viernes, abril 25, 2014

Vuelve Banksy a la escena del crimen, como victima de un robo sin precedentes de su  impactante arte urbano, que se expresa en la  calle de manera espontánea, cotidiana y con un valor artístico indudable. Goloso el mercado neoliberal, como una gran rata, da un zarpazo a la obra indefensa de Banksy, sin su consentimiento, para exponerla en una subasta intitulada: «The Stealing Banksy» («El Banksy robado»). ¿A confesión de parte, relevo de pruebas? La muestra, es una antesala, de una subasta de la obra pública, ciudadana, patrimonio del espacio público.
El Street  Art Británico, tan apreciado por el público corriente que disfruta con perplejidad la belleza de un artista  inteligente, creativo y generoso, ha quedado vulgarmente en la calle, desnudo de protección y bajo el imperio del despojo, con larga historia en la Rubia Albión.
Banksy está molesto, avergonzado, ha repudiado públicamente este acto inmoral  contra el arte, el artista y la cultura. Este show no tiene nada que ver conmigo y me parece repugnante que cualquiera pueda retirar arte de las paredes sin permiso, ha expresado con  justa indignación.
 Los saqueadores del  Arte Urbano seleccionaron siete obras de Banksy, dos de ellas ilustran este texto. Rompieron la magia del lugar, el instante de libertad del artista que escogió un sitio único para el destino de su trabajo.
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Del epilogar
Toda historia  tiene un revés, como una moneda. Nadie sabe quien es Banksy. Solo las paredes  de Gran Bretaña, escenarios como  Nueva York, son los testigos de quien instala el arte callejero, las perfomances de este misterioso graffitero del siglo XXI. Para los màs perspicaces seguidores de Banksy, cuyos datos personales  no superan a un desconocido transformado en fantasma. Banksy quien sea, alegra las calles y alienta el mercado. De esto último se habla  hace mucho tiempo, que detrás de  este arte callejero se encuentra la industria. No es de extrañarse, aunque escribo esta nota sin pruebas. Los diarios internacionales, se hacen eco, una y otra vez,  de este rey midas que cada cierto tiempo estremece el mercado y acrecienta su leyenda. No sabemos de otro "Robin Hood o asaltante del Arte", en estos  tiempos donde el rey es el mercado.
 
Le reinstalación transitoria de Banksy en las galerías del mercado, en un oscuro sótano, para después ser subastada a la gente VIP, en una cifra nada despreciable de  unos 4 millones de euros,  demuestra la magnitud  del operativo artístico. Un  gran negocio es rescatar esta obra de la calle y después sacarla al mercado. Dicen que todo se realiza con la autorización dl dueño del inmueble. Es una acto casi  surrealista de recobro de una imagen expuesta al  deterioro y daño de algún transeúnte no convencido del arte que no está encerrado en un museo o galería. Los graffitis de Banksy tienen un tiempo de duración, al parecer, y después caen al mercado como un negocio que no tiene precedente en el arte callejero. Pareciera ser, para algunos, una gran movida, un artilugio del mercado. Qué sería de  algunos sin este dios que habita realmente entre nosotros y se apodera de nuestra voluntad. Oh, my god,/ dicen los más aventajados del mercado/adictos a su espiritualidad/ sonar de las monedas/  mercancías sin memoria/Sueñan con lo nuevo y desconocido/ tan pronto pueden /devoran el último inventario/el vestigio de la salvación.
Detrás del Banksy que  no conocemos, sólo sus obras expuestas al mundo cotidiano, deambulan no solo estos mercaderes, sino el propio FBI, que en una de las subastas en Miami, habría amenazado con intervenir para detener un proceso supuestamente ilegal  o no consentido por su autor. Nada de lo que ocurre es nuevo, se han retirado graffitis  desde Cisjordania a Liverpool, y todos han terminado en una operación de compra y venta.
Màs allá de los trucos de Banksy y de quienes desmontan sus obras y las subastan, está el Arte que  hace o se hace en nombre de Banksy. El graffitero apunta  a la sensibilidad y actualidad, a mover conciencias, a graficar el siglo XXI, allí, donde mora la (in)consciencia humana. Un lujo para estos tiempos sin tiempo. Un mundo que no toca fondo y patalea como un ahogado. Estamos paseando por un acantilado sin malla de protección.

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