Necesito cuatro manos
para escribir,
voy a incorporar ojos,
y pies,
las horas de los esclavos,
necesito expresarme,
de día, de noche,
al amanecer,
antes que cante un
gallo.
No creo en la libertad de expresión,
en los cantos de sirena,
que somos más libres que el sol,
que llueve y nadie se moja.
Me arrodillo ante la palabra,
le suplico que no me abandone,
soy un exiliado,
no me queda más que la lengua,
la tiza desapareció de la escritura
y de los pizarrones,
los bolígrafos son encantadoras
plumas de ganso,
solo nos quedan diversos teclados
sin ser pianistas,
tocamos de la a hasta
la z
intercalando vocales y consonantes,
somos más modernos que la Ñ
y vamos desapareciendo como especie
innovando hasta el fin,
vendiendo una isla, comprando un diamante,
vendiendo-comprando, el aire de la palabra
mercado,
apoderándonos de
cuanto nos haga más ricos
sobre las estanterías del día y de mañana,
para llevarnos nada a
ninguna parte
y engordar como cerdos de un banquete
que disfrutarán unos pocos
y jamás pasarán por el
ojo de una aguja,
ni alcanzarán ningún reino,
aunque compren todos los pasajes.
Rolando Gabrielli©2014
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