Cuando el ocio
deposita sus flácidas nalgas
en el atardecer
banal de un domingo,
en estos días
triviales sin mucho sentido
y al margen de
toda explicación,
se carece absolutamente
de algún significado
que las palabras pudieran explicar
a su buen entender y manera.
Nada constituye siquiera
una intención
que no se
encuentre contenida en la banalidad.
Imagino en un
futuro no tan lejano,
una escena más o
menos reconfortante,
donde todo sea
parte de un todo
indisoluble y
nadie tenga que hablar
dos veces sobre
una misma cosa
para ser escuchado
o lo obliguen a dar
alguna explicación
innecesaria.
Las palabras en sí
son una cortesía
de su autor y
debieran tomarse
como tales, aún en
el vicio
de repetirlas mil
veces si fuera necesario,
al pie de la
letra,
para que en alguna
oreja receptiva
anidara el mensaje
de principio a fin,
sin la objeción de
ninguna otra palabra.
Rolando Gabrielli2025
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