Escribe una carta al sol
y le habla de sus zapatillas
amarillas, doradas,
en algún
en algún
momento le dice
que la ilumina.
Correría gustosa a abrazarlo
para que nunca se apagara,
ni se extinguiera cada invierno
en la noche nacida
de la blanca nieve,
oculta en la montaña.
Tras el rutinario vuelo
de las palomas,
observa,
observa,
al caer la tarde, en la plaza,
que lo dejaría ir en el ruido
de sus alas.
Rolando Gabrielli©2019
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