Una de las preguntas que me han hecho en repetidas ocasiones con cierta ingenuidad, manía, persistencia y curiosidad, tal vez, por qué, para qué escribo poesía. En parte la interrogante lleva implícita una advertencia, para qué sirve ese ejercicio de cortar las palabras, escribir verticalmente, no llamar las cosas por su nombre, o darles un verdadero nombre. La curiosidad es hacia dónde nos puede llevar esta aventura. que pareciera no tener pies ni cabeza y ser un lenguaje para iniciados en un círculo vicioso de la palabra. Hay un enigma que pudiera confundirse con un tirar de dados, someterse a las cartas del Tarot o simplemente determinar que es un oficio, acaso, un juego, una manera divertida de buscar algún otro sentido a las palabras comunes y corrientes.
La poesía puede ser lo más inesperado que anida un corazón, hondo, un lenguaje verdaderamente verdadero con el cual comunicamos más allá de nuestra pobres palabras diarias, asuntos que los cinco sentidos suelen traducir de vez en cuando y no siempre acertar o de alguna manera ser la explicación correcta para quien lee un texto y llega a su propia conclusión. Después de todo, el poema está para ser descifrado, interpretado, sentido, corregido, apropiado, recreado y aún así, puede permanecer inédito para muchos más lectores.
Cada lector, amante de la poesía, debe buscar, en mi opinión, su propia definición, de acuerdo con su experiencia de lecturas, apreciación personal gel género y tomando en cuenta que todos, o casi, hemos sido poetas cuando niños y hemos escrito algún poema en el desliz de nuestras vidas. No lo digo para que se avergúencen, sino para tomar el pulso, a la importancia que suele tener más allá del olvido de algunas memorias. Es un recursos que muchas veces supera el pragmatismo, la prosa diaria, el discurso opaco, a veces, banal. La poesía cuenta con sus propios códigos, toma el pulso a cada época a su manera, se transforma, evoluciona como lo hace la ciencia y otras artes, y los poetas arrancan verbos y palabras a la realidad como ellos la ven y transforman, finalmente.
En esta era del pensamiento robótico-digital, donde la juventud viaja en el meta verso, en la inmersión de una nueva realidad, y comienza viajar de la mano de la Inteligencia Artificial, seducida como pocas veces en la historia de la humanidad, la poesía sobre, apela a la imaginación sensorial directa del ser humano a través de las palabras. El poema oral milenario, el poema escrito en cientos de lenguas en la historia de la humanidad, el poema como lenguaje de la tribu, el poema de la naturaleza, el poema que nombra las cosas, funda ciudades, países, el poema anónimo, la palabra que no se sabe quien la dijo y permanece en los tiempos, el poema que una y otra vez vuelve a cantarle a la vida, lo que somos, el poema que Babilonia ocultó en una vasija, que Roma enalteció por sobre los vítores de la chusma enardecida en el Coliseo romano, el poema que ninguna palabra se negaría a escribir, el poema que convirtió la luz en su propia sombra, el poema de la Diáspora de todos los tiempos que siguen siendo nuestros tiempos y los que han de venir.
Si alguien busca una explicación del poema solo en las palabras, su combinación, sentido-s, silencio, le invito a pensar, reflexionar, encontrar en el texto Vida, porque es definitivamente de lo cual está hecho. Esa es la esencia de su materia. Tal vez por ello, la poesía es eterna, forma parte de nuestro ADN emocional, nuestra manera de usar los sentidos en comprender la naturaleza de las personas y de todo cuanto nos rodea y anima a vivir.
La poesía tuvo un gran prestigio en la antigüedad, formaba aparte de la historia, del alma de algunos pueblos, Las palabras vienen de tan lejos como la poesía, nadie era tal vez dueño de lo que en verdad se cantaba y el susurro de las voces recorría de sitio en sitio. En nuestro presente inmediato, Chile, la poesía también ocupó la atención más allá de la academia y algunos acuñaron el nombre de país de poetas. Ese eco me parece perdido en los tiempos más recientes. Las páginas de los periódicos no publican poemas, ni entrevistas a poetas, ni los toman en cuenta. Son golondrinas que no hacen verano, ni ocupan espacios visibles en la sociedad. De vez en cuando un orador cita a un poeta para refrescar su discurso, distinguirlo de la habitual retórica con un guiño literario.
Mi recomendación es seguir escribiendo.
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