Maestro,
sus carteles publicitarios
son un monumento
a París detrás de las bambalinas,
donde la noche intacta crece
por segundos en su doble oscuridad
y usted gran enano genial flota
en el mejor de los mundos:
can can, can can,
con estas señoras que no se niegan
a nada y menos a su felicidad.
Su rostro de judío converso,
entrenado en la noche agitada de Francia,
donde ejerció
el amor
con rigor casi prusiano,
me conmueve por la pureza
y consagración de sus actos
Yo no voy a bajar el telón
por usted y su obra,
ni pedir que la historia cuente
cada uno de sus
pasos y trazos,
que no fueron pocos
a pesar de la adversidad.
El color de la bohemia es intransferible,
se respira el humo y bota el sudor,
el cuerpo se deja en la noche,
la magia de un
tiempo que se sabe recobrado,
nadie camina con los pies enteros al alba,
ni ordena las ovejas que el sueño comanda,
en lo que es competencia real de la noche,
sin discusión.
Usted, Touluse vuelve a París,
en un cartel.
Rolando Gabrielli©2014
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