su odio envenena a la muerte,
tiene sangre de otro cuerpo en los ojos,
me mira torvo de culatas manos golpea
y no es chicle, sino rabia lo que masca.
¿A quién pertenece su alma, me digo,
las manos que torturan y su ADN asesino?
El mundo es un cordero degollado,
un domingo cualquiera explota el santo oficio
del terror en alguna calle de la muerte
en sus cuatro esquinas de triángulo mortal.
Flores, ataúdes en serie ordenaditos,
bajo tierra descienden a un cielo desconocido,
donde ningún mortal ha bajado.
Soldado usted no es responsable,
alguien lo ha enviado a compartir la muerte,
estas mañanas muertas, oscuras,
de uñas negras y risas violetas.
Soldado cuádrese con su cadáver,
no olvide de guardar distancia.
Rolando Gabrielli©2017
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