La muerte de un icono es un terremoto colectivo. Se cae a pedazos el silencio si es un cantante. Los jóvenes y quienes han crecido con la atmósfera y mensajes que irradia el ídolo, comienzan a perder y revalorizar parte de ese mundo perdido en un abrir y cerrar de ojos. Si la plataforma que sostiene una figura mítica es roca granítica, cuando ésta muere, desaparece físicamente, ese andamiaje se desintegra en el imaginario popular. Quienes respiraban esa atmósfera en los lugares más intimos, entrañables, colectivos y donde el espectáculo se transforma en lo único asible y verdadero, simplemente quedan huérfanos y comienzan a vivir un duelo, a aferrarse a las imágenes y sueños que aún tienen a mano. Esto y mucho más ha estado pasando desde que se anunció la aún enigmática muerte del Rey del Pop, Michael Jackson, de un infarto, el pasado 25 de junio en su casa en Los Ángeles. Su acta de defunción aún no tiene la causa de su muerte. La policía investiga todas las pruebas posibles para llegar a una conclusión sobre las causas de la muerte de la máxima estrella pop. Se ha derramado caudalosa tinta negra en el expediente Jackson, desde hace década y media, y no ahondaremos en ello. En este largo preámbulo de la muerte y el entierro definitivo, han transcurrido más de dos largas semanas. Su cuerpo ha vagado del Hospital de la Universidad de California a la morgue de California, a casa de sus padres probablemente, al Cementerio Forest Lawn, luego el adiós en el Staples Center y de ahí al misterio absoluto donde será enterrado. Una de las tomas que más quedó grabada en mi mente el día de su despedida, fue la caravana de automóviles negros desplazándose por la carretera entre los árboles y el pasto verde. Un símbolo de la inevitable partida. El verano se llevaba a la estrella.
No se dice con toda claridad o son otras las palabras la que sepultan el telón de fondo de una tragedia: Michael Jackson fue abusado por gentes y un mundo que le impuso una vida, un estilo desde su infancia perdida. Los intermediarios inescrupulosos se han beneficiado con la magia de su talento y lo seguirán haciendo, con su rico, magnífico, esplendoroso legado, no sólo musical, sino la virtuosidad y novedad de su creación artística. La intermediación es una de las grandes taras del sistema que ha sufrido un colapso superior a un paro cardiaco grado 10 en la escala de Ritcher. Esas garrapatas que se aferran a la especulación y doinan el brillo de los metales, relumbran con sus espejitos de ilusiones y diseñan castillos de papel.
Michael Jackson ya era una leyenda indiscutida que dio un giro de 180 grados al Pop y al espectáculo de la música popular masiva a través del sugerente e innovador uso del video, así como de un baile que sólo parecía nacer de sus pies y comprometía no sólo su estructura física de pies a cabeza, sino la espiritualidad de sus antepasados que estaban soñando un futuro de libertad. El escenario pasó a ser el iconfundible escenario de Michael Jackson. Le otorgó una autos sostenibilidad al ritmo corporal. Elvis Presley influyó en los Beatles. Eran rockeros y baladistas, ambos hicieron algo nuevo y espectacular, conquistaron el corazón de las multitudes. Michael Jackson no estaba emparentado con ellos, aunque los estudió, es de otra época y género musical, y sus herramientas también fueron nuevas y distintas. Los tres son Mitos populares. Si rockeó Jackson, pero no fue su delirio.
Mi generación perdió dos grandes Mitos musicales, Elvis Presley y J. Lennon. El corazón del mundo se encogió un centímetro más. Así ocurre con los Mitos, los grandes artistas, y el poeta Pablo Neruda fue uno de ellos, porque la gente lo asumió al morir como una animita popular y abrazó a sus causas más esperanzadoras. La fuerza de los mitos es incontenible, perdura en el tiempo, se suaviza como una ola que siempre crece. Transforman el mundo en algo más vivible, le otorgan una pertenencia. Cuando te encuentras a solas con una de sus canciones o la página de un poema, el Mito está conversando contigo, te acompaña, guía, jamás te abandona, ya te pertenece, fue una conquista mutua,limpia, transparente, autoconsentida. La generación Michael Jackson está viviendo su pérdida y nosotros, los de antes, ya no somos los mismos, pero también nos tocó la varita mágica de este Peter Pan moderno, desde los años 80. Los medios digitales, Twitter, las redes sociales, celulares conectados a las redes informativas, a las casas matrices de la información mediática, activan todos sus recursos como en un panal de abejas y comienza el zumbido hasta que se convierte en un parloteo que no tiene medida ni fin. Así surgió la primera alarma, aviso, señal, tips acerca de la vida y muerte de MJ en TMZ, con el sello de Exclusivo. Una vieja palabra periodística que no ha perdido su potencialidad. Es una alarma para poner toda la atención requerida. Obliga a hacer un alto y desconectarse de cualquier otra señal que esté pasando por la mente en ese momento. Habría que haber filmado el rostro de sus fans en distintas épocas y ahora comunicándose unos a otros en medio de un acontecimiento tan inesperado y devastador para sus mundos vividos y lo que estaba por suceder.
Dejemos el misterio de su vida, los juicios, la burda publicidad y comparación de las estadísticas. La muerte simplemente supera todos los récords, es un acto extremo, sin límites, definitivo. Es y seguirá siendo una estadística fatal. Es el último hits. La muerte no compite con nadie, es Mega, abarca todas las sombras y estrellas.
Cuando una Supernova muere, desde luego el apagón es universal, pero su luz ha sido tan poderosa por años que su reflejo queda de manera permamente en la memoria colectiva, en la historia, en el acervo cultural- musical, como un legado imborrable, porque su aporte es algo nuevo, definitivamente trasgresor, donde el viejo orden se subordina al que se acaba de inaugurar, que crea lo que aún se desconocía y enriquece, como ocurrió con el género Pop. Un artista genial como Michael Jackson es comparable con Charlie Chaplin, Carlitos. Sí, cada uno en su época y función, cautivaron una audiencia global. El cine mudo, curiosamente aún sigue hablando por el talentoso Chaplin, quien comenzó su vida artística a los cinco años al igual que Michael Jackson. No es sólo la precocidad lo que les une, sino un talento de por vida forjado en una manera diferente de ver, abordar e interpretar el mundo, su época y dar una rama de olivo, como un relevo de atletas olímpicos a las futuras generaciones. Abrieron nuevas puertas y perseveraron a su manera y con su arte por un mundo mejor. Fueron dos grandes mimos del silencio y del espectáculo, y no dejaron de sonreir. R
Recuerdo una noche en la casa de un Mimo chileno, cuando mirábamos en una pequeña pantalla de televisor una película de Charles Chaplin, con Nicanor Parra y Enrique Lihn.Tres generaciones volvíamos a recordar los pasos y el silencio revelador del mago del Cine Mundo. Lihn y Parra se sentían deudores de Carlitos Chaplin. Yo, formaba parte de esa comunión de artistas alrededor de un mito.
Rolando Gabrielli©2009
Star y no estar,
siempre Star
para brillar
Más luz estrella
en esta oscuridad... R.G.
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