En las próximas setenta y dos horas sabremos quien es el Premio Nobel de Literatura correspondiente al 2008 y se abrirá un nuevo capítulo en la polémica del ya màs que centenario historial de este lauro (1901). El Nobel es un premio realmente explosivo y causa revuelo no sólo dentro del mundo literario, sino a nivel de la opinión pública internacional a través de su difusión en los medios de comunicación, que ensayan con viejas y nuevas listas en esta competencia de quien le apunta al Nobel. Los eternos nominados y el factor sorpresa, pudiera ser la fórmula mágica que se desprende la manga del jurado sueco, que juega a su tradicional hermetismo. La Academia Sueca tiene 222 años y el lauro 107, un tiempo más que suficiente para reflexionar sobre la mejor manera de manejar la herencia y leyenda del Nobel. Imposible satisfacer a escritores, países, continentes, con un sólo reconocimiento anual y, sin duda, volverán a quedar heridos en el camino, con los eternos fanstamas de la antesala. Nominado pero no premiado. Ese es un mote que pesa. ¿Si hay nombres? Claro, todos los años los hay, algunos se repiten en esa lista sueca enigmática.
Durante todo el verano los académicos suecos han leído libro y seleccionado nombres, rechazado otro, divagado en algunos, detenido en no sabemos cuantas páginas e historias. Si al menos nos contarán parte de este misterio, nos resultaría más placentera la ruta, los pormenores que siguió la premiación detrás de las paredes. En el secreto, al parecer, está la respuesta para no enredarse más de la cuenta, porque calificar y coronar al nuevo emperador de las letras universales es más que un honor u orgullo, una responsabilidad ética.
Lo recomendable en esta ocasión, para críticos, neófitos y fanáticos de esta olimpíada de las letras, es conservar la calma, mirar a los académicos detras de la barrera, porque sólo ellos exhibirán el rostro del nuevo ganador (a), y saber que ningún premio hace a un buen escritor o que éste se lea por los siglos de los siglos. El Nobel no es un cheque sin fondo, pero el 1.3 millones de dólares reaniman a un fantasma literario.
Quienes siguen la pista al Nobel de literatura como sabuesos de una cinta de intrigas, les gusta barajar nombres, posibilidades, noverse en la oscura abstracta y posible ley de las probabilidades. Deshojan las margaritas del Nobel, hasta quedarse con la última. Todo es tan probable, inclusive lo que obviamente no decimos.
El recurso de la literatura es la ficción y nadie puede n4egarle a la Academia Sueca que se desprenda de su mejor arma. el silencio. Independientemente de lo que ocurra por el lado oficial, las listas siguen recirriendo el camino empedrado de dudas hacia el Nobel.
Comencemos por casa: son tres los Mosqueteros aparentemente en esta oportunidad. El mexicano Carlos Fuentes, quien acaba de editar su última novela:La voluntad y la fortuna; el peruano nacionalizado español, Mario Vargas Llosa, quien realiza numerosas actividades por estos días y tiene por editar un ensayo sobre el narrador uruguayo Juan Carlos Onetti y finalmente, el poeta nicaraguense Ernesto Cardenal, con una reconocida obra poética. México es el único de estos tres países latinoamericanos que cuenta con un Nobel, el poeta Octavio Paz, el último de los mohicanos de nuestro subcontinente en recibirlo en 1990.
La ruleta rusa del Nobel sigue girando en la nuez del revólver que se dispará el jueves próximo. entre los favoritos está el italiano Claudio Magris, de 69 años; el poeta sirio- libanés Adonis, de 78; el novelista estadounidense Thomas Pynchon; el israelí Amos Ozy es más decente un etc., que seguir repitiendo las viejas acrtas y palabras para este acontecimiento.
Que nos deslumbren con un autor que se haga cargo de la literatura y de su tiempo, de esta época que viaja a ciegas hacia algún luhar del cosmos como un ascensor en reparación o una mula con los ojos vendados al borde del abismo.
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