La vida es maestra de un mundo díscolo. La misma piedra, desde la caverna, hombre. ¿Los caminos están empedrados con la misma piedra, la de los viejos errores? El paisaje pareciera monitorear su propio abismo. Todo se recicla Kafka, Heráclito, y se escucha en el eco de la oreja sangrante de Van Gogh. Los tulipanes seguirán sembrándose y creciendo en las geografías con inviernos fríos y largos, y nunca dejarán de ser hermosos, alegres caballeros de la Edad Media, príncipes encantados de Las Mil y una Noche. Mafalda nos enseñó tantas cosas, como una maestra que hablaba con el globo terráqueo sin complejos, de tú a tú, porque comprendía sus dolores, quejas, sufrimientos, protestas, pasiones, deseos, ilusiones, sueños y esperanzas. Se contentaba con un rayito de sol en cualquier mañana, ver el mundo aplastado por una sonrisa. Hay una ley no escrita, todo desaparece, hasta los personajes más famosos y queridos se convierten en humo. La City porteña, Buenos Aires, cuna de esta luciérnaga del siglo XX, está bajo el humo, una bruma de estupidez humana, producto de la quema de gigantescos pastizales en el Delta, que han afectado unas 70 mil hectáreas. Son los rastrojos de la oscuridad.
Mientras algunos hacen gigantescas señales de humo y desparece el Obelisco porteño detrás de una falsa niebla londinense, el planeta se queja de muchos otros malestares y el tiempo pasa a ser parte de la conversación rutinaria y se escurre por esas largas y ridículas medias térmicas que no le permiten respirar al cuerpo. Más allá o más acá, la Luna sigue con su atractivo de madre soltera amamantando las mareas del planeta azul en sus viajes secretos cada noche donde algún ojo humano la divise. Si viene acompañada de estrellas y nubes livianas que van y vienen en un espejo azul oscuro de algodón, mucho mejor para el atribulado y humillado espíritu. El mundo sigue, quien lo diría, a pesar de las malas, malas noticias, con un poquito de todo: drogadicto, algo hiperquenético, asmático, con mal de parkinson, alzheimer, una infernal migraña, pero también sediento de paz, amor, poesía, como si existiera otro lenguaje ya olvidado. "Es lo que hay", repite un eco. El viejo soldado vengador, odioso, ávido de poder, duerme con su mochila en cualquier esquina del dolor. La piedra, soldado, es la misma. ¿No la ves? ¿La muerte es más sabia que la vida? ¿El dolor más potente que la felicidad? Soldado, no leas la imagen digital, dos más dos pueden ser cinco.
La manzana de la profesora, que encabeza las ilustraciones de este escrito, no alcanzará para alimentar el mundo. El Hambre, no es una metáfora. Un estómago vacío debiera hacer más ruido en las conciencias de los líderes mundiales, que el lanzamiento de cualquier bomba, aquí o allá, en cualquier lugar del planeta. Quino, este filósofo, ciudadano común de la conciencia crítica de nuestro tiempo, poeta del trazo cotidiano, real, ha vuelto a la carga con un título lleno de tiras cómicas: La Aventura de comer. ¿Es ficcionar la realidad, o la realidad pura, Quino? Sólo vuelve con este tema, que "en algo más de cien páginas, como comenta el diario El País se mezclan los restaurantes de "ritual", "de esos que se llevan la botella de vino de la mesa", con los más pobres fogones, en los que se finge que unos fideos son un raro faisán, aderezadas con escenas repletas de pelos y moscas y de camareros que gobiernan sin piedad los destinos de sus clientes, "ingenuos" que creen que son ellos los que escogen." Mafalda, seguirá suspendida, sostiene en una entrevista, como en efecto ha ocurrido desde 1973, y aunque "No me gusta ser tan determinante, no soy de los de 'nunca más pero no siento ninguna necesidad de volverla a dibujar". En este libro de las comidas, rinde omenaje al escultor de las gordas, Botero y a Gabriel García Márquez, quien prologó todos sus libros de Mafalda.
Quino, quien es inmigrante en España, ya nacionalizado, reside entre Francia, Italia y Buenos Aires, podría escribir una tira cómica sobre el tema de la inmigarción, algo que está en el tapete mundial y que en Europa amenaza con reventar en distintas fronteras que se blindan y algunas ya bloqueadas. La aventura de los muros en un mundo globalizado, es como recorrer una carretera al revés. Atrévase, Maestro, usted que registra y hace historia con los temas contemporáneos, que son eternos. Mafalda le dará las gracias, se lo aseguro.
Sigue su curso, el curso de los acontecimientos y más. Google nos está viendo y reproduciendo. Eso ya no es nuevo. La aventura de la palabra podría seguir siendo nueva, si se baja del tobogán del éxito, del carromato banal y se aparta de la vitrina del mercado. Siempre habrá una palabra nueva si un poeta no comulga con ruedas de carreta desinfladas.
EL ÁRBOL DE PIE
Frente a mí, un árbol,
mi semejante da sombra
frutos de estación,
hojas nuevas, hojas viejas,
el árbol de pie,
el sol le baña el cuerpo,
sus anillos crecen
se ha unido a la tierra.
Un árbol son sus raíces,
la luz de sus hojas
en sus ramas,
el viento que mece
su silencio.
Las hojas permanecen,
Un árbol siempre espera
una mejor estación.
Rolando Gabrielli ©2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario