LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA DE BOLAÑO
UNO
Cuando subí al avión de COPA Airlines y caminé por su atestado pasillo, pensé en dos paisajes diferentes, pero que me hacían olvidar el farragoso mundo de los aeropuertos manoseados de inseguridad y trascendidos de sospechas. La sabana bogotana, ancha, verde, bucólica, sin fin y la bahía panameña rodeada de islas y edificios monumentales, donde la panza del pájaro de hierro nos conduce a casa sobre el mar. Me había acostumbrado a una suerte de nostalgia, de evasión sublimada por la naturaleza que aun nos queda. Una acuarela diferente, bajo lo que sería la lluvia fatigosa y un gris disimulado a veces por los rojos ladrillos de Bogotá. Este era el paisaje, de una parte, a otra, en el corto trayecto que une a Colombia con su antiguo departamento de Panamá. Me senté con vista a ninguna parte, al frente de una pequeña separación de la primera clase, en un incómodo lugar, ese que sobra en medio del azar de la venta de pasajes que fueron trasladados de una fecha a otra. Caí desplomado con un montón de libros de un autor desconocido y muy querido por mí, casi sin tiempo, abrumado por las sensaciones y recuerdos. Sólo sabía que no cabía un alfiler en el vuelo. Pasé revista a los últimos días atropellados de sensaciones ambivalentes, lluvias, en un mar de palabras impresas y en verso libre cortados en una sóla línea vertical, en los pabellones y auditórium de la XX Feria Internacional de Bogotá, que concluye en un par de días. Una pequeña ciudadela repleta de libros con sus celosos guardianes-venededores a su entrada, como cazando a los lectores que se desplazan por los pasillos en un verdadero laberinto. La gente mira, ve y no ve de ver tantos libros. Una editorial famosa colombiana vende libros por kilos. ¿La palabra pesa?
DOS
Ni cómo empezar y menos terminar. Decidí escribir en seco sobre el blog, con los apuntes de la memoria, que suelen ser los mejores trazos del olvido y arbitrariedad. Cero compromiso con lo real en su estrecha e inocua dimensión.
Me abroché el cinturón y comencé a llenar esos papelitos para cuando uno vuelve a aterrizar y pueda salir del aeropuerto y entrar a la ciudad sin problemas, al lugar donde uno vive y salió por un tiempo. ¿Regrezar es tan difícil como partir? Eran unas cuantas letras, las de siempre, datos personales, declaraciones de dinero, palabras de aduana, y objetos. Dejé libre por un momento el casete e intercambié unas palabras con el vecino del lado izquierdo. El de la derecha, un gigante con su cabeza rapada, resoplaba humo y sus ventosas achicaban el oxígeno. Iba al Norte-Norte, era notorio por acento y mirada, cuando tuvo los ojos abiertos para llenar el mismo papelito en otro idioma. Los dos leíamos con el de la izquierda, quizás con el impulso ferial, y el tercero, a la derecha, resoplaba, mientras el avión se acomodaba para despegar, en ese típico paseo que suelen hacer por la pista, como si las alas le pesaran más de la cuenta. Yo continué con la lectura de Estrella distante de Roberto Bolaño y mi vecino, con una novela gruesa, cuyo autor no recuerdo, pero el lector la llevaba a mitad de término. ¿Conoce a Bolaño, le pregunté?-Lo he leído todo, respondió. Es el escritor más importante de México y del habla castellana, agregó.-¿Cómo llegó a él?, le pregunté.- No lo va a creer, respondió. Por mi padre, un general de División, ya retirado.- Vaya sorpresa, le dije, y más que curiosidad.
Se jubiló y se introdujo en la bohemia y la lectura. Así descubrió a Bolaño y se sintió interpretado, él, un viejo franquista, que quedó huérfano de padre en la época de la Guerra Civil. ¿Cómo se llama?, le pregunté?- Cortés, como el conquistador de México, acotó de una vez. Fue en el D.F. que un día decidí y le dije a un empleado, ve a la librería Gandhi, esa que está en el Centro Histórico de la ciudad. ¿La conoce?, se interrumpió.-Sí, le dije. "Tráeme todo lo que encuentres del chileno que escribe como mexicano". Lo que no es cierto, digo yo, porque escribe como Bolaño, con toda esa pasta con la que se untó en la vida. Así me pertreché de este autor verdaderamente interesante, respondió.
TRES
Mientras escuchaba a este bolañista, hijo de un general franquista, recordaba la conversación en una pizzería bajo la lluvia intensa con un doctor en ingeniería, profesor universitario, un belga que hace una maestría en Bogotá y un joven ingeniero que está sacando un doctorado con ese profesor que estudió en Estados Unidos. En la mesa ya no estaba un estudiante de literatura. El profesor ese día había acompañado a su alumno de doctorado a la Feria para que comprara a Bolaño. Los encontré en el puesto de Anagrama, a centímetros de una ruma de libros de Bolaño, que descansaban sobre Los detectives Salvajes y 2666. De eso me recordaba en el vuelo, mientras mi vecino hacia memoria de pasajes y de las descripciones sobre el D.F., aunque él vivía ahora en Cancún. Lo salvan sus playas y casi todos somos extranjeros, dijo. Su vida se manejaba hace mucho en estos paraísos tropicales, como Isla Contadora y los archipiélagos panameños. Viajo contínuamente a Colombia, Venezuela, el Caribe, dijo, así que leo. La maleta va cargada, pesa como el mismo demonio.
CUATRO
Bogotá ya estaba a nuestras espaldas. Pero Bolaño, que no figuraba en la fotografía siquiera de los autores chilenos destacados en el stand chileno como país invitado de honor, ganaba lectores por segundos en Bogotá. Pude verle sonreír tímidamente detrás de sus gafas desde un poster, con su barba algo crecida, fumando, como un forastero en el stand de Anagrama. Su protector y editor, Herralde, llegaba por esos días a la Feria, un sitio inmanejable, que crece como una enredadera, simultáneo de actos, lanzamientos, lecturas, encuentros, páginas y páginas y programas. Toman el libro como una fiesta, y no está mal, una vez al año en varios países, México, Chile, Buenos Aires y los escaparates se mueven como en las películas del cine mudo, a la velocidad del silencio y de las manos.
El vendedor jefe del stand de Anagrama, rapado de cabeza, muy joven, estaba flanqueado en la pared izquierda por un inmenso retrato de Bolaño, el del forastero, con ese traje seguramente, pensé, harán su película de Los Detectives Salvajes, que han traducido recientemente al inglés. Algún libretista, cineasta, lo leerá ahora y propondrá a Hollywood. Han demorado mucho. La novela se presta para el celuloide, la pantalla grande. Historia, humor, aventura, poesía, el DF, México, literatura. ¿Cuántos millones de mexicanos hay en Estados Unidos? Cruzando la frontera sólo hay cien millones. Después supe que tenían un sólo retrato, lo trasladaron a otro stand dentro de la Feria, de seguro estaba vendiendo menos. Una vendedora, tipo mujer de pasarella, vestida de bluejean informal, cuyo ombligo celestial parecía una pequeña bóveda de sueños y alcancías griegas con sus oráculos, fuente del mismo Delfos, estaba para hipnotizar a los compradores, porque los miraba desde adentro de sus corazones y parecía complacerles en todo. El pequeño stand atiborrado de libros en hileras sobre los mesones, iluminado, se enfiestaba de un público ávido que tenía problemas para desplazarse por el pequeño recinto que en verdad estaba para alojar libros. Yo salí con Kerouac, En el camino.
CINCO
Mi vecino, ex marido de una periodista panameña, que recultó que yo la conocía hace muchos años porque estudió además en Chile, me habló de las últimas novedades sobre Bolaño, que el jubilado General de División de la España franquista le contaba, porque es un fanático del poeta y narrador chileno, ninguneado en Chile. Me preguntó que sabía de él. Lo que un autor deja saber, lo que escudriñamos detrás de sus palabras, la nostalgia, las sobras y la ausencia que nos deja, dije. Bolaño es chileno a pesar de los chilenos y de él mismo. Nocturno de Chile, que celebró mucho este compañero de viaje, por los personajes retratados, es una historia chilena, que pudo ocurrir en cualquier lugar, pero tiene nombres y apellidos. La manera de Bolaño de acercarse a Chile es diferente, no incursiona en la heroicidad, ni estridencia, en el doloroso exilio. Se fue sin L Bolaño, con pena y gloria, la que se encontró en el camino con mucho esfuerzo y obstáculos. Esa novelita iba en mi maletín de cuero. Los escritores son obsesivos, porque la literatura es una obsesión, un ejercicio compulsivo, una adicción que nos descubre a nosotros mismos frente a un espejo trizado, pasado de moda, que sólo nos muestra reflejos a tientas para cautivarnos y exigirnos adentrarnos en los personajes e historia. Es un compromiso irrenunciable.Y Bolaño es más obsesivo de la cuenta quizás. Puso a sus pares y el referente de Neruda contra la pared. Borges tenía esta costumbre de exhibir a sus pares, Neruda actuaba con el silencio y sigilo mapuche, callaba. Huidobro y Parra han hablado por los codos, a los cuatro vientos, como Gonzalo Rojas. A García Márquez no le he leído preocupándose de sus pares. Kafka tampoco. Son estilos, estados, cosas del mercado, manías, una manera de ver el mundo y la literatura, también un compromiso con lo que uno cree y defiende. El escritor comprometido se quedó en Sartre. Neruda en su tiempo a un costo "alto". Roque Dalton, muerto por sus propios compañeros.
SEIS
El vuelo es corto, sólo encuentra pequeños obstáculos cuando entra al selvático Darién y a la llegada de una Bogotá brumosa. Es nada, en verdad. El salto de un ángel no profesional. Seguimos en el aire con el tema de Bolaño. No era de extrañar que nos estuviera escuchando en algún lugar del avión. Intenté ubicarlo. Lo imaginé con más propiedad en la Feria, caminando por los pasillos, hojeando libros como un catador, acordándose con una risa cínica de sus días de la librería El Sótano. Interrumpí el hilo literario de mi propio discurso. Es inútil, dije. Sabe, en Chile unos jóvenes están organizando un Carnaval sobre Bolaño. Jorge Edwards, premio Cervantes, muy amigo de Vargas Llosa, ha dicho recientemente que los jóvenes sólo conocen a Bolaño. Quizás es un honor para ambas partes, se identifican. No sé. Bolaño incomoda a los escritores "consagrados" de Chile. Las relaciones tienen la posibilidad de brillar o pudrirse. No es cuestión de tiempo, como la madera, sino de química, como la realidad.
Nos reímos muchos esa noche bogotana con los ingenieros colombianos y el belga, a quien recién le habían robado con un cuchillo sobre el pecho, en una calle cualquiera. Su metro 85 y cara de niño cortazariano no le bastaron para reducir a sus atacantes. Sí ha hecho estragos con las colombianas, me dijo maliciosamente, Eduardo Mojica, el ingeniero cucuteño, fronterizo con Venezuela y sobrino de un viejo guerrillero. Nicanor Quijano, su profesor iniciático en Bolaño, sonreía detrás de sus gafas y Jorge Mario Sánchez, siempre parecía estar buscando a alguien en el aire, y no le conocimos palabras en esos días. La poesía les asustaba a los tres. No hablamos mucho de esos temas. Yo pensé: "la poesía no calienta a nadie". (La dejó Rimbaud, el negro Hernán Valdés y el mismo Bolaño) Dicen que lo que más que se vendió en la Feria fue poesía. Un reporte sospechoso a mi manera de ver, pero podría formar parte del realismo mágico macondiano que tanto detestaban Bolaño y Alberto Fuguet. (Dudo que García Márquez sepa quien es Fuguet.) No vi su presentación en el stand chileno. Supe por el profesor iniciático que atacó a Bolaño y GGM y se enfrascó con alguien del público. Al profesor le gusta "su mezcla de la sociedad anglosajona con la hispana", porque ambos vivieron ese spanglish y la cultura mediática en Estados Unidos, agrega en su favor. Lo admira como a un Atari.
Una Feria da para todo. Las personas y los libros se ven como en feria, exhibición, vitrina. Se exponen los libros y las palabras que allí se dicen. Escuché una conferencia sobre Gabriela Mistral llena de lugares comunes en el stand de Chile. Allí sólo había diez libros de un título de Gonzalo Rojas. Las editoriales, las casas de libros, los libreros, las cámaras, en fin, mil excusas, pero sus libros no estaban, como los de tantos otros indispensables. Ocurren muchas cosas en una Feria del libro, como por ejemplo, un infame recital de poetas locales e invitados. Aguanté tres poemas de un odontólogo mexicano, que arrancaba las raices de las cordales sin anestesia. Estaba llena la sala de unos rostros patibularios, desencantados de la vida y de algunas musas frescas, estimulantes, con miradas provincianas, casi inocentes. Tanta volatilidad y esa solemnidad de la nada. No había una poeta en la mesa principal, puesta a lo largo como esos escenarios que nos recuerdan el Kremlin. El gris de la memoria en un primer plano. La noche bogotana recién comenzaba, así que decidí partir a otro escenario.
SIETE
Los colombianos son narradores. Su realidad es mágica, sorprendente de realismo Caribe, ese que no se conoce en Chile, Argentina y Uruguay, y que habla un mismo idioma con Jorge Amado, el autor de Dona Flor e Seus Dois Maridos. (¿Las ferias en castellano sirven para aislar más la literatura portuguesa de Brasil?) Es sólo una paréntesis, una inflexión necesaria. Sin poesía no hay narrativa, pero eso no lo entienden todos, los lectores si saben de lo que hablo. Muchos manchan sus ojos en el mundo digital, video juego de la vida, son hijos inalámbricos del celular.
Si uno se pone a leer los diarios en Colombia o a mirar la realidad de frente, deja de escribir. todo está dicho desde el punto de vista de la ficción y de la realidad. las lluvias imepdían en algunos sectores ver la TV. La señal de Internet, en el hotel en que estaba en las proximidades a la Feria, se perdió cuando llegué casi para siempre, al menos para mí hasta que partí. Sin embargo, al noticia se deslizaba en algunos conversatorios privados junto a un café negro colombiano. La Nación entera anda detrás de la fortuna de 8 mil millones de dólares del narcotraficante comnocido como el Mexicano: José González Rodríguez Gacha. En sus mejores tiempos, cuando estuvo vivo y al frente de imperio, dicen que estuvo en Panamá, como Pablo Escobar Gaviria y tantos otros. Es un dinero histórico, emblemático, la base de lo que los narcotraficantes ofrecieron al gobierno para pagar la deuda externa de Colombia. También dicen que el dinero fue guardado en un bunker construido por un judío en la ex finca del Mexicano de 248 hectáreas, llamada Cuernavaca.
OCHO
Las revelaciones completas las ha hecho en exclusiva este domingo el diario El Tiempo de Colombia, que detalla que el General Carlos Lemus llegó a un acuerdo con 23 hombres de confianza del Mexicano, guaqueros, para repartirse el botín entre el Estado, ellos y el DIAN. Los guaqueros piden 3 mil millones de dólares, papeles para ellos y sus familias y un lugar que ellos elijan para vivir. Hace un año un equipo interdisciplinarios, integrado por geólogos, topógrafos, técnicos en explosivos e ingenieros, inició la búsqueda. EL Tiempo informa que un pelotón de fuerzas especiales, integrado por 36 hombres expertos en operaciones de asalto, vigilan día y noche las operaciones en el terreno. Los sondeos realizados a unos seis metros de profundidad indican que hay buenos indicios que el botín está cerca. Se sospecha que la parte del dinero pudiera estar en una fuente artificial construida a través del desvío de una quebrada. En medio de esta arqueología del dinero perdido, "el municipio de Pacho está reclamando el predio para desarrollar cinco programas: un cultivo de heliconias, un ancianato, un parque, una planta para el manejo de residuos orgánicos ", precisa El Tiempo. Se teme la invasión de guaqueros foráneos, paramilitares. Los 23 ex hombres de confianza de El Mexicano, reclaman que "han tenido que afrontar la carga económica del proyecto, además, lidiar con las brujas y fantasmas que hacen presencia en 'Cuernavaca'. Ya ve Fuguet que la realidad colombiana supera a García Márquez que abandonó su país hace algunas décadas.
NUEVE
La mala ficción da paso a la realidad. Pienso en los días en que Bolaño sobrevivía en el DF y después se dedicaría a cazar concursos provinciales en España. En sus partidas y regresos a Chile, un espacio marcado por el terror y la indiferencia, el formidable horror con h de Enrique Lihn. Este era un pensamiento entre nubes. El capitán de la nave anunciaba el descenso en Panamá. Comenzamos a perder altura como ocurre en estos casos. Cortés me seguía hablando del fanatismo de su padre por Bolaño. Los tiempos en verdad han cambiado para seguir igual. Todos esos archipiélagos los conozco, dijo el hijo del General. Bajo la panza del avión debe estar Contadora, la isla donde se refugió el Sha de Irán, cuando nadie lo quería. Cortés comienza a calzarse sus zapatos, a mirar por la ventanilla, le esperan dos horas en el aeropueto de Panamá hacia México, Cancún. Otros pasajeros a Los Ángeles, Guatemala, etc.
Los tiempos han cambiado mucho, respecto del mercado, ese tirano que lee por todos nosotros y selecciona libros de antemano. Bolaño era ya conocido antes de morir, pero ahora, después de muerto, sus cenizas valen oro en el mercado. Le comento al "pariente" de Cortés, que entre los diversos artículos y notas que he divulgado hace algunos años sobre Bolaño, escribí un E-mail el día de su muerte, dirigido a él, que tuvo alguna divulgación en Chile, Argentina, España, Estados Unidos. Donde reina el mercado, el espectáculo prevalece por sobre la literatura. Es suave el descenso. Ha quedado atrás la fiesta del libro, habrá que enfrentar la página en blanco. En algún momento dormité. Muchos kilómetros recorridos en Bogotá. El cuerpo busca su acomodo. No se si soñé que firmaba un primer libro a Cortés que me advertía que se iba a quedar con él. No lo sé en verdad, porque seguía en mis manos Estrella distante de Bolaño. Cosa de los deseos, que son puertas de los propios sueños.
Rolando Gabrielli©2007
2 comentarios:
Ya nada es lo que era, ni viajar es lo que era, ni los "señores de los zapatos", son lo que eran. Afortunadamente, me quedan todavía muchos libros por leer.
excelente descripcion de tu viaje de regreso,llegue a sentirme una particula de luz cruzando e aire dentro del avion sintiendo la sensacion del ascenso y descenso del pajaro aerodinamico,imagine a traves de tu relato la conversacion informal de dos pasajeros opinando sobre literatura,Pero tambien dibuje en el espacio al escritor que regresaba avido por firmar su proximo libro.....en alguna nueva feria.Saludos.SLB.
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