Eternos en verdad, un tiempo infinito,
adolescentes frescos
irreverentes,
un sol rodando al amanecer,
otra jornada brillante, heroica,
techos sobre el acero del horizonte,
páginas lùcidas, escritas
verticalmente,
a puño y letra sobre las horas,
voces encabalgando el poema,
sin mirar atrás ni volver a mirar,
solo los rostros guiando las palabras.
La memoria del verano
nos protegía del invierno,
el humo de las chimeneas
oscuro por los roncos techos de zinc,
unas pocas hojas podridas
en las plazas, en las calles,
bajo la suela solemne de los pasos.
Una aventura real se explica asimisma.
Rolando Gabrielli©2020
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