Los poetas malditos descendieron a los infiernos,
con sus palabras salvaron quizás nuestras vidas,
ávidos lectores tocados fuimos por su magia
y el encanto alucinante de sus palabras
despertaron nuevas voces en nosotros,
que seguirán cantando,
y nada, ni nadie negará la posteridad.
2
Desconocidos fuimos, en principio,
simples violinistas de los abismos,
y seguirán otros este desafío, pasión,
beberán de sus propias palabras,
aunque todo parezca pasado de moda
o absolutamente innecesario, banal, incierto,
algo excéntrico tal vez, romántico,
aún así, nacerá la rosa en la oscura palabra.
Brindaremos entonces,
por los que cultivaron sueños
hasta la saciedad en cada una de sus palabras
y alucinaron por todos nosotros,
en bares, manicomios, cárceles,
en los subterráneos de la diáspora,
en las calles de las grandes ciudades
de ruidoso, contaminado silencio
de voces y voces,
solitarias, sordas, mudas,
ecos sagrados y de culto
por la palabra.
3
Padres nuestros de la poesía,
inclino mi frente, me confieso,
ante todos vosotros, sin excepción,
pecador de todas sus palabras
y fuegos que aún están por alumbrarnos,
con sus incandescentes cenizas y huesos,
la sagrada y díscola página en blanco.
¿Qué hemos visto sin ver,
en esta historia sin fin?
Las mejores horas siempre están
por suceder para agitar los nuevos tiempos
del porvenir.
Rolando Gabrielli 2021
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