Nos quedamos de encontrar para hablar de Freud
y
Lacan en un parque urbano de la ciudad,
pura
teoría me decía en ese entonces,
risas en tiempos en que los egos
viajaban
por los instantáneos senderos de
Instagram.
Un retorno a Freud propone en su
teoría el francés,
yo iba de discípulo a escuchar a mi
psicoanalista,
deslumbrante atardecer frente a
un imaginario diván,
ella hablaba del austríaco y del
francés
con la propiedad que da el saber,
esa soltura del yo y el super yo
infaltable en una conversación
distendida en el placer de la palabra
y el ser.
Impactado, como estaba, ver caer las
hojas del otoño,
cubrir de amarillo las calles,
el paisaje era toda la realidad
que podía concebir,
nada más que imaginación en un día
común y corriente,
las palabras se las llevaba el viento,
sucumbíamos eso sí al lenguaje
hipnótico
de los inolvidables Sigmund y Jacques.
Era un retorno absoluto al maestro
vienés,
memorable intérprete de los sueños
somos también lenguaje poeta, me
decía,
y Lacan flotaba en el aire más allá de
la memoria.
Estaba entregado a esta sesión
inolvidable.
El deseo y el placer son libertad,
me dije, Jacques, gracias.
La gente pasaba y no me
inquietaba
ver a otros pasear sus perros,
caminar por sus propios senderos,
la psiquis es un gran laberinto,
por ahí nos desplazamos sin fin.
La tarde se dejaba acariciar sus domos
de luces
y respirábamos placidez,
lo más parecido al bienestar,
complacientes en el obsequioso
atardecer.
No debíamos pedir más,
ni ir más lejos, ni con mayor
profundidad,
menos intentar superar a los maestros,
sería un vicio imperdonable.
ROLANDO GABRIELLI©2019
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