Bob Dylan tuvo un minuto raro,
excepcionalmente perfecto
el día que dejó ser el mismo
y se miró hacia dentro.
Desalmadamente expulsó
al viejo y conocido Bob
de la Ruta 66 y más,
un ídolo después de todo.
Se quedó sin fantasmas
a la vista,
sólo con su sombrero vaquero, alón.
Ya no era quizás
el que nunca quiso ser,
un pobre cantante famoso
y comprometido.
Y se fue más adentro aún.
Sí se había tendido una trampa asimismo,
no era casi necesario explicarlo,
la luz deja de brillar una sola vez
en el momento justo y necesario,
pero este no era el caso.
Rolando Gabrielli©2007
Bob Dylan, Bob
Bob Dylan, Bob,
no es santo ni de su propia devoción.
En su altar
de roca frágil,
imperecedera,
sigue rezando
por todos nosotros.
Del Ángel frío de la montaña,
la palabra puede llegar
a volar más alto.
Y, un ídolo,
seguir cantando
en el mudo patio
de la historia.
Rolando Gabrielli©2007
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