El Rey de España, ni
España,
leían
a José María Panero,
recluido
de por vida hasta su muerte,
en
el Hospital Rey Juan Carlos I,
en
Las Palmas de Gran Canaria,
después
de pasear su loca,
maravillosa
poesía,
por
todos los manicomios
de
España y en ocasiones
hablar
de su vida y orinar
la
tierra que lo vio nacer
y
morir.
Dejó
un puñado de cenizas,
sin
destinatarios,
para
memoria del viento.
Fue
un trofeo de la poesía,
oculto
en las celdas,
en
esos patios desolados
de
la locura,
allí
su monólogo deslumbrante
grabó
en las pobres paredes,
la
más mínima pesadilla,
manchas oscuras
de
las noches de José María Panero,
como gotas de nieve
negra,
que
España olvidó.
Rolando Gabrielli © 2019
1 comentario:
Excelente... me gustó mucho.
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