África siempre fue como un sueño, más allá del más allá. Leyenda, historias, vida salvaje, un mundo de ficción donde Tarzán y Jane conquistaban la vida y la verdad. Esclavos de nuestro antepasados, como la memoria, sus habitantes iniciaron el mundo y fueron retenidos como en una calcomanía por siglos, vendidos por una cuarta de silencio. La raza humana como un especial de Discovery Channel, y pensar que les dieron la esclavitud, la muerte y el idioma, la lengua. En Äfrica ocurría todo en nuestra imaginación, cabía la tierra con sus animales y ríos, selvas, y sólo sobraba el hombre esclavo. Los arrancaron de su tierra, deportaron, encadenaron y siglos después llegó una libertad algo enclenque, un poco tullida, inválida, pero se presentó blanca y espléndida. La esclavitud se echó a caminar como si estuviera en una nueva selva y ahí se le vé, negreada en no pocas veces, subiendo una larga escalera, como sus antepasados corrían por las inmensas praderas, bosques, colinas, montañas.
Àfrica era mi gran sueño desde niño. Un color tan lejano y vivo. Un gran miedo a ser valiente. Lo desconocido. Aventuras. El eterno rugido del rey de la selva. La pantera que acecha. El misterio del valle perdido. La persona que se pierde y deja una huella. El rastro de la bestia y el olor de la muerte. África tan viva y le han dado muerte.
(Esclavo de un clavo/el hombre/su historia/clavada en la historia/de la memoria)
2 comentarios:
Señor Gabrielli, su artículo o en-
sayo sobre Teillier es muy malo.
Aquel día no acompañé al poeta Tei-
llier a La Ligua debido a que desde
el fundo El Molino del Ingenio sur-
gieron dificultades. Es decir, el
poeta Teillier no podía llevar vi-
sitas, porque el poeta vivía en
casa de doña Cristina Wenke, y te-
nían problemas en esos días.
Lorenzo Peirano
Señor Gabrielli, su artículo o en-
sayo sobre Teillier es muy malo.
Aquel día no acompañé al poeta Tei-
llier a La Ligua debido a que desde
el fundo El Molino del Ingenio sur-
gieron dificultades. Es decir, el
poeta Teillier no podía llevar vi-
sitas, porque el poeta vivía en
casa de doña Cristina Wenke, y te-
nían problemas en esos días.
Lorenzo Peirano
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