es posible, como llevarse a casa unas fotografías de la icono británico de la moda, la incomparable Kate Moss.
Chuck Close, es el primero en apoderarse de este instante, las dos caras de Kate Moss, las verdaderas, únicas e irrepetibles. La diosa se desnuda al ojo de la cámara, se hace real, en cuerpo y alma. Una subasta, después de todo, es la esclivitud del comprador. Rolando Gabrielli©2007
1 comentario:
No lo crea, Chuck Close, sólo está haciendo negocio......
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