martes, abril 26, 2011

LOS SECRETOS DE LA POESIA CHILENA

se revela la poesìa de cuerpo entero
con los ojos  abiertos
alumbrando el mundo,
palabras desconocidas.
La muerte sòlo pare finalmente,
un ùltimo poema.
Con su cabeza de hielo,
tal vez las rosas
nunca mueren.
Rolando Gabrielli©2011





Contraportada del libro LOS POETAS DE CHILE

La noche migrò
con su polen oscuro,
abejas reinas,
abejas obreras,
secretan  un mismo poema
en el  panal,
de la poesìa.
Rolando Gabrielli©2011
La poesìa chilena està de duelo. Uno de sus màs apasionados amantes la enviudò hace unas cuantas horas. Gonzalo Rojas, poeta del tacto, del cuerpo, del amor, de todos los sentidos,  hilvanó desde el silencio la mudez larvaria de  una poesìa vanguardista sorprendente. Se sobreviviò asìmismo y a sus pares por 93 años, en una metamorfosis casi perfecta. Fue un corredor de fondo en la maratòn poètica del Chile del siglo XX y XXI, un paìs de grandes e innovadores poetas, diseminados en su larga, fragmentada y accidentada geografìa. Poetas de cordillera, mar, rìos, desèrticos, australes,  urbanos, malditos, suicidas, marginales,  de todas las geografìas y confines, vivos en la palabra personal, alabados, discriminados, ninguneados, olvidados, humillados,  paseados en altares, inventores de la pòlvora poètica, magos de provincia, talleristas per se, discipulos de sus sombras, pequeños dioses,  dieron un perfil a Chile, nombraron  y pusieron nombre a las cosas. La geografìa tomò la dimensiòn de un paìs real. La pobre Capitanìa de Chile enriquecida por las palabras.
Se apagò el relàmpago  rojiano, agudo y brillante,  como si la noche entrara al negro socavòn de su natal y germinal  Lebu de su poesìa, esa piedra elemental que frotan los duendes para encantar las noches sin luna ni estrellas, cuando los perros ladran sin sentido. Fue uno de los poetas que màs se pronunciò contra la muerte, quizàs la sabìa inevitable.
Joven, dìscolo discìpulo, admirador de Vicente Huidobro, surrealista arrepentido, "anarca" en su propia expresiòn, "poeta de la no adhesiòn total, vallejiano, se abriò paso en ancas de su propia musa, sin pausa ni prisa, ni permiso, en el telùrico y crispado mar de las torrentosas   corrientes de la poesìa chilena. Editò en 1948 su primer poemario La miseria del hombre, ridiculizado por la crìtica  y solo elogiado por Gabriela Mistral, ada madrina de  poetas talentosos, como el joven Neftalì Reyes Basoalto y el mismo  N. Parra. Què olfato el de la maestra rural, dio paso a todos los grandes de la poesìa chilena. Grande la Mistral, hasta en su olvido nacional.
 Desapareciò del escenario poètico chileno el futuro Premio Miguel de Cervantes, hasta 1964, cuando editò Contra la muerte, el libro que le abriò las puertas  a la gloriola poètica chilena, con un tono personal,  parodiando a Huidobro. Un libro que nacìa del silencio, a vibrar en el aire, un autor que se tuteaba con los lectores, arrancaba las visiones, los ojos cada dìa y que le plantaba cara a la muerte. Un  Rojas existencial, despreocupado, lùcido  ante y frente la muerte. ¿Màs oscuro que la piedra de carbòn, màs luminoso que el cielo de Elqui.? En Victrola vieja, Gonzalo Rojas, define su arte poètica, que con los años irìa redefiniendo en la reescritura: La poesìa se escribe sola. Se escribe con los dientes, con el peligro/con la verdad terrible de cada cosa./...Ùnicamente el viento de la Palabra...Y critica a Èse que tiene el rècord y anda que te anda/descubriendo el principio de los principios/El alfabeto mismo le queda corto/para decir lo mismo que està dicho. Una postura, indudable, frente al quehacer poètico, como Huidobro, Neruda, Parra, Lihn, como tantos màs, fijaba posiciones en el erizado jardìn de la poesìa. Hay muchas maneras de hacer sonar flautas y tocar el bombo. Su poema Sàtira a la rima, es una pieza antològica contra   el burguès y su vida burguesa y su manera de vivir. Una càtedra de humanismo para ser màs humanos: ¡Pensar que sus almas de cerdos/se van al cielo despuès de morir! Gonzalo Rojas a partir de Contra la muerte, le dio un nuevo aire a la poesìa chilena, oxigenò un camino personal, y nos recordò desde sus pàginas  que Sòlo se aprende aprende aprende/de los propios propios errores. Recuerdo que Jorge Teillier me decìa  que sòlo se escribe en la vida un solo poema, es decir, que todos los libros se reunìan allì. Para  Rojas, èl escribìa siempre un libro sobre un libro diferente: reescritura. ¿Secretos y mitos de los poetas chilenos? ¿Tantos como poetas? No todos atravesaron el rìo, algunos a la orilla ciertamente llegaron y van llegando los nuevos. Pero las plazas estàn tambièn  llenas de palomas cagando desde las elegantes cornizas, como si el poema se suspendiera contra las leyes de la fìsica, màs allà de la palabra, la que lleva alas donde quiera habite.
La historia  poètica chilena del siglo XX ya la habìan escrito Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo de Rokha y Nicanor Parra, quien inaugurò y se aferrò con dientes y muelas a un nuevo escenario con  su libro Poemas y Antipoemas (1954), despuès de su fracasado Romancero gitano, editado en 1937. Parra y Rojas  inician a su manera, en su tiempo y propia respiraciòn, un nuevo proceso para su poesìa y la poesìa chilena,  a partir de una experiencia poètica, un nacimiento frustrado. Detienen la màquina de hacer poesìa y hacen mutis por el foro, Parra, 17 años y Rojas, 16 años, tiempo que aprovecharon para montarse en su propio carrusel y zepelin que ya nadie detendrìa, a nivel nacional e internacional. Los dos, junto a Neruda han sido profetas en su tierra y a nivel internacional, un parèntesis nada despreciable en el paìs del ninguneo. Estuve cerca de Parra fìsicamente viendo como diseñaba su  antipoètica antinerudiana antitodo y ante todo, parriana. Abrìa y cerraba el paraguas de la poesìa Chile, como Charles Chaplin. Disparaba al establecimiento local y mundial. Su polìtica era no dejar tìtere con cabeza, humor, ironìa, verso blanco, verso negro, antiverso, popular, culto, parriano, en fin, poesìa. Repetìa ese chilenismo, a diestra y a siniestra, las manos y el orden del producto cambiaban sin permanecer fijos. Quebraba viejos modismos, palabras sueltas, dichos, eslòganes, chilenismos, frases hechas, coloquiales, refranes, actualidad, y los cachureos contradictorios, en nuevas y otras vìas, eminentemente parrianas. Parra  despuès reparaba  todos esos cachureos que tal vez habrìa acumulado el viento de la palabra alrededor de su panal. ¿La palabra parriana deja hojarasca? Eso lo diràn los botànicos en su momento.
 En mi trabajo Las Vìboras de Parra, digo a modo de explicaciòn del significado para Chile de la antipoesìa: "La antipoesía echa todo en su saco, pero no roto, en la Caja de Parrandora, recicla los materiales, inhala desde el estiércol a la primavera, de nada se priva el poeta, su oficio: boxear con las sombras del mediodía, arrancarle espuma al verbo, sacar del cuidado intensivo a la “poesía tradicional”, Parra se siente un sepulturero de adjetivos y metáforas, porque si no dan vida, matan. Hombre de poca fe, pone toda su fe en la antipoesía."
Del prolongado silencio de ambos poetas y de sus futuras confrontaciones, incesantes bùsquedas,  pequeñas guerrillas con versos incluidos, surgirìan dos de los  màs  grandes exponentes de la poesìa chilena e iberoamericana.  Parra y Rojas, dos poèticas distintas, admiradores de un mismo maestro: Huidobro.  Gonzalo Rojas, gustaba recordar que le habìa dado la libertad y  Parra siguió  los consejos huidobrianos, cuando dijo: “un poeta debe decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él”. Sólo por medio de la poesía, remataba Vicente Huidobro, el hombre resuelve sus desequilibrios, creando un equilibrio mágico o, tal vez, un mayor desequilibrio. En eso han andado Parra  y Rojas,  al parecer.  Neruda, citò solo a dos poetas en su discurso cuando recibiò el Premio Nobel de Literatura en 1971 en Suecia: el francès Rimbaud y de manera indirecta-directa, a Huidobro, lo que termina siendo un  homenaje a la estatura del  vanguardista sin paracaìdas que fue este singular  personaje, y cito: "El poeta no es un "pequeño dios". No, no es un "pequeño dios". No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios." Neruda plantaba banderas en Estocolmo.
La incertidumbre es materia vital de la poesìa, allì nacen y mueren todas las certezas y vuelven a florecer como los aromos en  primavera las màs sòlidas interrogantes en sus propias cabalgaduras, a lomo de mula, a pie por los abismos, con la respiraciòn entrecortada y la esperanza que un espejismo nos ilumine. Gonzalo Rojas trabajò en mi opiniòn esa lìnea libre sin horizonte que la retuviera o enmarcara, indagò en la palabra hasta su silencio, para comunicarnos lo mejor de su mundo y espanto. Reducir la poètica rojiana al erotismo como ocurre en estos dìas finales y aùn antes, no solo serìa un error, una tonterìa al desconocer la obra de un poeta total que utiliza todos los recursos del lenguaje y los sentidos, oralidad e intertextualidad. Para  Rojas el poema pareciera un edificio de mùltiples compartimentos que se van comunicando entre sì como si fueran en el aire de las palabras.¿Sabes cómo escribo cuando escribo? Remo
en el aire, cierro
las cortinas del cráneo-mundo, remo
párrafo tras párrafo, repito el número
XXI por egipcio, a ver
si llego ahí cantando, los pies alzados
hacia las estrellas... (Rojas)

El siglo XX fue la època dorada de la poesìa chilena  y un escenario de choque  de elefantes,  Neruda, Huidobro y  De Rokha-en un paìs largo como una tira tragicòmica, que se perdìa en  la bùsqueda y mirada  impùdica, casi obscena de su  propio ombligo de paìs insular. Octavio Paz, el mexicano que le dio un nuevo fundamento a Mèxico, no era precisamente amigo ni apologista de Neruda, sobre todo el polìtico, dijo en una conversaciòn telefònica a Jorge Edwards segùn cita en su libro Adiòs, Poeta: "Mira, quiero decirte una cosa, ya que tù estabas tan cerca del personaje. El año pasado releì las obras completas de Neruda, desde la primera pàgina hasta la ùltima. Creo en mi ediciòn faltaban algunas cosas del final, pero leì entero y por orden todo lo que tenìa. Mi conclusiòn es que Neruda es  el mejor poeta de su generaciòn. ¡De lejos! Mejor que Huidobro, mejor que Vallejo,  mejor que Borges. Y mejor que todos los españoles. Es un poeta muy irregular, desde luego, pero en sus grandes momentos es el mejor. Siempre lo he pensado asì: uno de los mejores del idioma. Residencia en la Tierra es un libro extraordinario" Años màs tarde el poeta mexicano, Josè Emilio Pacheco,  dirìa que  Residencia en La Tierra es el libro màs importante del surrealismo. No es cualquier afirmaciòn, ni ligera complacencia.
Pablo Neruda, antes de los 30 años de vida, habìa rayado la cancha de la poesìa chilena, latinoaamericana y de habla hispana, con su Residencia en La Tierra, un libro mayor, del cual tambièn beberìan sus detractores, y poesìa toda, de la cual surgirìa contra ella, Nicanor Parra y el mismo  Gonzalo Rojas se cuidarìa de no ser tragado por  el Dragòn mayor del fuego de la poesìa chilena. Siglo de la hegemonìa nerudiana hasta su muerte en 1973,- a pesar del protagonismo parriano en la ùltima dècada- pero  no debemos pasar por alto la obra de brillantes castillos en el aire, sueños, libertades, bùsqueda, del Altazor huidobriano, como los gemidos  angustiosos y a veces lìricos pasos por la repùblica del Macho anciano de la poesìa, Pablo de Rokha,  la Mistral, indudablemente, y un coro de poetas que siempre estuvieron y siguen estando a la altura de este movimiento poètico de mùltiples  cabezas y ramificaciones. Es largo el rosario de poetas chilenos que pusieron sus picas en el Flandes poètico de la Loca geografìa  de Chile, de  Norte a Sur y Este a Oeste. Si el gran momento històrico  Nerudiano, Mistraliano,  Huidobriano, Rokhiano, Parriano, los ocultò  bajo las piedras de Chile,  puso al borde   de los caminos y  los acantilados de la geografìa,  durante la Guerra Frìa, el Golpe de Estado, en esos tiempos de agonìa cultural, debemos nombrarlos, a riesgo de no estar todos los que debieran:  Rosamel del Valle, Humberto Dìaz Casanueva, Carlos de Rokha, Miguel Arteche,  Alberto Rubio, Eduardo Anguita,  Armando Uribe Arce, Efraìn Barquero,  Enrique Lihn, Jorge Teillier, Oscar Hahn,  Rolando Càrdenas, Floridor Pèrez, Gonzalo Millàn, Omar Lara, Waldo Rojas, Manuel Silva Acevedo, Jaime Quezada, Oliver Welden,  Hernàn Miranda, Josè Cuevas, Raùl Zurita,...........
Pienso que Oscar Hahn seguirà con el timòn que en algùn momento fìsico abandonarà Nicanor Parra de 96 años, porque ha recogido esos saberes  ocultos y visibles, la Gran Receta de la Poesìa chilena, sus secretos màs reales, invisibles y propios: armar la vida y la agonìa, la protesta, el amor, adentrarse en las cosas, ser parte de la geografìa con un sentido de identidad y pertenencia, no dejar de nombrar,  pero todo a travès del lenguaje. Hacer y ser historia. Nada al azar, nada casual,  sin desprenderse de los sueños, ni olvidar los laberintos del insomnio por los que pagamos algunos  un justo precio. Lamentablemente para la poesìa chilena, la temprana desapariciòn fìsica de Gonzalo Millàn, truncò tiempos aùn màs excepcionacionales para la poètica chilena e iberoamericana.  Gonzalo Millàn siempre fue un constructor de  prolijas,  grandes reales y fantàsticas minituras. Su gran receta: escribir nueve versiones sobre un poema, como si fuera una cabala y nunca sentirse satisfecho, entrar y salir por la aguja del sastre. Gonzalo Millàn era el guardiàn de la palabra y donde quiera que estè sigue trabajando  en sus quimeras. La receta de Neruda era no tener receta, sòlo escribir, despreciaba el "intelectualismo", èl, un viejo y zorro lector de los  clàsicos españoles,  franceses, ingleses, Whitman, traductor de Shakespeare y màs. Se lo dijo a un  crìtico francès


Rojas y Parra volverìan tras la huella de las antiguas confrontaciones nerudianas, huidobrianas y rokhianas, como delfines visibles de las nuevas ramas del frondoso àrbol de la poesìa chilena del siglo XX, que marca distancia de Amèrica latina, con contadas excepciones como  el peruano Cèsar Vallejo, fallecido prematuramente en 1938 y que escribiò sobre roca andina. Jorge Luis Borges, Ernesto Cardenal, lo mejor de Octavio Paz, Josè Lezama Lima, Eliseo Diego, Juan Gelman, Josè Emilio Pacheco, Alejandra Pizarnik, son voces de primer orden, sin duda, en el concierto poètico latinoamericano. Seguramente no estàn todos, para màs de algùn lector, pero si los que estàn, son y no sobran.
El Dragòn de la poesìa chilena tiene muchas lenguas de fuego y  es su diversidad, riqueza,  lo que la diferencia no solo del resto de Amèrica, sino de España, en la centuria pasada y en esta època, aunque han desaparecido prematuramente poetas de una retòrica personalìsima, como Enrique Lihn, Jorge Teillier  y Gonzalo Millàn, dueños de su propio mundo poètico y referentes obligados de la poesìa chilena. Todos autores indispensables en el largo recorrido poètico que iniciara Alonso de Ercilla y Zùñiga, con La Araucana, en 1569, aunque el libro lo terminò su autor en España dos dècadas despuès. Chile paìs de fundaciòn èpica, paìs de poetas, nacìa en la perdida Capitanìa general atravesado por las luchas de sus valientes guerreros indìgenas  y la pluma del conquistador que retrataba la gesta heroica de un pueblo "belicoso" y amante de su tierra.
El mapa de la poesìa chilena es màs amplio, diverso, enjundioso, plural, profundo, que sorprenderìa a cualquier lector avezado y curioso. Algunos  nombres vitales  ya estàn en estas pàginas. La verdadera poesìa siempre aflora, en algùn momento sube a cubierta y comienza a navegar. Hay libros y poetas, que escritores nàufragos rescatan como si fuera una botella lanzada al mar por manos anònimas con  un S.O.S. o mensaje de felicidad por la sola aventura de la palabra.
Salì de Chile en 1975, es cierto, he vuelto, pero no he estado todo el tiempo necesario para ponerme al dìa y  menos de los que vienen despuès del apagòn cultural del 73.  Esa afonìa de Fin de mundo que impusieron los panzer del Gran Dictador. No volaba ni una hoja sin el permiso del àngel de la muerte y las que se escribìan las sepultaba el glacial silencio  obligado de la dictadura. Otros tantos  esperan sacar un conejo del profundo sombrero àrbol frondoso de la poesìa, como lo hizo en otro siglo Vicente Huidobro y tantos otros. Hubo Manifiestos en su tiempo, retòrica, elocuencia, tribuna, doctrinas, movimientos, tendencias, revistas, lecturas, condenas, escuelas, cofradìas, poetas malditos, francotiradores, oficialistas del establecimiento, lumpenes adorables, mitòmanos fantàsticos, lectores insomnes, eruditos, poetas de doble rosca y tuerca, surrealistas irreductibles, poetas domingueros, festivaleros,  falderos, de la rima, sectarios, profetas de su propia fe, energùmenos incontrables por su propio ego, que fueron felices a su manera y se hicieron presente en las Grandes Alamedas de la poesìa chilena.
 Muchos buscadores de pepitas de oro, cargadores de lenguaje, inconformes con el verbo y las frases hechas. Y todos en este métier, como si en el oficio les fuera la vida. Hay suicidas y gozadores per se, poetas romànticos atravesados por su sino. Poetas mudos y ventrilocuos, Poetas del Sur con un aureola de santones intocables, poetas de todas las latitudes y geografìas, Poetas de pensiones baratas, adelantados, dueños de su inagotable victrola. Poetas en turno de oriente a occidente, este a  oeste, en todas las direcciones posibles, y compartiendo  la teorìa del pèndulo, dos o tres fèminas, con la excepciòn de la Poeta Mayor que siempre corriò por su propia tangente. Lucila en su alucinaciones constantes, (en medio de tantas aluciones) huyò de Chile por cielo, mar y tierra, multiplicando sus propios panes y peces de su poesìa. Esa fue su materia esencial, en medio del aceite y del vinagre. Ejerciò la maternidad con tres de los poetas mayores del país: Neruda, Parra y Rojas, siempre desde la alegrìa y celebraciòn, el conocimiento de la poesìa.  Desplegò alas con sus viejas cicatrices de cigueña del Valle de Elqui, procreò por los demàs estos hijos que nunca abandonò en sus sueños y vida de Cònsul de Chile en  Amèrica y Europa. este es el gran secreto de la Cocina de la Mistral, su  poesìa limada una y otra vez, nunca satisfecha, arrastrando para muchos el mito de la sequìa con sus  baùles la patiloca màs incompredida del Chile provinciano, pacato, cegato, de ojo polifèmico sanguinolento. Escribiendo sobre su tablita màgica, corriendo sus libros impresos, haciendo crujir las palabras, arrancàndoles  el ùltimo aliento y aùn asì, archivàndolas como si fueran indefensos, desprotegidos, desvalidos poemas. Esa fragilidad, ausencia de sì misma aparentemente, quizàs fortaleciò mucho màs el mito de la Mistral, una mujer que mostraba  una gran entereza al solo ver el trazo de su escritura sobre sus célebres cartas. Su secreto fue ser quien fue, no dejar de buscar, ni siquiera en las religiones alternativas, en encontrar el lugar para la felicidad, en su ir y venir por el mundo, trasladàndose en su imaginario poètico real con sus queridos muertos. ¿Nadie ha pensado en dibujar a la Mistral atada al largo cuerpo de Chile, arrastrándolo por el mundo?

Neruda no parò de escribir, dejò ocho libros inèditos al morir, y si bien para Enrique Lihn "cediò" la vanguardia, el liderazgo poètico a Nicarnor Parra, la poesìa necesitaba otro proyecto, aire, y esto  ocurre en  los nuevos cìclos, perìodos que tienen las artes para renovarse  y trazar  caminos inèditos hasta ese momento. El parricidio, màs que una metàfora, està y forma parte de la literatura universal. Y Parra se venìa preparando desde  su libro iniciàtico Poemas y antipoemas. Fue hegemònico el proyecto nerudiano por largo tiempo en  la poesìa chilena y   mundial, con todas sus peculiaridades màs allà de la poesìa. Parra,  Gonzalo Rojas,  Anguita,  Lihn,  Teillier, Millàn, Hahn, Uribe Arce,  Waldo Rojas, Silva Acevedo, muchos otros  buscaron alternativas que le distanciaran del Vate de Isla Negra por  el simple instinto de supervivencia y la necesidad de presentar un proyecto propio. En poesìa todo es posible, un gènero noble, felixible, màgico, que se presta y permite una extraordinaria plasticidad. Cada poeta puede hacer su propia perfomance.
La poesìa chilena, no viene de Chile, como ha de entenderse en el estricto sentido de la raiz misma,  aunque La Araucana es un primer antecedente y la epopeya arrancò del suelo indìgena, Mapuche, de la araucanìa para los españoles. Los clàsicos chilenos  incorporan a los poetas europeos, norteamericanos,   el movimiento surrealista, griegos, rusos, chinos, hindùes y cocinaron tambièn su propia poesía. La receta criolla con sus  ingredientes, sabores, texturas, la poderosa carga geogràfica, historia de cataclismos y primaveras otoñales, la respiraciòn del poema en el nuevo poema. Las comidas y bebidas, la epopeya Rokhiana angustiosa, desgarrada, delirante, el  folclore parriano y su antipoesìa de  pisos psicològicos de un nuevo individuo, la chilenidad universal nerudiana y mistraliana, desde los malabarismos huidobrianos-Parìs, Parìs- al lar teilleriano, la metafìsica de Anguita, la metàfora del espanto de lo real de Lihn-¿ciudad, ciudad real o irreal?- Hahn, Millàn, los dos Rojas, Silva Acevedo, Welden, Armando Uribe,

En proceso

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