El hombre, que se sepa, nunca se ha puesto límites. En
la actualidad, al parecer, la Tierra, más que su hogar, es una plataforma para
viajar al espacio y establecerse en algún lugar del cosmos ante una posibilidad
de la extinción de su actual hábitat.
Las teorías rondan la cabeza de la especulación, fantasía y realidad. Sus
exploraciones de la Luna y Marte, como sus narraciones ficticias, son también
pruebas del poder de su imaginación, sueños y deseos. En algunas películas se
siente invencible, cumple uno de sus sueños ancestrales más codiciados y aún si
cumplir: volar. Se ha quedado con las alas
derretidas por el fuego de Ícaro, sin despegar por sus propios pies, de la tierra. Son
numerosas las hazañas y metas cumplidas a lo largo de su historia y siempre
aspira a más.
La incorporación de las herramientas digitales, la
Inteligencia Artificial, le dan nuevas esperanzas de seguir incorporando nuevos
récords en su paso por el planeta y cada generación va sumando y heredando sus
logros a la siguiente.
En lo personal me ha llamado la atención de un último
invento para comunicarse, en la era digital, donde todo o casi, pareciera estar
a un click. Son una especie de la síntesis de la nada, una
simplificación de la disminución y reducción. En pocas palabras la palabra prácticamente
no existe, es una especie de señal, guiño, un entornar de ojo, algo así como un
parpadeo. En algunas dictaduras y ahora democracias que hacen gala de la
Libertad, están prohibiendo ciertos libros, pero con estas herramientas ya no
se necesitará la censura, porque la gente dejará de leer de manera voluntaria.
Los reels nacieron para convencer a los consumidores de una manera
directa, breve y completa. Una ráfaga de unas pocas palabras y una imagen, para
difundir lo instantáneo, no pocas veces. Estamos en el reino de lo efímero, la
plazoleta pública de lo trivial, ese reino inconfundible de lo trivial. Lo
insignificante, irrelevante, es temporal y desaparece por arte de magia, como
un reel de nuestro tiempo.
La atmósfera en que vivimos, el aire que respiramos,
la comunicación no deja de ser virtual, es decir, ausente, sin presencia real,
una suerte de puente inalámbrico sin fin, de limbo corporal. La imagen es el
paisaje privilegiado. Estamos ante la presencia de este correcaminos que es la
imagen y la comunicación, por lo que no debemos sorprendernos cuando las
lecturas en el mundo digital son express, existe una suerte de barrido
de palabras, breves oraciones que tienen como destino el momento y el olvido.
Quienes éramos sorprendidos en las noches invernales o
de los cálidos veranos de nuestra infancia por los cuentos de hadas y las
fábulas, esas maravillosas historias que dormían con nuestros sueños y fantasías. Hoy, la Familia Reel, casi se
comunica por señas, y es probable que ello se deba a que las palabras, han sido
virtualmente abandonadas, descartadas, ausentadas, silenciadas hasta llegar a
la afonía. En la acumulación de palabras no dichas, quizás, se produce una aglomeración
que las congela, aparentemente, y quedan si pasado para reclamar su lugar,
espacio. La Familia Reel pareciera desconocer, ignorar, cuanto lucharon para
materializar su existencia. La palabra escrita es una esforzada obrera de
tiempos inmemoriales, que resiste hoy ante la voracidad de la imagen y de la
banalidad express. La palabra escrita buscaba hace siglos afincarse
sobre algo material, comenta Irene Vallejo, en su libro, El infinito en un
junco, y subraya, que antes del descubrimiento del papiro, se escribía
sobre el barro, madera y metal. Resiliencia absoluta.
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