Comencemos por subir una escalera hasta donde llega su
último peldaño. El resto que lo haga la
imaginación. Si miramos el mar, que sea hasta el infinito, no hay límites.
Ver por una ventana, es
espectacular detenerse en los detalles
más cercanos. Si es un jardín hay mucho por recorrer y ver crecer con el
tiempo. Si solo es la calle, el sol, la lluvia, la nieve, animan nuestro
espectáculo cotidiano. Este ejercicio no tiene reglas, ni busca resultados.
Sentarse en un bar y ver como se derriten los hielos en un vaso. Estar solo
permite estar y no estar, sentir el tintineo de copas, ver siempre un mismo
lugar, ser parte de su atmósfera, risas, frases casi sin destino.
Una puesta de sol es otra cosa, la extinción de la
belleza en un fragmento determinado de tiempo en un horizonte. El atardecer
tiene estas cosas naturales. El crepúsculo va dando paso a la Luna y la noche. Todo
tiempo pareciera tener su pausa ¿y por qué nosotros no?.
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