miércoles, noviembre 05, 2008

El verano del Sur
















La geografìa y la naturaleza me han deslumbrado desde niño. Nacì en un valle, una ciudad rodeada de una cordillera gigantesca, sin mar, que fue quedando sin naturaleza viva y con sòlo unos cuantos gorriones. El asfalto y las fàbricas se tragò la naturaleza en Santiago hace muchos años. Yo recorrìa, sin embargo, con la yema de mis dedos el lomo de los mapas, tocaba la rica y vasta, misteriosa, variada geografía chilena y dibujaba el mar en el cuaderno escolar. Viajaba en la memoria y en la esperanza de los sueños. De muy niño fui al mar, visitaba los dos grandes cerros que sobreviven en el centro de la capital y en mi niñez tambièn casaba lagartijas, corría detràs de las mariposas, langostas, matapiojos, arañas y todos los insectos que merodeaban los alrededores de mi vida. Sapos, las màs insignificantes libélulas, todo, nada escapaba de mi curiosidad por aquellos días. Despuès vinieron las vacaciones a las provincias, cordillera, playas, rìos cordilleranos, quebradas, saltos de agua, volcanes, la curiosa e impactante geografía chilena. No dejè de soñar con los viajes al exterior, vinieron y despuès me fui del todo y seguì viajando...me estacionè en el istmo de Panamà, en la cintura de América, entre Colombia y Costa Rica, rodeado del mar y la selva. Viajè 10 años por Amèrica latina y volvìa al centro de Amèrica, no a Centroamèrica.
Panamà significa abundancia de mariposas y peces. Un árbol se llama Panamà. Recuerdo cuando llegaban por miles las mariposas del norte, azules, y se estrellaban sobre el parabrisas de mi Toyota azul. Volaban como sonàmbulas, atravezaban las avenidas, oteaban el mar sobre la bahía estas princesas aladas, cumplìan su último ciclo de vida, se despedían. Yo las socorrìa, recogìa aleteando en su ùltimo suspiro. A una dama nunca se le abandona. En vano darle respiraciòn boca a boca. Ellas habìan dado su ùltimo aliento, el suspiro final de la belleza. Sobre mi parabrisas se despedìan elegantes, eternamente fràgiles, volàndose hacia la eternidad.
Panamà es un paìs de migraciones, es como una estaciòn, un paradero, refugio y siempre un paso. las especies han transitado de sur a norte y viceversa. Esta Historia comienza de otra manera. Yo ya no soy el niño que viajaba de memoria con sus dedos sobre la geografía y la naturaleza. Vivo al aldo de la selva y aquì en Panamà converso a diario con aves de todos los colores, las que hacen nidos sobre mi ventana. A las estrellas les pido porque su vuelo sea suave en los inviernos lluviosos y cuando una cae, los deseos se cumplen. En el istmo, el plena ciudad, se ven desplazarse los osos peresosos con esa lentitud de viajeros en mulas por la Mongolia en aquellas montañas interminables. Y serpientes venenosas, mientras los grillos cantan sus serenatas al atardecer y las lucièrnagas se desplazan con sus linternas de extraordinaria luminosidad. Cocodrilos, monos, venados, todo es posible en esta geografía aun en la capital.
Esta historia es distinta. Venía del Summit Garden, un parque tropical inmenso, con animales, diseñado por los norteamericanos en la llamada Zona del Canal. Sobre asfalto rodando el automòvil, camino a la ciudad, cuando miro hacia el cielo y un manchòn de aves apareciò frente a mì. A medida que el automòvil iba avanzando el cielo se hacìa màs grande y el manchòn de aves que venìan del norte, crecìa de una manera espectacular. Tuve que detener el automóvil en algùn momento y enfocar hacia el cielo, a un lado de la ruta enmarcada por la selva a ambos lados y màs allà una de las esclusas del Canal interoceànico. La lluvia había caído densa hacìa unos 20 minutos y ya el día volvìa a despejarse por partes en una misma ciudad. Es una de las razones del tiempo en un clima tropical. En una acera llueve y en la otra viaja el sol con el peatòn o automovilista. La hùmeda zona canalera imponìa su caràcter y marcaba el espacio en tierra, pero las aves migratorias seguìan viaje rumbo Sur, su nuevo hàbitat y algunas no llegaràn a su destino, pensaba. Como en toda carrera entre tiempo y espacio, las distancias no siempre se alcanzan oportunamente.
A medida que me internaba hacia la ciudad en El Dorado que comunica con la antigua Zona Canalera, el manchòn de aves crecía, se expandía, revoloteaban como una nube compacta alusinada sobre el cielo, el techo de mi autòmovil, frente a mi parabrisas. Ya al anochecer no quedarìa nadie volando los cielos de estos visitantes que huyen del frìo del Norte, viajeros frecuentes que cumplen su ciclo y sólo tienen que poner sus alas en movimiento y enfilar hacia el tibio verano del Sur.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tierra. El pàramo huele a tierra., la alergia es el sìntoma que el cuerpo recibe y actùa.Suenan los metales ... las ventanas. SE venlos otros departamentos, la hora en que la gente se sienta y mira nada. Luces tenues sobre amarillas cortinas constituyen esta tarde extraña donde los pàjaros se apuran . Pienso què lindo serìa prepararse para esta lluvia en el campo y no aquì en medio de este inmenso hormigòn armado que es el edificio. Cuàntas otras vidas hubieran sido posibles si no fuera esta la habitable. Quedan las otras..las vividas desde el espacio -mente, por suerte el ser humano puede vivir con el cuerpo en un lado y la psiquis en otro. Los especialistas dicen que eso es fragmentaciòn subjetiva, alguien piensa que puede ser alivio? La oxigenaciòn de saberse partir-partirse, soñar-se, hacerse invisible de un presente igual a poco....Prepararse para la lluvia...quizàs sean esas las coordenadas de atenciòn, el oìdo que se tensa cuando el sonido aparece, ir al rescate de los microuniversos diarios. La cuidad se descuida cuando la tormenta arremete, parecen niños los hombres corriendo hacia el amparo de la memoria colectiva de los tiempos.El gran razonador se vuelve pequeño cuando la naturaleza brama.Un ralàmpago histèrico irrumpe en lo plomizo , es la catarsis de este dìa. Me hundo en este instante , diluyo mi pensamiento para ser relàmpago. Este acto se llama meditaciòn. Marcela