Hace mucho frìo
como cuando
es
artaud
el muerto
quien
sopla.
A.A. La poesìa, apartir de un cierto nivel, se burla de la salud mental del poeta, decìa Andres Breton. Para la poesìa, los ùnicos escollos seràn la banalidad y el consentimiento universal, contestaba Breton un cuestionario, que partìa de una pregunta si Antonin Artaud "habìa pasado del otro lado". Seguramente si habìa entrado en la locura, traspasado los lìmites reconocidos por una autopista. ¿Exceso de velocidad? Los lìmites de la poesìa, para Breton estàn màs allà de la razòn humana. Los màs bellos cantos, advertìa en ese entonces el padre del Surrealismo, son a menudo "los màs extraviados". Rimbaud, Holderlin, Van Gogh, Lautreamont, cita y ejemplifica lo màs pròximo al delirio.
(Mientras leo lo que dice Breton, ve el rostro de Artaud, no el del actor, sino el del poeta que arrastraba como una llama inagotable de fuego y dolor)
Breton considera que si pasò del otro lado cuando venìa en el barco cde Irlanda en 1937 de regerso a casa.
La fotografìa que cierra esta muerta arbitraria muestra los estragos del electroshoks a que fue sometido Artaud y a ello se refiere Breton, su salvador de que nio lo mataran, segùn cuenta Antonin Artaud, en Cartas de Rodez, a su mamà. Se queja de los malos tratos de la policìa francesa que lo mantuvo recluido con camisa de fuerza y lo trataba de envenenar. Cuenta que esos malos tratos los recibiò y sufriò otras desgracias, donde señala tambièn a la policìa inglesa, por su bùsqueda espiritual en Dublìn, donde reconociò la existencia del Santo Grial.
Con el tiempo, reconoce Breton se distanciaron. "yo habìa decaìdo a sus ojos". La ùltima pregunta: ¿La obra de Artaud es de un hombre loco o lùcido?.
"La enfermedad de Artaud", segùn Breton, no le limitaba el intelecto. Y reconoce que al final de sus dìas, AA realizò la obra hiper-lùcida. la obra maestra indiscutible que es su Van Gogh. El grito de Artaud, subrayò, parte de las cavernas del ser.
La poeta argentina Alejandra Pizarnik, tradujo a Artaud y se adentrò en su vida, obra, poesìa y atmòsfera. Lo sabìa diferente, un actor sin màs escenario que el mismo. "La poesìa de Artaud no tiene casi nada en comùn con la poesìa clasificada y definida". Pizarnik, una poeta que tambièn le discutìa a la vida su espacio, comparte la afirmaciòn de Holderlin de que la poesìa es un juego peligroso y ejemplifica con Baudelaire, Nerval, Rimbaud (su precoz silencio), la misteriosa y fugaz presencia de lautreamont, la vida y la obra de Artaud...Comparte desde una dimensiòn parecida, la apreciaciòn de Bretòn. Para Alejandra Pizarnik, la vida y la muerte de Artaud son inseparables de su obra en un grado ùnico en la historia de la literatura.
Antonin Artaud viajò en si mismo, no se confundiò en el escenario, formaba parte de èl. Sì, el verbo se hizo carne. Y tambièn sobre todo en Artaud, el cuerpo se hizo verbo, afirma Pizarnik. Una obra, la de Artaud, que nos mira desde el fondo de su dolor, desgarro, una presencia fìsica admirable que se desprendìa de sì misma. "No se puede estudiar el pensamiento de Artaud- advierte Alejandra Pizarnik- como si se tratara de pensamiento pues no es pensando que se forjò en Artaud. Numerosos poetas, recuerda se rebelaron contra la razòn para sustiuirla por un discurso poètico, pero Artaud està lejos de ellos, puesto que su obra rechaza los juicios estèticos y los dialècticos, la ùnica llave para abrir una refrencia a ella son los efectos que produce. La fuerza enorme de Artaud, segun la poeta argentina, proviene del màs frande sufrimiento fìscco y moral. "El drama de Artaud es el de todos nototros, pero su rebeldìa y su sufrimiento son de una intensidad sin paralelo", enfatiza, quien acabarìa con su propia vida a los 36 años de edad.
(La Pizarnik llegò a confesar que odiaba la poesìa. "Es para mì una condena a la abstracciòn".Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo «hincar el diente» en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos») ...(esta lúgubre manía de vivir /esta recóndita humorada de vivir/ te arrastra alejandra no lo niegues...te remuerden los días /te culpan las noches/ te duele la vida tanto tanto desesperada ¿adónde vas? desesperada ¡nada más!)
Alejandra Pizarnik considera que la obra de Artaud, comparable a la de Van Gogh, es real en cuanto implica los "temibles caminos de la pureza, de la lucidez, del sufrimiento, de la paciencia..." En su escrito, que es màs que un canto de admiraciòn, casi una oraciòn sin padre nuestro, Pizarnik recurre a un viejo amigo de Artaud, Andre Gide, quien describe un encuentro que tuvo el 13 de enero de 1947 despuès de abandonar el hospicio de Rodez.. "Hacìa mucho que yo conocìa a Artaud, y tambièn su desamparo y su genio. nunca hasta entonces me habìa parecido màs admirable. Su alta silueta desgarbada, su rostro consumido por la llama interior, sus manos de quien se ahoga, ya tendidas hacia un inasible sociorro, ya retorcièndose en la angustia, ya, sobre todo, cubriendo estrechamente su cara, ocultàndola y mostràndola alternativamente, todo en el narraba la abominable miseria humana, una especie de condenaciòn inapelable, sun otra escapatoria posible que un lirismo arrebatado del que llegaban al pùblico sòlo fulgores obscenos, imprecatorios y blasfemos. Y ciertamente, aquì se reencontraba el actor maravilloso en el cual podìa convetirse este artista: pero era su propio personaje lo que ofrecìa al pùblico, en una suerte de farsa desvergonzada donde se transparentaba una autenticidad total.
Es una pàgina impecable de Gide, autor de Los monederos falsos y gran viajero, especialmente al Àfrica. Al concluir la sesiòn, dice Gide que el pùblico callaba, pero se interroga: ¿Què se hubiera podido decir? Se acaba de ver, describe, a un hombre miserable, atrozmente acudido por un dios, como en el umbral de una gruta profunda...
¿Quièn soy?
¿De dònde vengo?
Soy Antonin Artaud
y a penas yo lo digo
como se decirlo
inmediatamente
veràn mi cuerpo actual
estallar
y recorgese
bajo diez mil aspectos notorios
un cuerpo nuevo
en el que ustedes no podràn
nunca jamàs
olvidarme.
A.A.
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